Dóchas tenía escasos veinte minutos para decidirse, el contrato que había establecido con el fuego tenía un plazo. Antes de la llegada de Scairp estaba convencido, seguro de que el fuego sería un gran aliado. Tenía que ceder parte de su cuerpo, usar energía de su vitalidad, su tiempo convertido en punzadas en el alma para transformar la nada en su aliado; sabía que el fuego era útil y seguro, los dioses concedían esas plegarias a diario y Dóchas lo había asumido... él era un ser humano corriente, poco digno de proezas, pero aún recordaba el estremecimiento que aquella luz. En su interior era ambicioso, mucho más de lo que era conscientemente, ¿poseer a Scairp? Ay, sus temores podían hacerse realidad, los dioses podrían ignorarle, los dioses podrían fulminarle y aún si los dioses eran generosos en la mañana de su petición ¿no ambicionarían los demás su poder? Robos podrían producirse y debía guardar celosamente ese poder, quizás esa magia fuera demasiado para él, le había hecho más vital y risueño con su presencia pero ¿podría seguir el ritmo? ¿su cuerpo tendría lo suficiente? Y aunque lo fortaleciese ¿su talento podría llegar a ser una buena ofrenda? Dóchas lo sabía muy bien... el fuego era seguro y le calentaría esa noche, pero si se enteraba de la realidad, de sus anhelos, de sus deseos podría abandonarle. La magía también es celosa y caprichosa, hay que entregarse al mismo nível si quieres una respuesta igual. Quizás esa noche le abrazaría el calor del fuego pero Dóchas temía que nunca más le invocara, como si fuera una simple obligación, algo que debía cumplir porque así lo había afirmado. Sólo podía gritarse: ¡Cobarde! ¡Mentiroso! ¡Traídor!- su voz se quebraba con cada palabra.
Posted on: Thu, 31 Oct 2013 15:51:07 +0000
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