EL ESPIRITU QUE MOTIVO LA REFORMA Cuando se habla de la - TopicsExpress



          

EL ESPIRITU QUE MOTIVO LA REFORMA Cuando se habla de la Reforma de la Iglesia, normalmente nuestra mente imagina los rostros de aquellos grandes hombres de antes y después de ella en el siglo XVI, pero muy pocos pueden ver al Dios de la Creación “moviéndose” en todos los acontecimientos ocurridos durante el tiempo de su progreso. Incluso antes de los tiempos de los siglos (tiempo Cronológico), en el “Tiempo de Dios” (o Eternidad), el Espíritu del Señor, engendrador y dador de la Vida, realizaba la obra preparatoria del gran Plan o Proyecto divino para el Kosmos, en ese proyecto estaba contemplada toda una serie de acciones encaminadas a “encender” en la conciencia humana el fuego de la Verdad y el conocimiento de Dios mismo, los cuales según la presciencia de Dios, se iría deformando y oscureciendo conforme al crecimiento de la corrupción edénica en el ser humano. Ese Espíritu portador de la Verdad divina comenzó a trabajar en Adam y en Eva desde el mismo momento de su tropiezo, pues Dios decreta inmediatamente “una enemistad” irresoluble entre “la mujer y la serpiente”, entre “su simiente” y la simiente suya, la cual alcanzará y afectará a los hombres de todos los tiempos, pues la promesa de la redención llegara certeramente hasta la cruz, y de ahí en adelante, el Espíritu divino la seguirá aplicando efectivamente, en cada elegido de Dios para la vida. Ahora bien la Iglesia (ekklesia) o “conjunto de los redimidos”, que vivimos bajo la comunión de Jesucristo el Hijo de Dios, y Mesías de la promesa, es una misma a través de todos los siglos, y en cada uno de ellos Dios los ha sacado de la corrupción humana, los ha lavado y blanqueado con su sangre, y los ha colocado en novedad de vida, lo que podemos entender como su reforma, llamamiento y perfección. Esta reforma moral y espiritual, debe ser una obra continua en la iglesia, pues de cuando en cuando vemos brotar nuevas formas de deformación, que si no se cortan a tiempo producen la agonía de muchos grupos de fieles, que terminan en su disolución. Que importante es entonces volver los ojos a las enseñanzas del pasado para mirar la obra del Espíritu Santo de Dios, ocupado en preservar a su pueblo, y renovarlo para vida. Dice Dios a Jeremías profeta así: -Levántate, y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras- -Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que el hacía obra sobre la rueda- -Y el vaso que el hacía de barro se quebró en la mano del alfarero; Y tornó e hízolo otro vaso, según que al alfarero pareció mejor hacerlo- -Entonces fue a mi palabra de Jehová, diciendo: -¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel, dice Jehová? He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel- Jeremías 18:2 al 6 Con estas palabras vemos la acción renovadora del Espíritu de Dios en medio de su Pueblo, ese mismo y único Espíritu que desde los días del origen de las cosas –se movía sobre la superficie de las aguas- disponiendo los compuestos elementales del océano primigenio, para volverlos aptos para su reglamentación, luego del estado de desorden o anomia original. Ante el poder de aquel Espíritu las aguas fueron retrocediendo de poco en poco ante el empuje de las masas continentales, que un día, así previsto por Dios asomaron a la superficie para no volver a ser sumergidas más que por un diluvio de aguas, al que todas las culturas y pueblos de la tierra recuerdan con horror. No tenemos duda de que este Espíritu divino fue el mismo que movió el corazón de Enoch, el séptimo hombre nacido en línea directa desde Adam, y quien tuvo el cuidado y el deseo de “caminar” en su vida sujeto a Dios, haciendo únicamente lo que era justo, esta justicia, fue la que lo encamino sin duda a estar vivo delante de su Señor, al mismo que –vio venir con sus santos millares, A hacer juicio contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y a todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él- Judas 14 y 15 Enoch presencio la gran corrupción que comenzaba a extenderse entre los hombres de sus días, y no hay duda de que su ánimo fue el de advertirles que caminaban hacia su ruina si no cambiaban su actitud, esta preocupación se mantuvo viva en aquella primera línea patriarcal hasta el tiempo de su bisnieto Noé, quien precisamente recibió su nombre por las palabras proféticas de su padre Lamech que dijo inspirado: -Este nos aliviara de nuestras obras, y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo- Génesis 5:29 La vida de Noé fue agradable delante de Dios, por eso lo encomendó a realizar una obra de salvación para su generación, de la que únicamente salieron con vida 8 personas, y todas las especies de animales que hoy existen. El Espíritu renovador de Dios, saco del lodo diluvial a una nueva generación de hombres y animales, a los que se volvió a bendecir imponiéndoles el compromiso de amar y obedecer a Dios, para obtener su favor. Aquella acción benéfica de Dios pronto fue olvidada, confundida y pervertida al adjudicársela a “otros dioses”, dioses que nacieron de la costumbre humana de exaltación de sus gobernantes, a los que la Biblia llama “poderosos varones de nombre” o “famosos”. Los hombres comenzaron a edificar los monumentos de la religión antropológica, pues el consejo de la serpiente se había transformado en una religión politeísta alternativa y contraria a la fe del Todopoderoso. Era necesario cambiar las condiciones de aquella religiosidad falsa, y Dios se propuso entonces formar un pueblo único, diferente al resto de la humanidad, para ello tuvo que llamar a un descendiente de Noé, de la familia patriarcal posterior al Diluvio, y de la descendencia de Sem. Aquel hombre era Abraham, y con él fundó el pueblo del Pacto de Vida, al que primero se llevó a Egipto para su preservación, y luego con el poder de su Espíritu libero de esclavitud. De esta manera Dios reformó de una manera tajante a su pueblo, sacándolo de en medio de un mundo de religiosidad falsa, y llevándolo a ocupar una tierra que fluía “leche y miel”. En esa tierra habitaron hasta que sus pecados y corrupción idolátrica los llevo primero a ser dispersados en Asiria (reino de Israel), y cautivos a Babilonia (en el caso de Judá), de ahí, luego de 70 años de cautiverio, Dios por su Espíritu, excitó y motivó el corazón del rey Persa Ciro para que por medio de un decreto se efectuara una reforma y restauración del pueblo a la comunión con Dios. ¿Ahí terminaría el proceso de Reforma?, No, todavía habrían de pasar otros eventos históricos sobresalientes con Israel, pues ya en tiempos del dominio griego, los Judíos lucharían contra la dinastía de los Seleucos para restablecer la pureza del santuario, contaminado con el sacrificio de un cerdo en su altar. Los caudillos macabeos que más tarde se helenizaron, desembocaron en los reinos de los 3 Herodes, que bajo el patrocinio del Imperio Romano prevalecieron en la región. El Espíritu de Dios preparaba la Reforma más sobresaliente de todas, la Reforma del “Ángel del Pacto”, “el Ángel de Jehová”, “el Mesías”, “el Cristo de Dios”, “el Dios Salvador” Jesús. Él fue el cumplimiento preciso de todas las profecías del Antiguo Testamento, y con Él, se inició la historia de la Iglesia Cristiana y de la propagación entre las naciones del Evangelio de la Reconciliación y de la Paz. El día en que fue manifestado a Israel, la voz del Todopoderoso se escuchó declarando: -Este es mi Hijo amado, en el que tengo mi contentamiento (mi gozo y placer)- San Mateo 3:17 Es a partir de ahí que comienza una obra de predicación de la venida del Mesías Cristo como emisario del reino eterno de Dios del que El mismo es Soberano. Muy pocos fueron los Israelitas que creyeron en su persona como Mesías o ungido, y aun cuando parecía difícil que su Obra diera frutos de abundancia, es hasta su muerte, sepultura y resurrección, que comienza a darse el crecimiento más intenso de la Iglesia. Aquella primera generación fue visitada y ganada a la salvación por la labor de los 12 apóstoles, pero luego de su muerte la corrupción se manifestó en diversas maneras, y muchas herejías de perdición fueron conocidas y practicadas en su seno. Era tanta la carga de error, que pronto aquel Espíritu Vivificante tuvo que tomar cartas en el asunto, y motivo en muchos corazones sinceros, la búsqueda de la verdad sobre el mensaje de la Escritura Sagrada. La iglesia católica romana había abandonado la lectura consciente del Evangelio, al que únicamente algunos doctos entendían en el idioma en que estaba dispuesto en aquellos días, el latino o romano, al que se consideraba un “idioma sagrado”, y por esta razón se consideraba inadmisible el traducir su mensaje en otras lenguas. Pronto algunos intelectuales llevados de la mano de Dios, comprendieron que la humanidad no estaba recibiendo la Palabra de Vida para su beneficio personal, y que los “sacerdotes” de la curia romana estaban “impidiendo la entrada” al reino de los cielos a los hombres, además de que en su lugar estaban entregándoles como “alimento espiritual”, los sacramentos aumentados a 7 y descontextualizados de fondo, y “una tradición eclesial” muy semejante a la tradición farisaica del tiempo de Jesús. En pocas palabras, se dieron cuenta de la inanición espiritual tan terrible en que nacían y morían millones de hombres, confiados a falsas promesas de salvación, y destinados a lugares improbables de existencia como el limbo y el purgatorio. El Espíritu Santo un día trono furioso en contra de aquella iglesia medieval, y por medio de un rayo, movió aterradoramente el corazón de un monje noble y sincero, para quien la incertidumbre de su salvación era motivo de incontables insomnios y padecimientos de conciencia. Un rayo venido del cielo transformo poderosamente su vida, y lo llevo a descubrir la fuente inagotable de toda bendición, la misma fuente de aguas vivas que un día le fue anunciado a una mujer samaritana. Tremenda fue la manifestación de Dios que llevo a aquel hombre a manifestarse con todo su ardor y sapiencia ante un concilio convocado por el rey más poderoso de la tierra en sus días, Carlos V. La Palabra de Dios, el producto perfectísimo del Espíritu Santo, dictada por el Santo Ángel de Jehová a todos sus siervos profetas y apóstoles, estaba a punto de salir del encierro en que una religión vacía, corrompida y carente de toda acción de bondad y de misericordia, la mantenían. Aquella Luz clarificante que debía colocarse sobre la mesa de cada hogar, para darles dirección, había permanecido muchos siglos “cubierta” de los ojos de los simples, pero ya Dios había dispuesto su develación en otra Reforma más. Pronto fue distribuida en muchas naciones, en los idiomas particulares de cada pueblo y encendió nuevamente la vida de aquella sociedad. La Iglesia por fin tuvo una oportunidad real de Reforma, una por la que clamaban cientos de voces, hastiadas por los abusos de una clase religiosa hipócrita y falsa. Así paso a la historia otra “generación de víboras” que impedían al hombre común a entrar en el Reino de los Cielos. Actualmente el Espíritu Santo continua moviendo su Reforma en medio de las iglesias Evangélicas nacidas del siglo XVI, perfeccionando y rectificando los corazones humanos, moviéndolos a la luz de la ciencia divina la cual es verdadera Sabiduría de Dios. Celebremos al Bendito Espíritu de la Reforma que nunca nos ha dejado “huérfanos”, y que nos consuela de una manera más perfecta de lo que pudo lograr Noé para esta segunda generación. El reposo en el que nos ha introducido ya ha comenzado a manifestarse, y todo en nuestro ser debe estar inclinado naturalmente a buscar su agrado. ¡Bendito seas amado Espíritu Santo! Tu perseverancia en medio de las generaciones es indudable, Soli Deo Gloria. siloe-1@hotmail 6-Oct.-2013. Arquímides Chavelas Adame.
Posted on: Sun, 06 Oct 2013 22:15:01 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015