EL RELOJ SIN TIEMPO Había una vez un reloj sin tiempo, es decir - TopicsExpress



          

EL RELOJ SIN TIEMPO Había una vez un reloj sin tiempo, es decir que existía pero no marcaba las horas. Un día al ver que no servía ni ayudaba a la población en nada, un trabajador se llevó el reloj….y ¡cabún! El camión que lo transportaba se estrelló contra un árbol y el reloj salió disparado para caer en manos de una niña llamada Inés. Pasaron los días e Inés no sabía qué hacer con el reloj y reunió a toda la gente de su pueblo para analizar el destino de tan extraño e inservible artefacto. Alguien dijo que había sido el primer reloj que presidía el pueblo desde una de las torres de la iglesia, y que de un momento a otro había dejado de funcionar. Como el relojero se había ido a vivir a la ciudad, nadie se preocupó de arreglarlo, porque ignoraban la tecnología de su funcionamiento. El tiempo pasó e Inés no soltaba el reloj sin tiempo, ni entendía por qué era importante un reloj en su pueblo. Pasaron las semanas, los meses y el reloj seguía mudo y sin dar la hora, Un día, Inés se percató de que los números del círculo del reloj se habían desprendido de él, estaban tirados en el suelo de su comedor y empapados de agua de tanto llorar durante la madrugada. Llamaron a todos los niños del pueblo y pidieron que encontraran la manera de hacer funcionar el reloj. Pero de pronto, Inés se dio cuenta que de un momento a otro los números estaban nuevamente en su lugar, y el reloj marcada las 9:50 de la mañana, a pesar de que ya eran. La población preocupada empezó a investigar por qué se había quedado marcando esa hora y no avanzaban el horario ni el minutero como correspondía. Había un anciano que pedía limosna en la puerta de la iglesia, y que se acercó a Inés y los niños, y les contó una historia donde el reloj del pueblo había sido robado por una persona mala, y arrojado desde su ubicación al suelo, en una altura de aproximadamente 100 metros. Este hombre estaba en la cárcel por varias fechorías hechas en el pueblo. Su castigo era cruel pues debería estar encerrado por cinco años y privado de recibir visitas familiares. Su odio era tal, que una noche escapó de la cárcel sólo para vengarse del reloj que había marcado la hora y cuyas campanadas había servido a los jueces para su ajusticiamiento. El reloj cada día lejos de su ubicación estaba más triste. Trataba de marcar la hora correcta sin lograrlo. Era un reloj sin tiempo, atemporal absoluto. La pesadilla del reloj y su funcionamiento duró cinco años. Días y meses todos interesados en lograr hacer funcionar el reloj. Sus manecillas sólo marcaban las 9 y 50. Entonces pasó por el pueblo un relojero y se ofreció repararlo, aunque tuviera que quedarse más tiempo del necesario. Así fue cómo investigó que la hora 9 y 50 que marcaba el reloj era la del momento en que el pueblo fue saqueado y hostigado por otro pueblo enemigo en horas de la noche. Entendió que las pasiones encienden odios en las gentes y que no sólo éstas hieren, sino también hieren y duelen las palabras. Concluyó que un reloj solitario que llevaba la puntualidad llevando la puntualidad de cada poblador, lo había distraído en el tiempo. Que el tiempo se marca en el reloj pero se marca más aún en la vida y las acciones de la gente. Cuando hay buen tiempo la primavera alegra nuestros corazones y las campanadas del reloj contribuyen a esa luminosa alegría, pero cuando el tiempo es cruel, hasta los relojes detienen el tiempo en señal de protesta y desafortunadas manifestaciones de pesar. El relojero concluyó su trabajo. El reloj empezó a funcionar. Y desde aquel día, la vida de la gente del pueblo dio un giro como el viento para vivir contentos para dejar entreabiertas sus puertas y ventanas, y vigilar permanentemente, mirando el reloj en la torre de la iglesia, por si alguna vez alguien con sus malos actos, volviera a entristecerlo y convertirlo en un reloj sin tiempo.
Posted on: Wed, 21 Aug 2013 22:51:44 +0000

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