EL SANTO DIOS se me apareció una tarde, serían las dos. Estaba - TopicsExpress



          

EL SANTO DIOS se me apareció una tarde, serían las dos. Estaba sentado en una piedra, fumando la pipa. Tenía la mente no me acuerdo en qué placeres carnales, tal vez las tetas de Estefanía me estaba preparando para esa noche, era jueves, hacía tres meses que habíamos comenzado el amorío. Yo a vos no te cobro, me dijeron que tenés plata, pero no lo creo. Además me gustás, si querés darme algo lo voy a aceptar, pero me basta con que vengas. Y como si nada cambió de tema. Podemos ir al cine, quiero llevarte a ver una película que se estrena hoy, ahora no me acuerdo el título, y después vamos a mi casa. De acuerdo, ¿nos encontramos a las once? Sí, amor. Un beso. Uno mío para vos. Chau. LEVANTÉ LA CABEZA, que ni me acuerdo si la tenía gacha, pero sí tengo la certeza de que estaba ahí, frente a mí. Tal fue el julepe que se me cayó la cachimba. Me quedé mirándolo, con los labios entreabiertos. Agarrala, que si no la pitás se apaga. Fumar hace mal, pero no es pecado, además le sirve al cristiano para distraerse, especialmente si está solo. Levanté la pipa, raspé un fósforo, aspiré y exhalé varias veces. Despacio, hombre, lento, y sobretodo, firme. Si temblás nada te va a salir bien. Tenés que estar seguro, convencido de tus actos, sino todo va a ser al pedo. Y, si la duda tampoco es mala, te traba, no te deja acertar ni equivocarte, en ese punto es cuando yo me pregunto ¿Qué hice? Y me enojo, me da bronca, o más bien, tristeza, te veo indefenso, entonces me doy cuenta de mi yerro. ¿Pero qué hacer? ¿Asirlo de la mano a cada uno y ponerlo en su senda? Sería quitarle su condición. No me parece. Si usted ve que ha errado, ¿por qué no hacerlo recapacitar? Porque no, te lo dije recién, sería una prohibición a tu libertad, actitud que no me puedo permitir. ¿Por qué, si usted lo puede hacer? ¿Ah, sí? ¿Qué tal si te pido que no veas más a Estefanía? Me quedé helado, no sé con qué cara lo habré mirado. No es una prueba, esa mujer me salió mal, y te va a torcer. Hasta ahora zafaste de unas cuantas, pero si no te escapás de ella, vas a perder mucho. BAJÉ LA CABEZA para buscar una razón, que era simple, sentía que Estefanía era muy otra mujer. ¿Por qué no decírselo? Sentía que era mi mujer, más allá de su cara, su culo, sus tetas. Decidido levanté la cabeza, no lo vi. Podía haber sido mi imaginación, pero había sido demasiado real. ¿Y quién me decía que no era un tipo que estaba caliente con Estefanía, y me la quería soplar? Después de todo no me había dicho nada que yo no supiera, salvo que es mala y me va a torcer. Quizás tenga razón, pero no es justo desaparecer sin pruebas, ni por el Paraíso, que para ser sincero no me importa, pese a todo estoy bien en este mundo, y mejor desde hace tres meses, cuando Estefanía se fue plegando lenta a mi vida y yo a sus días. Me sentía seguro, en mi trabajo era poco menos que imprescindible, luego del diálogo que tuve con Don Álvaro. ¿Cómo te vas a ir? No puedo seguir cargando con toda la responsabilidad de la revista por mil quinientos pesos mensuales. Dos mil. Esa cantidad me la ofreció el Nene Rivarola por escribir, nada más. Dos quinientos. ¡Don Álvaro! Tenga en cuenta que tengo a cargo a ocho personas y gracias a ellos Araca no baja de los dos mil ejemplares semanales desde hace un año y medio. Somos los segundos, luego de... Está bien, subo a tres mil. Pero que no se entere nadie. Álvaro, no se olvide que está trabajando con profesionales de primera, y sin ellos yo no puedo hacer nada. ¡Me cago! Aunque le dé diarrea, los números dan de sobra. ¿Qué sugerís? Dos quinientos, además blanqueo los estables y seiscientos a los tres colaboradores, en especial a Roque. Podemos suprimirlos. Si quiere, hágalo. Pero va a perder, revise las estadísticas, un veinticinco por ciento compra la revista por sus artículos. Pese a las puteadas, gané la pulseada. A las dos semanas Araca vendió trescientos números más que el semanario de Rivarola. Álvaro se adjudicó el triunfo, pero ni mella que nos hizo. ESTEFANÍA no me dijo nada, pero me enteré que andaba escasa de vento. Apenas cobre le regalé mil pesos, y le propuse que alquiláramos un departamento. Rechazó casi con firmeza. Estaba loco, ella no andaba tan mal como yo decía, ya la ayudaba bastante. Reconocía mi propuesta, pero irnos a vivir juntos a tres meses de conocernos, era apresurado. Yo conocía varias parejas que no sólo se habían ido a vivir juntos, sino que se habían casado. El tiempo no tenía mucho que ver. Yo tenía razón, pero que no me olvidara dónde nos habíamos conocido. En ese caso podíamos mudarnos. Sonrió. Qué ganas de complicarte la vida, vos trabajás acá, ¿para qué te vas a mudar? Para estar juntos, que no es poco. Está bien, dejame pensarlo. Al otro día visité varias inmobiliarias, encontré tres o cuatro oportunidades. No se preocupe, Hernando, usted haga su plan de pago, luego conversamos. Me gusta la que está frente a la casa de Roque Mafid. Muy bien, si entrega ciento cincuenta, hacemos ahora todo el papelerío. Fui a buscar a Estefanía, que quedó encantada. Tres días después tomamos posesión. En cuanto Roque se enteró nos vino a dar la bienvenida al barrio, pese a que la presencia de mi mujer lo ponía nervioso, e intentaba dominarse. Estábamos tomando una cerveza cuando me agradeció esa pequeña remuneración que le había conseguido. Hice lo que tendrías que haber hecho vos hace mucho, y si me ayudás, vas a tener trescientos más. Ni lo digas, todo lo que pueda hacer... Contá conmigo. Puedo meter la cuchara. Sí, claro, Estefanía. No niego que la revista está bien, pero le falta arte, una vez por mes pueden incluir reportajes a escritores, actores, músicos. No digo chismografía, sino cómo se inserta el arte en la sociedad. Roque lo hizo hace diez años, y vos lo borraste, no lo tomes como un reproche, yo lo tiro como para recuperar algo que se perdió. Tenés razón. ¿Te animás, Roque? Por supuesto. Hecho, entonces. Sugiero también recuperar la Carta de Lectores, y más ahora que la revista va por internet, quizás así los políticos se cuiden más. Miren, vamos a hacer una reunión de equipo. Podemos hacerla ahora, propuso Estefanía, y de paso inauguramos la casa. LE AVISÉ a todo el equipo, incluido Don Álvaro, a las diez de la noche estaba rediseñada Araca. Nunca supimos si al director el vino le sembró una buena dosis de justicia. El asunto fue que se puso de pie levantó su copa: Doy la bienvenida al elenco de Araca a Roque Mafid. Me pidió permiso para usar la computadora, a los cinco minutos Roque leyó el contrato que integró en forma formal y permanente al plantel. ROQUE compró la computadora más completa que encontró e intensificó su trabajo. Varias veces Estefanía y yo nos cruzamos a la una de la madrugada para hacerle compañía. En dos semanas consiguió material para un año. Pero Roque, no es necesario que te rompas tanto. No es nada, si no trabajo, ¿qué voy a hacer? Desde que me dejó no tengo dónde ir, el trabajo me entretiene. Estefanía se puso a llorar. Algún día tenía que ser, está bien. ¿Para qué te ibas a quedar conmigo? Si al menos Don Álvaro me hubiese confirmado cuatro o cinco meses antes quizás hubiese sido distinto. Me miró resignado. Cuidala, y vos a él, porque enfrenta hasta al mismo santo Dios, que tuve que pagarle... Bah, no importa. Estefanía se fue esa noche, como ese Dios fugitivo y pago, Danny Delaney.
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 04:14:07 +0000

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