EL SENCILLO En el patio tengo un árbol, que yergue su columna - TopicsExpress



          

EL SENCILLO En el patio tengo un árbol, que yergue su columna vegetal a un lado de mi habitación. Tiene unos treinta años de edad. Fue sembrado cuando era un bebe de unas cuatro cuartas de alto. Dijeron que se llamaba árbol de manzana, y que daba una flor bonita. Esos decires no se confirmaron, aunque me pareció verle una como florecita con los bordes blanquecinos peludos, pero no doy fe cierta de esa floración tan fugaz, y resultó que manzanita ni la de Blanca Nieves. El vaso de mi árbol es tres cuartos de lleno, pues tiene la r de raíz y rama, la t de tallo, y la h de hojas. Este escrito será como su partida de nacimiento en la que le pongo de nombre: “El sencillo”, porque dicen que lo sencillo es lo no afectado, lujoso o complicado. Su tallo es rugoso, café gris, con ramas cubiertas de hojas verde oscuro como las esmeraldas, bien cerquitas las unas de las otras, y tan próximas que hay hogares de pajaritos que no se ven pero se escuchan. El sencillo también recibe visitantes, y estos permanecen poco tiempo, enterándome de sus llegadas y partidas por el roce de sus alas con las hojas. Los residentes llevan vida calma, se emparejan y atienden sus crías a las que enseñan a ser independientes. Una mañana observé por mi ventana como una pareja le estaba enseñando a volar a su ya emplumadito hijo, y sentí ternura por su resistencia temerosa, y me asombré de la insistencia de sus padres para que navegara prontamente con sus alitas, en el inmenso mar de aire que los rodeaba. Después de varios intentos fallidos, ellos lo lanzaron a la buena de su dios instinto. El animalito salió volando con unos cuantos aletazos de principiante, dejando a los padres con las plumas paradas de susto ante ese primer vuelo, igual que sucede cuando un bebe da sus primeros pasitos sin auxilio de manos protectoras. Él regresó casi de inmediato a festejar con sus padres el aprendizaje vital, y la algarabía que escuché quizás fueron sus aplausos ante el logro obtenido. Por muchos años ignoré a El sencillo y si lo determinaba era para tolerarlo como algo que estaba por estar, así como acontece con tantas cosas de la vida desde relaciones hasta adornos, cuya estadía está sujeta a la indiferencia o a la resistencia al cambio. No recuerdo qué me impulsó a apreciarlo, pero de poquito en poquito lo fui incluyendo hasta que me planté ante él, y le sonreí gustosa de que formara parte de mi vida. Creo que meter su presencia en mis afectos ha sido parte de mi crecimiento como ser humano. Hace pocos días admirando su frondosidad, tan detenidamente que sentí el tirón de mi cuello forzado a visualizar, lo pensé como cuerpo de mapa viviente, donde el tiempo podría haber anotado mis caminos recorridos, mis senderos desviados, y los trazos de horizonte a mi favor. Cuando el verano lo viste de polvo quisiera lavarle las hojas con una manguera de presión de esas que utilizan los bomberos, o las fuerzas de ciertos países para disolver manifestaciones fuera de control. Y me lo imagino ya limpiecito, luciendo su follaje como trajecito dominguero y festivo. El invierno, a través de la lluvia, se encarga de asear a El Sencillo y dejarlo con las hojas tan brillantes, como el rocío pulido con el paño del amanecer. Esta estación es la madrina de sus hojitas recién nacidas, las que lucen su cuerpecito verde tierno hasta que el tiempo las oscurece. Para que la mente abra sus puertas a algo o alguien, tiene que haber un toque especial que impulse a la apertura, y en este caso su figura discreta y compañía constante lograron entrar en mí para quedarse.----REINA JEREDA GUTIÉRREZ.--MANAGUA.--NICARAGUA--2013.-PARA OCTAVO LIBRITO.-
Posted on: Wed, 25 Sep 2013 11:28:51 +0000

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