EL VETERANO Primera parte: Los fantasmas no tienen pies Las - TopicsExpress



          

EL VETERANO Primera parte: Los fantasmas no tienen pies Las siete y treinta y cinco, desayuno un café con hielo en la cafetería de la esquina. Laila me observa tras la ventana con su vestido convertido en harapos y lleno de suciedad y manchas de sangre reseca. Laila tiene entre siete y nueve años y debe de llevar muerta una década. Las siete y cuarenta y ocho de la mañana, apuro el paso a la altura del colegio de San Juan Bosco, en el paseo de Canalejas. Me quedan doce minutos para abrir el garaje y estoy todavía a unos cinco de distancia. Cada nuevo semáforo Laila aparece y desaparece en la cera de enfrente. No me explico cómo esa cría puede ser tan rápida. Debe de ser porque como dicen: Los fantasmas no tienen pies. Ayer fue mi cumpleaños y mi hermano me llamó por teléfono desde Francia. Le felicité puesto que él y yo (como ya he dicho un millón de veces) Hemos nacido el mismo día, pero con nueve años de diferencia. Cené solo en un pequeño y barato restaurante de la zona de Van Dyck: espagueti carbonara, una jarra de cerveza helada y una crema catalana. ELLA estaba sentada frente a mí y me miraba con sus ojos negros muy abiertos. Su expresión es demasiado triste para que existan palabras en nuestro idioma que puedan describirla. Me mira directamente y yo como siempre ignoro su presencia porque sé que realmente ella no existe y no me hace falta que ningún especialista me lo diga. Soy consciente que ELLA es sólo una alucinación producida por mi sentimiento de culpa y por el estrés con el que regresé de la guerra. He leído que algunos de los que estuvimos allí tienen este tipo de visiones. Estar loco en España es una condena a muerte... Pero yo ya era un tío raro y un tarado antes de irme a la guerra porque sino nunca habría ido voluntario a aquella jodida pesadilla. Estoy frente al televisor, sentado en el sofá y viendo un capítulo de: Galáctica en luna cadena autonómica. Disfruto como un enano con la ciencia-ficción. Luego, antes de dormir empiezo con El bastardo recalcitrante, de: Tom Sharpe que es el libro que me he regalado a mi mismo por mi cumpleaños (ya que casi nadie recuerda nunca mi fecha de cumpleaños, a excepción de mi hermano, lógicamente) en el cuarto de baño me tiro una hora sentado en la taza del váter y leyendo hasta que se me duermen las piernas. Me gusta la ironía de Tom Sharpe. Es un escritor británico curiosamente más conocido fuera que dentro de su propio país. Ya leí El Bastardo... Hace más de década y media, pero no lo tenía en propiedad, lo saqué de la biblioteca. Además volver a leer un libro que te ha gustado es muy positivo cuando pretendes escribir algún día como ese fulano. En toda la operación Laila está de pie junto a mí y se sienta en el sofá cuando vemos Galáctica, pero luego no me deja (literalmente) ni para cagar. Me acuesto sobre la una de la madrugada y Laila permanece frente a mi cama mirándome con ternura y tristeza infinita. Luego, ELLA se sienta a mi lado, me acaricia los escasos cabello cabellos que aún me quedan y me canta una canción en árabe para que me duerma. Laila nunca ha intentado atormentarme. Más bien es bondadosa, como si quisiera cuidar de mí. Es el único ser (existente o inexistente) al que realmente le importa cuando me olvido de comer o cuando no puedo dormir. A la mañana siguiente estoy bajo el agua helada de la ducha. Tengo los ojos cerrados y sueño con que todavía estoy en aquel patio intentando hacer la respiración artificial y reanimar a aquella niña a la que Quillo, aquel crío de Huelva mató sin querer cuando entramos corriendo y disparando en el patio tras los insurgentes. Mi rostro y mis manos están manchadas de sangre, de sudor y de lágrimas y el teniente Blanca me pone una mano sobre el hombro y me pide que salgamos de allí porque si no vamos a morir todos... Estaba viva... La niña todavía estaba viva cuando los soldados nos marchamos de aquel patio para salvar nuestra vida. Nosotros, los valientes zapadores del Reino de León, los leones del desierto... Los que nunca abandonábamos a nadie... La dejamos allí y por ello y hasta el final de mis días nunca podré dejar de sentirme culpable. ... Nadie debería de mentir, falsear, esconder la verdad e inventar falacias para joderle la vida a ninguno de los tres o cuatro mil jóvenes que enviamos a una guerra absolutamente inmoral y en el nombre de una grandísima nada... Nadie debería de ir a la guerra para matar a un niño... Nadie debería de tener ganas de estar muerto todos los días del resto de su existencia... Nadie, absolutamente nadie... Por muchas paridas… Y sobre todo mentiras que cuente en su libro un ex presidente del gobierno. Continuará…
Posted on: Sat, 09 Nov 2013 19:41:47 +0000

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