El Día que murió José Gregorio Hernández El domingo 29 de - TopicsExpress



          

El Día que murió José Gregorio Hernández El domingo 29 de junio de 1919 amaneció de rutina en el número 3 de San Andrés a Desbarrancados, vivienda de la familia Hernández. El médico y científico José Gregorio se levantó a las cinco y como era su costumbre rezó el Ángelus. Al terminar encaminó sus pasos a la vecina iglesia de la Divina Pastora con la intención de oír misa y comulgarse. Cercano a la montaña que separa a Caracas del mar, el barrio de La Pastora era por entonces el lugar preferido de las familias por la tranquilidad y su clima siempre agradable. Por las calles estrechas se oía el armónico paso de las recuas de mulas cargadas de mercancía que los arrieros llevaban al centro comercial de la ciudad y de cuando en cuando pasaba algún tranvía que por módico pasaje llevaba a los viajeros hasta la urbanización El Paraíso haciendo escala en la Plaza Bolívar. Al salir de misa y aprovechando que era domingo, el Dr. José Gregorio Hernández se fue a visitar a algunos de sus pacientes en la zona; luego regresó a casa donde su hermana Isolina lo esperaba con el desayuno, metódico como era organizó su consultorio y se fue a pasar revista a otro grupo de pacientes, labor que acometía cuando no tenía que dar clases en la universidad. Al cumplir con cada una de las visitas volvió para tomar un baño y a las 12 en punto del mediodía rezó nuevamente el Ángelus. Le fue servido un almuerzo compuesto de sopa, legumbres, arroz y carne que acompañó con un refresco de guanábana, al acabarlo se sentó a reposar en la silla mecedora que tenía para atender a sus pacientes; allí seguramente pensó en el cercano viaje a Curazao que tenía proyectado con su familia. Esa misma tarde ultimaría los detalles con sus hermanos y sobrinos. Cerca de las dos llegó alguien para avisarle que una anciana se encontraba gravemente enferma, El doctor tomó su sombrero y con paso apresurado se fue al encuentro con la dama que vivía entre las esquinas de Amadores y Cardones, luego de auscultar a la señora y viendo que era muy pobre decidió ir a comprarle el medicamento que le había recetado, para ello se acerco hasta la farmacia de los Amadores. Al salir con las medicinas para entregarlas a la anciana, el Dr. José Gregorio vio que había un tranvía estacionado justo al lado de la farmacia y apurado como estaba por el estado de la paciente cruzó la calle sin mirar a los lados. En ese momento el señor Fernando Bustamante uno de los pocos chóferes que había en Caracas y casualmente amigo del médico venía a bordo de un Ford modelo T 1918. Un momento antes había tocado corneta al conductor del tranvía para pedir paso y al serle cedido aumentó la velocidad a 30 Kms. por hora para embragar a tercera; al adelantar vio con sorpresa a un inesperado transeúnte que se le ponía por medio, sin poder detenerse lo golpeó con el vehículo lanzándolo por el aire contra un poste telefónico. Al caer el Dr. José Gregorio Hernández se golpeó la cabeza con el filo de la acera. En la declaración que rindió luego ante las autoridades el señor Bustamante narró los siguiente: “Yo entonces detuve el auto a ver si se había parado, pero lo vi en el suelo y reconocí al Dr. José Gregorio Hernández, y como éramos amigos y tenía empeñada mi gratitud para con él por servicios profesionales que gratuitamente me había prestado con toda su solicitud, me lancé del auto y lo recogí ayudado por una persona desconocida para mi. Le conduje dentro del auto y entonces en interés de prestarle los auxilios necesarios le llevé tan ligeramente como pude al Hospital Vargas, hable con el policía de guardia y le explique lo que había sucedido. Rápidamente se acercó un interno y entre todos llevamos al doctor adentro; como en ese momento no había ningún médico en el hospital me fui a buscar al Dr. Luis Razetti, encontrándole en su casa. Al llegar al hospital un sacerdote que venía saliendo nos dijo que ya el Dr. José Gregorio Hernández había muerto” Este sacerdote era el presbítero Tomás García Pompa quien por muchos años ejerció como capellán del Hospital Vargas, fue él quien impuso al Dr. José Gregorio Hernández los santos óleos y le dio la absolución bajo condición. Médico – Científico – Venerable Del matrimonio formado por Benigno Hernández y Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros nació el día 26 de octubre de 1864 en el pueblito andino de Isnotú un niño al que bautizaron como José Gregorio, su padre se dedicaba al comercio y su madre a labores del hogar. Por línea materna este niño descendía del famoso cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien fuera confesor de la reina Isabel la católica, fundador de la universidad de Alcalá y un gran propugnador de la cultura en su época. Por la vía paterna José Gregorio se emparentaba con Francisco Luís Febres Cordero Muñoz, eminente educador y escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española. Su madre, una mujer muy devota falleció cuando él tan solo tenía ocho años pero dejo impregnada en la personalidad del infante una fuerte religiosidad. Al alcanzar la adolescencia se traslada a la ciudad de Trujillo para estudiar el bachillerato en el Colegio Federal de Varones. Su primer maestro, Pedro Celestino Sánchez quien regentaba una escuela privada en Isnotú, notaría muy pronto las habilidades e inteligencia del pequeño y hablándole a su Padre le señalo que debía aprovechar las cualidades del niño José Gregorio por lo que recomendó que lo enviara a la capital de la república. Con trece años cumplidos el joven estudiaba en el colegio Villegas de Caracas, allí obtiene en 1884 el título de bachiller en Filosofía. Cuenta Guillermo Tell Villegas regente del famoso colegio que José Gregorio era poco dado a jugar con sus compañeros y prefería pasar el tiempo libre en compañía de libros. A corta edad ya conocía a los clásicos y se auto impuso con mucha disciplina la obtención de una vasta cultura enciclopédica. A los 17 años ingresa a la Universidad Central de Venezuela para estudiar leyes pero el padre conociendo la natural inclinación de su hijo por ayudar a los demás lo anima a emprender la carrera de Medicina, este lo hace ingresando por Biología. Al graduarse de médico el 29 de junio de 1888, José Gregorio Hernández era dueño ya de inconmensurables conocimientos. Hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín; era filósofo, músico y tenía además profundos conocimientos de teología. Para cumplir con el requisito académico de ejercer los primeros años en la provincia se traslada por un año a la región andina radicándose en su pueblo natal. El 30 de julio de 1889 regresa a la capital para dar comienzo a una brillante labor científica. Ese mismo año el Presidente de la República, Dr. Juan Pablo Rojas Paúl decide enviarlo a hacer el postgrado en las universidades de París y Berlín con el objetivo de que estudiara teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental; para tal fin le fue otorgada una beca de 600 bolívares mensuales. Estando en Europa fallece su padre quien le deja en herencia algunos bienes que él de manera desprendida decide traspasar por completo a los hijos de su hermana Sofía. Regresa en 1891 para dedicarse a enseñar todo lo que había aprendido por lo que funda algunas importante cátedras en la Universidad Central de Venezuela. Su clientela crece día a día a la par que crecía su prestigio como científico llegando a tener la más amplia lista de pacientes en Caracas. En el campo filosófico Hernández se declara partidario del creacionismo imbuido por un fuerte espíritu religioso que lo llevaría años más tarde a intentar consagrarse al sacerdocio. En 1907 con 43 años cumplidos y luego de haber prestado importantes servicios a su patria, el Dr. José Gregorio Hernández conversa con el arzobispo de Caracas, el padre Juan Bautista Castro, su decisión de entregarse en cuerpo y alma a la vocación religiosa, este que por muchos años había sido el consejero espiritual del médico muestra ciertas reservas pues considera que aún eran muchos los servicios que podía prestar al país en su condición de científico. Finalmente decide aprobar su vocación y lo envía al convento de la orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta cercana al pueblito de Lucca en Italia. Allí luego de cumplir con los protocolos de admisión fue aceptado bajo el nombre de Hermano Marcelo y le fue asignada una de las celdas donde debía observar rigurosas normas y someter al cuerpo a constantes mortificaciones, entre ellas privarse de comer o beber por días enteros, evitar por completo el contacto con otros seres humanos incluyendo a sus propios hermanos religiosos, soportar temperaturas de varios grados bajo cero pues no podía procurarse en modo alguno ninguna forma de calor mientras estuviese en la celda como novicio. Todo esto llevo a que el ahora Fray Marcelo, pese a estar espiritualmente motivado a continuar tuviera que desistir pues su salud se vio gravemente comprometida. El padre superior D. Rene, considero entonces prudente el que Fray Marcelo volviera a ser el Dr. José Gregorio Hernández y que regresara por unos años a Venezuela hasta que recuperara totalmente su salud. Por esa razón, y contra su voluntad, el Dr. José Gregorio se vio precisado a dejar los hábitos y a abandonar la Cartuja de Farneta nueve meses después de haber ingresado en ella. Al llegar a Caracas fue nombrado Jefe del Laboratorio del Hospital Vargas, al final luego de dos nuevos intentos por dedicarse de lleno a la vida monástica tuvo que desistir por su debilidad corporal; decidió entonces llevar una vida simple y en oración al lado de su hermana Isolina y ayudando como médico a sus pacientes más necesitados. Así lo encontramos en junio de 1919 cuando este lamentable accidente le quitó la vida. Angelina Páez quien habitaba en el número 29 de Amadores a Guanábano fue testigo de excepción pues estaba asomada a la ventana de su casa al momento de ocurrir la tragedia, ella contaría que al momento de ser impactado por el carro, el Dr. José Gregorio exclamó: ¡Virgen Santísima! Y de inmediato fue a dar contra el poste. Como causa de la muerte se señaló fractura en la base del cráneo. El velatorio que en un primer momento la familia decidió realizar en la casa número 57 de Tienda Honda a Puente Trinidad terminó llevándose a afecto en el paraninfo de la Universidad Central de Venezuela donde miles de caraqueños acudieron a rendir sus respetos al querido y admirado médico. Su fama como filántropo y su conocida vocación religiosa quedó hondamente grabada en el sentir del pueblo que lo hizo objeto de culto y veneración atribuyéndole numerosos milagros ya no solo en Venezuela sino también en otros países de América Latina. En 1949 el Vaticano abrió un proceso de canonización y en 1986 le otorgó el grado de Venerable. Sus restos reposan actualmente en la iglesia de la Candelaria donde día a día recibe visitas de numerosos fieles. Referencias: HERNÁNDEZ Briceño, Ernesto. Nuestro tío José Gregorio Hernández: contribución al estudio de su vida y de su obra. Caracas, 1958 CORTINA Alfredo. Caracas, la ciudad que se nos fue. Ediciones El Nacional, Caracas 2002 SCHAEL Guillermo José. El automovil el Venezuela, apuntes para la historia. Ford Motors de Venezuela, Caracas 1982 (Edición especial para el Museo del Transporte)
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 04:52:03 +0000

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