El Origen del Papado por Moisés Pinedo Claramente la Biblia no - TopicsExpress



          

El Origen del Papado por Moisés Pinedo Claramente la Biblia no enseña que Pedro fue el primer papa, sino que fue uno de los apóstoles de Jesús (vea Pinedo, 2008a; 2008b). La pregunta que permanece es: “¿Cuándo se originó el papado?”. Ya que la Biblia no autoriza una jerarquía como el papado, enfocaremos nuestra atención en la historia para aprender cómo llegó a existir. Cuando Cristo estableció Su iglesia en el primer siglo (ca. 30 d.C.; cf. Hechos 2), “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores [i.e., obispos o ancianos] y maestros” (Efesios 4:11). Jesús nunca elevó a un obispo sobre otros, sino estableció un oficio ecuánime de servicio. Tristemente, el hombre se desvió del patrón bíblico original en busca de poder, honra y deificación. El primer indicio de esta desviación fue la distinción entre los términos “obispos”, “ancianos” y “pastores”—títulos que los escritores del Nuevo Testamento usaron intercambiablemente (e.g., Hechos 20:17,28, Tito 1:5,7, 1 Pedro 5:1-4). Al título “Obispo” se le dio más preeminencia, y se lo aplicó a un solo hombre a quien se le dio autoridad única sobre una congregación local, a diferencia de los obispos en el tiempo apostólico (cf. Hechos 14:23; 15:4; 20:17; Tito 1:5; Santiago 5:14). Pronto, el “Obispo” llegó a gobernar no solamente en una congregación, sino en una “diócesis”, varias congregaciones en un distrito o una ciudad completa (vea Miller y Stevens, 1976, 42). Con la influencia de Constantino (280-337 d.C.), quien hizo del cristianismo una “religión de poder”, los obispos afianzaron e incrementaron sus prerrogativas. Durante ese tiempo existían cinco metrópolis: Roma, Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Jerusalén. Roma en el Oeste y Constantinopla en el Este ganaron mayor prominencia a causa de sus ubicaciones (Mattox, 1961, p. 137). Mientras el poder del obispado crecía en estas ciudades, también crecía la polémica en cuanto a cuál de estas dos ciudades, y sus iglesias y obispos representantes, debería tener la supremacía. El 10 de octubre de 366, un hombre llamado Dámaso fue elegido Obispo de Roma. Dámaso fue un hombre enérgico que luchó por el pontificado contra su opositor Ursino, otro obispo elegido por un pequeño número de seguidores (vea “Dámaso I”, 1997, 3:865-866). Durante su pontificado, Dámaso luchó por confirmar su posición en la iglesia de Roma. También luchó por hacer que otras ciudades reconocieran la supremacía del Obispo de Roma sobre todos los demás obispos. Dámaso incluso aseveró que “la Iglesia de Roma tiene la supremacía sobre las demás, no porque así lo ha decidido el concilio [de Roma en 369 y de Antioquía en 378—MP], sino porque Jesús ha situado a Pedro por encima de todos, elevándole a piedra angular de la iglesia misma” (“San Dámaso”, 2005). A pesar de los esfuerzos de Dámaso por establecer la preeminencia de Roma y su pontificado, él no pudo terminar su obra. Después de su muerte en diciembre de 384, Siricio fue elegido Pontífice de Roma. Él tuvo menos educación que Dámaso, pero se adueñó de un nivel de autoridad que otros obispos no demandaron. Siricio reclamó autoridad inherente sin considerar las Escrituras. Demandó y amenazó a otros para ganar más poder. Fue el primero en referirse a sí mismo como el sucesor de Pedro (vea Merdinger, 1997, p. 26). Siricio murió el 26 de noviembre de 399. Sin duda, él y Dámaso fueron fuerzas principales en el desarrollo de una jerarquía eclesiástica universal. En 440, León I llegó al pontificado. Él se convirtió en un defensor ardiente de la supremacía del Obispo de Roma sobre los demás obispos del Este. En su declaración al Obispo de Constantinopla, señaló: Constantinopla tiene su propia gloria, y por la misericordia de Dios ha llegado a ser el asiento del imperio. Pero los asuntos seculares se basan en una cosa, y los asuntos eclesiásticos en otra cosa. Nada permanecerá que no esté establecido sobre la Roca que el Señor ha puesto en la fundación.... Tu ciudad es real pero no la puedes hacer Apostólica (citado en Mattox, 1961, pp. 139-140). La supremacía a la cual León I hizo referencia se basaba en la suposición que el Señor había exaltado a Roma, incluyendo a su iglesia y pontífice, sobre otras ciudades principales a causa de las tradiciones en cuanto a Pedro. Para ese tiempo se aceptaba como “hecho” que Pedro había sido el primer Obispo de Roma y que había sufrido martirio allí. Esas tradiciones, juntamente con la influencia evangelística de Roma en los primeros siglos, concedían a esta ciudad un “aura divina” que supuestamente la conectaba a la era apostólica y la distinguía de otras ciudades. Estas creencias influyeron grandemente en el desarrollo de una jerarquía en la iglesia. El 13 de septiembre de 590, Gregorio el Grande fue nombrado Obispo de Roma. Él fue otro defensor de la tradición petrina, y se proclamó “Papa” y “Cabeza de la Iglesia Universal”. Para el final de su pontificado, la teoría de la primacía de Pedro y del Obispo de Roma fue establecida firmemente. Finalmente, con la aparición de Bonifacio III en el trono papal el 19 de febrero del 607, se aceptó universalmente el papado romano. Bonifacio III solamente vivió unos pocos meses después de su elección. Muchos otros obispos siguieron su legado en la “carrera por la supremacía”. El apóstol Pablo escribió a los efesios: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (5:23, énfasis añadido). Así como debe haber solamente un marido con autoridad sobre una mujer, deber haber solamente una Persona con autoridad sobre la única iglesia. ¡Esa persona es Jesucristo!
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 04:16:47 +0000

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