El caballero de la armadura oxidada vio al fin aquello de lo que - TopicsExpress



          

El caballero de la armadura oxidada vio al fin aquello de lo que tanto se hablaba en la ciudad de Kathreftis. Desde hacia años, Kathreftis era la ciudad mas visitada al norte del rio Eno. Ahora ya sabia porque. El claro en el bosque se extendía como unos 10 discos de longitud. Casi 400 Rulari. Un claro tan grande que hacia parecer al bosque minúsculo. Era un día gris, y la lluvia caía sobre la capa negra del caballero haciéndola cada vez mas pesada. El suelo cambio de la suavidad de la tierra mojada y el humus, a la dureza del suelo empedrado. El empedrado se extendía como si de un océano se tratase, haciendo parecer al claro una gran plaza adoquinada en mitad del bosque. No había nada en aquel lugar, salvo un gran arco de piedra en mitad del claro. El arco, de estilo gótico, parecía antiguo y al mismo tiempo actual. El caballero observo que el lado izquierdo de este parecía estar a punto de derrumbarse ya que le faltaba 2 dovelas y la clave. Fue entonces cuando el caballero percibió a un hombre al otro lado del arco. No pudo ver su cara debido a la distancia, pero pudo ver que se trataba de un hombre desnudo, armado con una gran espada y un escudo oblongo. El caballero desenvaino su espada, haciendo rugir al acero. El metal despertó a los cuervos cercanos al lugar, que graznaron asustados ante lo que parecía un combate inevitable. El caballero cargo con la espada en alto y su escudo oxidado mirando al frente. Su grito de guerra se escucho como un relámpago en el claro. Su armadura herrumbrosa sonaba al correr, y podía escucharse cada pieza chirriar, pues a parte de los cuervos, no se oía nada mas en todo el claro. Cuando quedaba menos de un Rular para el choque, el caballero freno en seco su carga de forma brusca. Había percibido algo que antes no pudo ver. Se acerco al arco lentamente, con paso firme. El arco sostenía un gran espejo, y aunque el caballero ya había visto antes espejos, este le sorprendió de sobremanera. Nunca había visto uno tan grande y con tal pureza. Debía medir casi 3 discos, y su pureza y brillo eran magníficos. Kathreftis no tenia herreros famosos, y ningún herrero de mas allá de Kar alanar podría hacer tal pieza, y menos, mantener su brillo en mitad de un claro sin la ayuda de como menos 100 hijos de la gleba. Aun con todo ello, lo que mas le aterro fue que no reflejase el mundo. O eso creyó el. Se acerco al espejo para poder observar el reflejo con mayor detalle. En el, podía ver se así mismo, desnudo, sin yelmo y únicamente tapado por el gran escudo oblongo. El caballero se encontraba desconcertado. Había viajado hasta este claro para matar al mas vil de los monstruos, a ese que arruino su vida y llevo a la ruina su casa y su familia. Pero este, no se encontraba allí. Solo estaba el, y ese insólito espejo. Ante tal visión, y por la duda de que el espejo fuese una trampa, el caballero se decidió a actuar. Soltó su gran escudo y alzo con ambas manos su espada bastarda y miro al espejo con los ojos de aquel que no comprende. El hombre del reflejo le sonrió, como un viejo amigo al que hacia tiempo que no veía. Sonrió y preguntó: ¿Sois vos el monstruo que vengo a... No pudo terminar la frase. La espada golpeo el espejo con tal virulencia que se pudo sentir el resquebrajar en la mismísima Kathreftis. Su hoja, ancha como el brazo de un tabernero, golpeo el reflejo destrozando así el gran espejo. El arco cedió, y el espejo se desmorono como si de agua estuviese hecho. Al final, solo quedo una pila de rocas, y entre ellas, trozos de un metal negro que ya no reflejaban nada. El hombre desnudo se encontraba ante la pila, pensando en su próximo movimiento. Había venido a destruir un gran monstruo y no lo había encontrado. Aun le quedaba una gran subida en aquella montaña y no se rendiría así como así. Aun le quedaban el escudo de su padre y la espada de su abuelo, antaño grandes guerreros, huestes de un gran rey. Antes de marchar miro a tras preguntándose si aquel caballero extraño que se reflejaba en el espejo, y que llego a el desde el bosque, seria su propio reflejo o un monstruo más. El caballero no llego a quitarse el yelmo, ni medio palabra. Nunca sabría la verdad, y siempre la sabría.
Posted on: Wed, 17 Jul 2013 13:19:47 +0000

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