El día en que me echaron ácido en la cara Domingo, 23 Junio 2013 - TopicsExpress



          

El día en que me echaron ácido en la cara Domingo, 23 Junio 2013 05:59 Escrito por FRANCISCO ARGÜELLO El día en que me echaron ácido en la cara Dana vive en Neiva, trabaja en una IPS y quiso desnudar su historia para LA NACIÓN y la revista Gente. Su ex esposo, quien al parecer ordenó rociar ácido en su cara en un barrio de Bogotá, anda libre, nunca pagó cárcel. “Ahora que estás como un monstruo, solo serás mía…”, le dijo. “Barrio: Fontibón, Bogotá, Ese es el sector por donde no quisiera volver a caminar nunca, la misma zona donde ocurrió mi tragedia, donde me lanzaron ácido en el rostro, un líquido que oscureció mi vida y destruyó mi autoestima por varios años. Me llamó Dana (nombre cambiado), soy neivana, 30 años, una mujer que sobrevivió al dolor físico y moral del ácido en Colombia. “Me lo lanzó una mano blanca, larga. Así la vi a través de mi reflejo. Mi hijo de nueve años (en la época de 4) y quien iba conmigo ese día (30 de junio de 2007), dice que fue una mujer alta, blanca, delgada. Prefiero no indagar porque para qué. “El día de los hechos la última frase que escuché antes de la tragedia salió de la boca de Andrés, mi ex esposo. ‘Tan bonita que está y cómo va a quedar’, me dijo. Sus palabras me quedaron sonando, pero no pensé nada raro, nada malo, pese a que nuestra relación sentimental no estaba bien por esos días. “Salí a tomar el bus. Y mi ex compañero sentimental (11 años mayor que yo), y con quien había terminado mi relación de cinco años, me acompañó. No sé por qué quiso hacerlo, pero lo hizo. “En la carrera 99, entre calles 19 y 20, él se quedó en un costado de la vía, se despidió de mí y yo crucé la acera. Lo observé cuando me señaló, pero no creí que fuera algo tan horroroso. Recuerdo una mano que rozó el lado izquierdo de mi cara, tenía una taza de cristal. Los momentos fueron fugaces, rápidos. Pensé que alguien se le había regado agua. Sin embargo, un líquido moja mi cara, sentí una sensación extraña y me empezó un ardor desesperante en mi rostro. “Quería rascarme, correr, tocarme mis mejillas, mis ojos, no sabía lo que ocurría y en un segundo pensé mil cosas. Gritaba, pedía que me llevaran a un médico, quería ir a un hospital de urgencia porque sabía que lo mío no era normal. Mis ojos, mejillas, la frente, nariz, pómulos, labios, pecho y brazos, se vieron lesionados por el extraño líquido que, de momento, no sabía era ácido. “Mi ex esposo, quien fue testigo de lo ocurrido desde la otra acera, decidió pagarme un taxi y trasladarme hasta el Hospital de Fontibón. Nunca supe si lo hizo por pesar, arrepentimiento o porque quería desviar la atención. Enviar “Quería morirme, mientras me ingresaron a urgencias. Me sentía impotente, desesperada, pedía a gritos que llamaran a la policía, mientras los médicos me atendían. Lloraba mucho, me sentía extraña, sabía que ya no era la misma. A los médicos les decía que el presunto responsable de mi agresión estaba ahí en el hospital, permanecía afuera esperando. Es decir, mi ex pareja. “Llegó un policía, me observó y me preguntó que para qué necesitaba la justicia. Insistía en que el agresor estaba afuera. En el fondo, por lo que me dijo mi ex esposo minutos antes de los hechos y por la forma cómo sucedieron las cosas, me hicieron pensar que era él. “El policía salió a urgencias, habló con mi ex compañero y regresó. ‘Usted sí es terrible, el señor está ahí, angustiado, esperando verla, esperando saber cómo está. Le está cuidando su hijo y usted lo que dice…”. “Deje así, fue lo único que le respondí. Quería recuperarme, ser normal. A él le escucharon su versión, nunca lo retuvieron, jamás pagó por lo ocurrido. A mí me pidieron pruebas en contra de él, pero era imposible. No tenía cómo hablar, cómo conseguirlas, estaba recuperándome. “Ocho días después de permanecer hospitalizada, mi ex esposo me llamó al celular y dijo: ‘Ahora sí, como un monstruo, quién la va a voltear a mirar. Ahora tendrá que vivir conmigo…’. No pude responderle bien, quería decirle mil cosas, me sentía muy afectada. “Me operaron dos veces y tres meses después me practicaron la segunda cirugía. Era tal vez la más difícil: iban a abrirme los parpados del ojo izquierdo, un procedimiento estético que no lo cubría el Plan Obligatorio de Salud. “Desde ese instante empezó otra tormenta. Me quedé sin trabajo, seguía en un hospital, no tenía dinero ahorrado y los gastos en adelante. Cuando me miré “Mes y medio después de permanecer hospitalizada pude ver el sol por primera vez después de la quemada con ácido. Ese día fue muy duro, un momento que jamás podré olvidar porque me vi en un espejo. Era encontrarme con mi nueva realidad, con mi nuevo rostro. Mi piel, cuidada desde niña, ya no era igual. “En realidad, cuando me vi estaba en casa. Aunque pensé que el daño podría ser peor, no lo era. Los espejos, colgados en las paredes de mi hogar, volaron. No quería verme más. “Mi hija de tres años no quería verme más. Se veía asustada cuando me miraba. Decía que yo no era su mamá. Mientras tanto, yo permanecía con gafas, bajo atención médica y vendada. La niña se fue a donde sus tías, mientras yo me recuperaba. Cuatro meses después me aceptó con mi nueva cara. “No salía a la calle, no recibía llamadas telefónicas, no quería a nadie en mi casa. Odiaba las visitas. Y más de curiosos que querían verme. Vivía acostada, escuchando música, pensaba y lloraba a toda hora. “Un año después de estar enclaustrada, encerrada en mi casa, dije no más. Y opté por salir porque no podía morirme. Salí con chal para para ocultar las secuelas en mi pecho y algunos me miraban rara, extraña, pero ya. No daba la oportunidad para que me preguntaran por lo ocurrido. Mis gafas oscuras, no podían faltar. Ni siquiera ahora me las quito. “Cinco cirugías me han practicado con ayuda de mi familia y amigos, pero me faltan otras tantas, especialmente en los ojos, intervenciones que no las cubre el POS. Lo que más deseo es terminar mi recuperación. “Estoy contratada como auxiliar de una IPS en Neiva gracias al apoyo de la Alta Consejera para la Mujer, Cristina Plazas Milchelsen. Valgo por mi trabajo y quisiera seguir contratada no por lo que me ocurrió, sí porque soy buena en lo que hago. Quiero trabajar, ganar mi propio dinero y costearme mis cirugías para acercarme cada vez a lo que era. ¿Y la ex pareja? “De mi ex pareja no volví a saber hasta noviembre del año pasado. Busqué su número de celular con un familiar, le marqué y le dije que no me interesaba su vida. Solo que llamara, estuviera pendiente de mis tres hijos. Él es el padre y no podía negárselo a ellos, quienes lo reclamaban insistentemente. Los psicólogos así me lo recomendaron. “Él llama a sus hijos esporádicamente, pero no les colabora con recursos económicos. La justicia jamás lo investigó. Lo demandé ante la Fiscalía en Fontibón, pero no prosperó. Querían que llevara pruebas de donde él habría comprado el ácido, a quien había contratado, pero no era fácil. Les dije que era su trabajo y debían hacerlo ellos. “A mis hijos no les hablo mal del papá, les digo que no pudimos convivir y ya. Prefiero que tengan un buen recuerdo de él y sé que con los años sabrán lo que me ocurrió y las razones por la cual decidí romper mi relación sentimental. Les explico que cometió un error porque estaba desesperado, enojado, seguramente celoso, aunque no le daba motivos. Y si me preguntan si lo perdoné, les digo que sí, pero que no quiero volverlo a ver. “En realidad, mi corazón está sano, limpio, mis heridas sanaron y pido a Dios por él. El odio no conduce a nada. Hoy soy una mujer feliz, sigo delineando mis ojos, mis labios, me aplico mis polvos y como siempre cuido mucho mi cabello porque me gusta vivir arreglada. Mis gafas no pueden faltar porque protegen uno de mis ojos afectados con el ácido. “Algunos me preguntan donde trabajo qué me pasó y les cuento. No veo lío porque mi historia debe servirle a muchas mujeres, víctimas del ácido, para que salgan adelante y se superen. Tengo novio, llevamos varios años y estoy enamorada. Él es muy especial, bailamos mucho. “Me duele cuando veo en los noticieros informaciones de mujeres quemadas con ácido. Se han vuelto muy comunes y eso no está bien. Nadie, sino uno, sabe el dolor, la impotencia, el desespero que se siente cuando no su rostro cambia y no vuelve a ser el de antes. A ellos les pido que por favor no lo hagan, que piensen en sus madres, hermanas, hijas. Esto no se lo deseo a nadie”.
Posted on: Tue, 23 Jul 2013 12:40:53 +0000

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