El escenario Ocultamientos y suspicacias que suman - TopicsExpress



          

El escenario Ocultamientos y suspicacias que suman incertidumbre Por Carlos Pagni | LA NACION Ver perfil inShare El 23 de junio de 2011, en una visita al Instituto Leloir, Cristina Kirchner se derrumbó sobre el piso, lo que le dejó un tajo en la cabeza. Unas 48 horas más tarde, reveló que Amado Boudou la secundaría como candidato a vicepresidente en las elecciones de ese año. Durante el anuncio comentó que, en el momento de la caída, la diputada María Laura Leguizamón le había advertido: "¡Es una señal, es una señal!" Ella coincidió. Creyó que había establecido una misteriosa vinculación con su esposo: en el Leloir se encontró con el médico que había atendido a Néstor Kirchner el día de la asunción del mando, cuando también él se cortó la cara por un golpe. Si no hubiera tomado por la vía de la superstición, la Presidenta podría haber interpretado la "señal" de otra manera. Los tropezones, cada vez más frecuentes , terminaron provocándole un problema de salud que convierte a la selección del compañero de fórmula en una decisión más trascendente. Sobre la política pesa una incógnita médica agigantada por el deterioro de Boudou: ayer la Casa Rosada, consciente del riesgo electoral al que se somete, intentaba disimular el interinato del vicepresidente como un mero trámite burocrático. La salud presidencial está rodeada de gran ocultamiento. Anteanoche los médicos de Olivos informaron que la señora de Kirchner tiene un hematoma en el cráneo, derivado de un traumatismo ocurrido casi dos meses antes, sobre el que ellos no habían informado nada. De modo que la novedad no fue una: fueron dos. Ahora se conoce que el 12 de agosto la Presidenta ingresó al Sanatorio Otamendi no, como se dijo entonces, para un examen ginecológico de rutina, sino porque se había desplomado una vez más. Aunque desde Olivos no lo hayan consignado, se sabe que en esa oportunidad la atendió el prestigioso Armando Basso, neurocirujano del Otamendi. ¿Era la primera vez que la veía? Algunos especialistas comentan que, después del percance del Instituto Leloir, a Cristina Kirchner se le realizaron estudios a través de los cuales se habría detectado una afección leve en el lóbulo frontal, conocida como síndrome de Moria, cuya principal manifestación es la desinhibición. Con independencia de esta versión, hay un interrogante más elemental que carece de respuesta: ¿por qué la Presidenta sufre esas caídas? ¿Cómo se vincula el hematoma que le descubrieron con el malestar circulatorio que la llevó hasta la Fundación Favaloro? ¿Cuál es la situación anímica de una persona sometida a un gran estrés profesional, que soporta desventuras personales desde comienzos del año 2010? Varios dirigentes del oficialismo coincidían ayer en que Cristina Kirchner ha prestado mucha atención a sus estados emocionales en el último año y medio, tanto que llegó a consultar a una prestigiosa psicóloga chilena. Las mismas fuentes indican que desde el nacimiento de su nieto se la ve mucho más entusiasmada. A propósito: desde dos semanas atrás estaba muy contenta porque el papa Francisco le había ofrecido bautizar a Néstor Iván en Roma. La salud de los gobernantes siempre inspira hipótesis conspirativas. Ocultar la fragilidad del que manda es una forma de conservar el poder. Pero en el caso de la señora de Kirchner las suspicacias se alimentan en circunstancias objetivas. Por ejemplo: el sábado el Gobierno volvió a impedir que se encargaran de informar los facultativos que la atendieron; la opinión pública conoce la situación clínica de la jefa del Estado a través de partes suscriptos por los mismos médicos que escondieron contratiempos anteriores. Además, la propia familia presidencial ya tuvo experiencias desafortunadas con Luis Bonomo y su equipo: Néstor Kirchner se descompensó en El Calafate sin que hubiera una guardia para asistirlo, y a su esposa la operaron por un cáncer de tiroides que, después se supo, no tenía. Las interpretaciones sobre las perspectivas terapéuticas de la Presidenta fluctuaban anoche entre dos extremos. Los funcionarios, y también varios especialistas, le quitaban al caso todo dramatismo. Por eso llamó la atención que una versión indicara que se estaba analizando un eventual consulta con un centro médico de Houston. Estos antecedentes siembran dudas sobre lo que los funcionarios comunican. Hay una razón para despejar la incertidumbre: Cristina Kirchner está en manos de un profesional reconocido, Facundo Manes, que, además, tiene poco que ver con su Gobierno. Un detalle: el último 4 de mayo, cuando Ernesto Sanz convocó al radicalismo en Parque Norte, Manes fue uno de los tres oradores del almuerzo. A la incógnita médica hay que agregar, desde anteanoche, otra de carácter administrativo. ¿Qué consecuencias tiene la licencia de quien concentra en sus manos todas las decisiones del Gobierno? Esta pregunta, siempre válida, es más urgente desde hace algunos meses: problemas cada vez más desafiantes son abordados por un gabinete cuya desarticulación es creciente. Los últimos días se multiplicaron los desaguisados en las tres áreas más problemáticas de la gestión. El dilema cambiario -que incluye el blanqueo de divisas, la crisis de financiamiento, la pérdida de reservas y la aceleración inflacionaria- desató una guerra interna entre los miembros del, por llamarle de algún modo, equipo económico. Desde el seno de ese grupo se filtran versiones sobre cambios: Marcó del Pont por Lorenzino, Fábrega por Marcó del Pont, Moreno por Fábrega. Enroques triviales que prometen una continuidad más accidentada. El frente energético también vira al surrealismo: Miguel Galuccio viajó a Madrid para hablar de una deuda con Repsol cuyo titular no es YPF S.A., sino el Estado nacional, y fue recibido por José Manuel Soria, que es un ministro del gobierno de España y no un representante de la acreedora, que es una petrolera privada. Sergio Berni irrumpió en la feroz disputa entre el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, y Máximo Kirchner: con la Gendarmería trasplantada al conurbano, y contra lo que establecen la ley de defensa y el sagrado garantismo oficial, el teniente coronel Berni mandó al Ejército a desalojar unas tierras en Río Gallegos, sin que el ministro del ramo, Agustín Rossi, ni los organismos de derechos humanos, abrieran la boca. La Presidenta ingresa en el reposo dejando del otro lado de la puerta a un gabinete viciado por la indisciplina. Las zancadillas judiciales de un funcionario contra otro están a la orden del día. A Dios, a ella, ¿a quién más tienen "miedito" los ministros? ¿Boudou está en condiciones de poner orden? La tercera incógnita que apareció anteanoche es electoral: ¿qué efectos producirá sobre las campañas la fragilidad de la Presidenta? El curso que tomó la vida pública a partir de su viudez es un término de comparación inevitable. La cirugía de tiroides, que determinó el destino de los subterráneos, es un antecedente más liviano. ¿Provocará la señora de Kirchner la misma corriente de empatía a partir de esta otra desgracia? La oposición no quiere dar un paso sin resolver ese problema. Para los encuestadores, un festín. Sergio Massa ayer deliberó con su equipo sobre el camino a seguir. Fueron interesantes los comentarios de Darío Giustozzi, el intendente de Lomas de Zamora: aportó detalles sobre los hematomas en el cráneo, porque su mujer padeció uno. Massa decidió esperar a que muevan las blancas. Quiere ver la actitud de Daniel Scioli e Insaurralde. Desde la derrota frente a Massa, Cristina Kirchner se apartó del proselitismo bonaerense. Ahora que es mayor y es obligada, esa distancia cambiará de significado. ¿Obtendrá el kirchnerismo un beneficio? En este punto la comparación con el trauma de la muerte de Kirchner puede ser engañosa. En octubre de 2010 -Eduardo Fidanza fue de los primeros en detectarlo-, la imagen del oficialismo llevaba un semestre de recuperación, de la mano de una economía que salía del subsuelo y estaba lejos de alcanzar el pleno empleo. A pesar de la derrota del año 2009, el kirchnerismo no enfrentaba una competencia organizada. Ausente Kirchner, la Presidenta cerró el féretro y ocupó, solitaria y vestida de negro, el centro del poder. El panorama de hoy es muy distinto. La Presidenta no entra, sino que sale de escena. Su lugar es ocupado por Boudou, una de las figuras más desprestigiadas de su elenco. El Gobierno, que en 2010 revertía una declinación, ahora protagoniza una derrota en cámara lenta. Por ejemplo: los números que maneja Scioli auguran que el fracaso bonaerense quedará envuelto en un resultado nacional peor que el esperado. Por eso él los divulga. Contra lo que ocurría tres años atrás, el kirchnerismo no se ofrece a la sociedad como un recurso político sin alternativa. Y la diferencia crucial: este trastorno neurológico aparece cuando quedó descartada cualquier posibilidad de reelección. El infortunio de la Presidenta es recurrente. Pero el cambio de contexto le plantea un nuevo reto: deberá conseguir que su retiro no sea visto como una metáfora de su declive. Que los achaques de su cuerpo no se interpreten como el agotamiento de su política. Porque, como se sabe, la gente tiende a ver señales aun donde no las hay. Debido a la sensibilidad del tema, esta nota queda cerrada a comentarios..
Posted on: Mon, 07 Oct 2013 11:07:58 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015