El peor de los defectos de la filosofía contemporánea, especialmente en su producción académica-literaria, es la obediencia a cierto mandato que nace a partir de un sentimiento de derrota de la fe en la razón; los discursos filosóficos de quienes critican al sistema, de quienes aun tienen algo que decir que no sea "calla y cómete la mierda del capitalismo global", de quienes aun suponen que el ser humano es un ser que ha obtenido su jerarquía de "ser libre" y autoconsciente a través de un largo y penoso camino evolutivo e histórico, en fin, de todos los pensadores que no son meros agentes al servicio de la imposición forzada de una ideología que pretende hacer creer que la existencia es la mera carrera irreflexiva hacia la obtencion de algún placer efímero por medio del consumo de lo que se expone en el mercado; esta obediencia a ese mandato, es la que supone que la producción filosófica sólo se justifica si se practica desde la intrincada coordenada autoreferencial de las redes discursivas de la "neo-sofistica" posmoderna. De esta forma, discursos que efectivamente tienen para criticar y para expresar grandes realidades existenciales devienen en telarañas conceptuales oscurantistas en donde se nota claramente la impronta artística que se le ha impuesto a la producción filosófica. El abuso de la metáfora, la utilización indiscriminada de conceptos que nacen desde ambitos no filosóficos (una de las cosas a las que acusa por ejemplo Alan Sokal con el "Transgressing the Boundaries") y la siempre autoreferencialidad, entre otras cosas, se convierten en un verdadero atentado a lo que debería ser el mayor logro de la filosofía en su historia: la posibilidad de democratización a grandes escalas sociales de la práctica filosófica. Pensadores con buenas ideas y buenas críticas, terminan siendo una especie de sub-género de literatura para el deleite de grupos reducidos de "intelectuales" que parecen ser los únicos capaces de tolerar tanto artilugio lingüístico y tanta intención de enmascaramiento y de "capacidad filosófica". La influencia nefasta de Heidegger, y la muy mala verdad que decreta el principio del utilitarismo que resa que toda producción tiene valor de mercado, convierten a los filósofos profesionales en algo así como bufones de este tipo de "pre-concepto" de lo que debería ser la producción filosófica, logrando que algunas cuestiones que debieran ser de conocimiento masivo, terminen encriptadas en redes discursivas de poco valor como verdades sociales. El cambio exige sobre todo que el público deje de valorar este tipo de producciones y exija a los pensadores filosóficos la mayor simpleza y honestidad en sus obras.
Posted on: Tue, 27 Aug 2013 03:15:46 +0000
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