El restorán popular está colmado de obreros de la construcción. En los setentas, la gran actividad pinamarense se hallaba en pleno apogeo y ese comercio resolvía el almuerzo de los trabajadores, en tanto abrían otras casas con sus ofertas de rotisería y minutas. Una niña adula a su tía mientras ésta acomoda los postres en la heladera industrial. Ella, una morocha muy atractiva, contesta con regocijo las frases de la pequeña de cuatro años, a sabiendas que todo el público escucha, y algunos hasta avalan los dichos amorosos, valorando tanta belleza femenina de veinticinco años: -Tía, vos sos la más linda de todas las tías. -Gracias, mi amor. Y tú la sobrina más hermosa. -Tu pelo es el más suave y brilloso, tía. -Gracias, mi vida. Tu pelo es precioso también. -Me gustan tus zapatos de tacos, tía, te quedan hermosos. -Sí, son lindos mis zapatos. Siempre quise tener unos así, mi amor. Ya vas a usar unos como éstos cuando seas mayor. -Sí, tía, porque yo quiero ser como vos, cuando sea grande. Todo el mundo sigue el diálogo, en tanto devora con fruición su plato caliente de guiso con lentejas, hasta que la carcajada popular atraviesa el gran comedor comercial: -Tía sos la más hermosa y flaca, la más linda de todas las tías, pero, ¿te tirás cuetes?
Posted on: Sun, 27 Oct 2013 10:14:21 +0000