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"Es difícil vivir sin opio después de haberlo conocido porque es difícil, después de haber experimentado el opio, tomar en serio la tierra. Y si uno no es un santo, es difícil vivir sin tomar en serio la tierra...." {Jean Cocteau, Opio, 1930} Siempre me ha fascinado el opio viste esa debilidad que tengo con este tipo de cosas, una droga con un contenido sensual y una áurea onírica singular. Una droga de otras épocas, de un mundo distinto, encorsetado en unos convencionalismos sociales y unos tabús que fácilmente se mancillaban. Cruzar la línea de lo prohibido era mucho más tentador que ahora, época de grandes libertades y progresismo barato, Mundo vano el que nos toco vivir. A finales del siglo XIX y principios del XX el opio intoxicó con su magnetismo a personas de todas las condiciones, abogados, ricos terratenientes, bohemios, o mugrientos pordioseros, todos ellos alienados en camillas roñosas y rodeados de una niebla narcótica de felicidad irreal. No debe pensarse en la vida con la mente, sino con el opio”. {André Malraux, ‘La condition humaine’} El opio, gracias a su ingrediente activo, la morfina, adormece el dolor, produce júbilo, induce al sueño -por eso fue utilizado como calmante infantil- y reduce las aflicciones. En el siglo XIX era el ingrediente primario de incontables medicinas de patente que se utilizaban para aquietar a los bebés llorones, calmar los nervios destrozados y restaurar una apariencia de salud a millones de personas. Lo cierto es que el opio era un reclamo popular en la incipiente publicidad de la época. La moda del opio que alarmó a gobiernos y ciudadanos se alargó durante casi un siglo. El “sagrado jugo de la amapola” llegó a Occidente alrededor de 1850 traído de China por los viajeros y marineros europeos y los inmigrantes chinos. Dotado de un aura sin igual de decadencia oriental atrajo por igual a escritores, artistas y gente rica como a marineros, prostitutas y gente a la deriva, vamos, los márgenes de la sociedad por arriba y por abajo. En realidad, el espíritu de aventura y curiosidad que dio a la mente el siglo XIX la libertad de experimentar con lo desconocido, provocó una reacción que se manifestó en el arte y la literatura. Pero la historia del opio viene de muy lejos: hay pocas dudas de que la adormidera fue utilizada y comercializada durante milenios por todo el Mediterráneo, el Cercano Oriente, el Asia Menor y la Europa Occidental como una planta de múltiples beneficios, que daba alimento, forraje, aceite y combustible. Su relación con la literatura se inicia también muy pronto con un pasaje de la Iliada de Homero en la que Helena de Troya adereza cierto vino con nepenthes, “una droga que tenía poder contrario al aguijón de la aflicción y la ira al desvanecer todas las memorias penosas”. Más tarde el mismo Ovidio, prócer del latín clásico, aludía a él en sus Fasti (Fiestas): "Su semblante calmado adornado de amapolas, trajo la noche, y en su séquito trajo sueños oscuros.." Científicamente la magia de la amapola viene de la morfina, el principal ingrediente activo del opio. Friedrich Wilhelm Sertürner aisló la morfina y publicó sus resultados en 1805, y su popularización irrumpió en pleno siglo XIX con la invención de la aguja hipodérmica funcional por parte del doctor Alexander Wood en 1853. Al actuar como analgésico y aliviar el dolor, la morfina bloquea los mensajes de dolor al cerebro, produce euforia y amortigua las ansiedades y tensiones. También suprime la tos, estriñe al inhibir el flujo de jugos gástricos, retarda la respiración y dilata los vasos sanguíneos de la piel....
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 06:17:39 +0000

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