Esa noche del 30 de abril del 2010, recibiría a G. y E. en casa. - TopicsExpress



          

Esa noche del 30 de abril del 2010, recibiría a G. y E. en casa. Desde muy temprano había comenzado a preparar la velada: la elaboración del menú, la selección de los alimentos en el mercado de Montreuil, la vajilla y su disposición en la mesa, la música que escucharíamos, los libros que les mostraría, la presentación de los platos,… todo tenía que estar preparado con el gusto, el placer y el cuidado que aprendí de mis padres cuando recibíamos a alguien especial en casa. Fue en esa noche, a partir de una extraordinaria conversación y por el estimulo y apoyo de los que se convertirían en amigos muy queridos y protectores, que nació la idea de este proyecto… En aquel momento estaba en plena producción de mi obra sobre las casas de García Lorca, y so pena que Federico se pusiera celoso, tuve que guardar la idea durante poco más de un año para poder comenzar a realizarla. La Casa Azul rondaba mi pensamiento desde la primera vez que leí acerca de Frida Kahlo durante mis iniciales estudios de Artes en la Reverón*. Después de casi veinte años admirando a la artista y su mundo, tuve la oportunidad de entrar en aquella casa mítica, de estudiarla, de indagarla, de pintar su memoria… tarea difícil, que exigió ante todo respeto, humildad y compromiso por tratarse de Frida y por todo el peso intelectual de los cualitativos estudios hechos sobre ella. Pero se trataba también de una tarea incitante, apasionante y sorprendente. Fue con el rigor extremo y el deleite vertiginoso del hacer creativo con el que fui realizando este proyecto. Investigación y concepción. Intención e intuición. Transpiración e inspiración. Comenzó con el levantamiento de la bibliografía y la búsqueda incansable de libros casi extintos, como la primera publicación sobre el Museo Casa Azul impreso en 1968 en ocasión de los Juegos de la XIX Olimpíada en México. Luego con el estudio de los más relevantes historiadores sobre la artista, cuyas lecturas son imprescindibles en cualquier proyecto serio sobre el tema: Hayden Herrera, Marta Zamora, Prignitz-Poda, Raquel Tibol, Salomón Grimberg y, más recientemente, la biografía publicada de Isolda P. Kahlo, por citar algunos. Luego de haber establecido comunicación con el Museo Frida Kahlo y haber solicitado los permisos previos para estudiar la casa y los archivos, viajé a México en septiembre del 2012. Fue el primer contacto directo con una cultura que se había filtrado en mi infancia. Fue el primer contacto con Coyoacán, con la corporeidad de la casa, con sus muebles y objetos, con su espacio físico, sus cuartos, sus jardines, y algunos de los tesoros de los archivos. Desde el inicio se hizo evidente la necesidad de llevar un cuaderno de estudio, un soporte de anotaciones y reflexiones, de esbozos e ideas, de donde surgieron todos los dibujos preparatorios, que dieron finalmente paso a los óleos. Sin embargo, fue largo y lento el camino antes del primer trazo: mucho por estudiar, por conocer, por deducir. Fue arduo, y por momentos doloroso, el tiempo de la producción: dudas, desesperanza, aislamiento, incomprensión, agotamiento, decepción, desamparo. Pero a cada pequeño hallazgo y obra finalizada, la energía se renovaba y me impulsaba a continuar. Muy lejos de romanticismos, me percaté que el hacer artístico, cuando es realizado por una convicción profunda e interna, es un ejercicio de extrema soledad. Estudiar y pintar se hacen más que nunca, actos de resistencia. En tiempos en el que se habla de arte contemporáneo, lo más esencial del proceso creativo se ha vuelto tabú, dando paso a un discurso exacerbado conceptualmente y extraordinariamente vacío. Un tiempo en el que la creación se confunde con la productividad a merced de un sistema que devora y devuelve artistas, tendencias, lenguajes y conceptos de manera arbitraria e indiscriminada, un sistema del que Frida, sin duda alguna, tendría repudio. Lo que presento a continuación son las dos primeras partes de un proyecto más extenso, que ha nacido de una voluntad empecinada, que ha resistido a algunos desalientos y que se ha nutrido de algunos aciertos con el apoyo de personas invalorables. El proyecto toca la historia de la casa de la calle Londres c/ Allende en Coyoacán, conocida posteriormente como La Casa Azul – Museo Frida Kahlo. En la cronología de esta casa he distinguido tres momentos fundamentales. La primera parte (de 1907 a 1925) está constituida por la infancia-adolescencia de Frida, sus memorias y las memorias de sus padres y hermanas. La segunda (de 1925 a 1937), se inicia con el accidente, pasando por el matrimonio con Diego (cuando Frida sale temporalmente de la casa), hasta la llegada de Trotsky con la primera reforma de la casa. Y la tercera parte (de 1937 a 1954), desde su vuelta a la casa de manera más definitiva hasta su muerte, transitando por el segundo matrimonio con Diego y por las diferentes reformas de sus espacios consecuentes con la necesidad de la pareja y el estado de salud de Frida. En esta publicación y en la exposición en el Institut Français de Madrid, he decidido presentar el resultado creativo de los dos primeros períodos separados del último. Considero que esos primeros años constituyen los más desconocidos de la casa, tanto por la relativa escasez de documentos y fotografías que la registran en esa época, como por las diversas reformas que cambiaron completamente su identidad a partir de 1937. Las fotografías de la casa a partir de ese año reflejan el esplendor mexicano de una época y de una artista sin par, sin embargo, retratan una casa que en nada se asemeja a la de la época de sus padres, en la cual Frida creció y se formó como ser humano. Tal vez uno de los mayores desafíos en estas dos primeras partes, haya sido el de pintar la memoria de una casa que dejó tan pocos rastros y que, no obstante, marcó tanto a su principal habitante. El proyecto no ha acabado. El resultado relativo al tercer período (1937-1954) se encuentra aún en proceso y está programado para ser presentado entre 2014 y 2015, en una futura exposición y publicación. Antes de concluir, me gustaría advertir que soy artista plástico y no historiadora. Admiro y respeto a los investigadores de esa área. Si he tenido el rigor de un estudio previo y paralelo a la creación, está vinculado, en mi caso, a una cuestión ética y estética, en el sentido más profundo de los términos, y no a una pretensión inconsecuente e irresponsable de querer ser una profesional en un área que no es la mía…. Me rijo ante todo por una sincera necesidad creativa y porque creo que la pintura es un lenguaje contemporáneo que constituye una herramienta estética y sensible para conocer y entregar algo, que no pudiéramos ni comprender, ni dar de otra forma. Acostumbro decir, en repetidas ocasiones, que es a partir de lo particular que tocamos lo universal. Esta ha sido una búsqueda personal a través de Frida, y una búsqueda de Frida a través de mis propias cuestiones personales. * Instituto Universitario de Estudios Superiores en Artes Plásticas Armando Reverón (IUESAPAR), Caracas, Venezuela.
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 15:16:26 +0000

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