Escena del Ático desde el punto de vista de Will (Ángel - TopicsExpress



          

Escena del Ático desde el punto de vista de Will (Ángel Mecánico) II Ella empezó a alejarse, pero Will no la dejó ir; se estaba ahogando, quieto, ahogándose, y no podía dejarla ir. Giró su pequeña mano derecha sobre la suya. Tuvo el deseo más fuerte de llegar a ella completamente, de empujarla contra él y tenerla entre sus brazos, de acompasar su delgado y fuerte cuerpo con el de él. Dobló su cabeza, agradecido de que ella no pudiera ver su cara así como la sangre le sonrojaba las mejillas. Sus guantes estaban andrajosos, rotos dónde ella había agarrado las esposas de su hermano. Con un toque de sus dedos, él abrió los botones de perlas que mantenían el guante cerrado, dejando al descubierto su muñeca. Él podía oírse a sí mismo respirando. El calor propagándose por su cuerpo - no el calor artificial de la enfermedad vampírica, sino el rubor natural del deseo. La piel de su muñeca era pálida, traslúcida, las venas azules visibles debajo. Podía ver el aleteo de su pulso, sentir el calor de su respiración contra sus mejillas. Acarició la suavidad de su muñeca con las yemas de sus dedos y medio cerró los ojos, imaginando sus manos en su cuerpo, la lisa piel de los brazos, la suavidad de sus piernas escondiéndose debajo de la falda voluminosa. “Tessa,” dijo, como si ella tuviese la más mínima idea del efecto que estaba teniendo en él. Otras mujeres lo sabrían, pero Tessa no era una de ellas. “¿Qué quieres de mi?”. Yo - Quiero entenderte, suspiró ella. El pensamiento era muy aterrador. “¿Es eso necesario?” “No estoy segura de que nadie te entienda,” respiró, “excepto posiblemente Jem”. Jem. Jem se dio por vencido tratando de entenderlo hacía mucho tiempo, pensó Will. Jem era un ejemplo de cómo puedes querer a alguien completamente sin entenderlo en absoluto. Pero la mayoría de las personas no eran como Jem. “Pero a lo mejor él solo quiere saber que hay una razón,” estaba diciendo ella. Su mirada era fiera. Nada la paraba de discutir, pensó él, o de preocuparse: en ése sentido, ella era como Jem: la pérdida no la volvió amarga, o la traición no hizo que dejara de tener fe. Inconscientemente, ella movió su mano hacia atrás, gesticulando apasionadamente, y él la cogió, deslizando el guante fuera de su mano. Ella jadeó como si hubiera puesto sus manos en su cuerpo, sangre sonrojando sus mejillas. Su mano desnuda, pequeña, que se rizaba como una paloma dentro de la suya, se quedó inmóvil. La levantó hasta su boca, su mejilla, besando la piel de ella: pasando sus labios a través de sus nudillos, hacia su muñeca. La escuchó emitir un sonido de sorpresa en voz baja, y levantó su cabeza para verla sentada perfectamente quieta, sus manos sosteniéndose, sus ojos cerrados y sus labios medio abiertos. Había besado a chicas, otras chicas, cuando el deseo físico básico había vencido el sentido común, en rincones oscuros en fiestas o debajo de un muérdago. Rápidos, besos rápidos, la mayoría de ellos, aunque algunos sorprendentemente expertos - dónde aprendió de Elisabeth Mayburn cómo hacer lo que ella hizo con sus dientes, ¿y porque nadie le había dicho a ella que no era una buena idea? - pero ésto era diferente. Antes de que controlara la tensión, una deliberada decisión de dar a su cuerpo lo que le estaba pidiendo, se separaba de cualquier otro sentimiento. Cortaba las emociones por completo. Pero ésto - ésto era calor serpenteando a través de su pecho, acortando su respiración, haciendo que su piel fuera de gallina. Tuvo un sentimiento de dolor cuando dejó ir la mano de ella, una sensación de pérdida que solo se curó cuando la atrajo hacia él sobre el astillado suelo de madera, oyendo el material de su vestido y no importándole, sus manos se adhirieron a su nuca como ventosas mientras sus labios descendían por los suyos con parte igual de ternura y fiereza. La boca de ella se abrió debajo de la suya, vacilante, y su mente en algún rincón le gritó que redujera el paso, que por alguna razonable suposición éste era el primer beso de ella. Forzó a sus manos ir más tranquilas, soltar gentilmente las sujeciones en su pelo y alisar sus rizos detrás de su nuca, sus yemas trazando caricias en sus suaves mejillas, sus hombros desnudos. Su pelo cayó como suave seda corriendo entre sus dedos y su cuerpo, presionado contra el suyo, era toda suavidad. Sus manos eran suaves como las plumas detrás de la nuca de él, en su pelo; ella hizo un sonido bajo contra su boca que casi se llevó cada último pensamiento de su cabeza. Empezó a doblar la espalda contra el suelo, moviendo su cuerpo contra el de ella - Y se congeló. El pánico se apresuró a través de su sangre en un mar hirviendo cuando vio que toda su estructura frágil que había construido a su alrededor se había roto, todo por ésta, ésta chica, quién rompió su control como si nada lo hubiera hecho antes. Separó su boca de la de ella, empujándola, la fuerza de su miedo estuvo a punto de tumbarla. Se quedó mirándolo a través de la cortina de pelo, la cara de ella blanca por el shock. Dios del Cielo, susurró él. ¿Qué ha sido eso?. Su asombro era evidente en su rostro. Su corazón se contrajo, bombardeando auto-odio a través de sus venas. La única vez, pensó. La única vez - Tessa, dijo él. Creo que deberías irte. ¿Irme?, sus labios se separaron; estaban hinchados por sus besos. Era como mirar a la herida que él había infringido, y al mismo tiempo, no quería otra cosa que besarla de nuevo. No debería haber ido tan lejos. Lo siento - Dios, La palabra lo sorprendió; había parado de creer en Dios hacía mucho tiempo, y ahora lo había invocado, dos veces. El dolor en su cara era más de lo que él podía soportar, y entre otras cosas porque él no había tenido intención de hacerle daño. Tan a menudo, había intentando hacer daño y herir, pero ésta vez él no lo pretendía - de ninguna manera - y había causado más dolor del que podía imaginar. No quería otra cosa que alcanzarla y cogerla entre sus brazos, no solo para satisfacer su deseo pero para darle ternura. Pero haciéndolo solo empeoraría la situación más de lo imaginable. Déjame solo ahora, se oyó diciendo. Tessa. Te lo estoy suplicando. ¿Lo entiendes? Te lo ruego. Por favor, por favor vete. Su respuesta vino, finalmente, repleta de dolor y enfado. Muy bien, dijo ella, a pesar de que no lo estaba. Y la miró de reojo: ella era orgullosa, no lloraría. No se molestó en coger las horquillas del pelo que él había deshecho; solo se levantó sobre sus pies, y le dio la espalda. No se merecía otra cosa, lo sabía. Se había arrojado a sí mismo a ella sin respectar la reputación de ella o su indecorosa pasión. Jem habría pensado en ello. Jem habría sido mucho más cauteloso con los sentimientos de ella. Y una vez más, pensó, cuando sus pasos retrocedieron, también lo harían los de él. Pero ya no sabía como ser ésa persona de nuevo. Había escondido a ése Will por tanto tiempo con pretensión que lo alcanzó primero, y no la realidad. Clavó sus uñas en el suelo, agradeciendo el dolor, para que se comprara al dolor de saber que había perdido más de la buena opinión de Tessa ésta noche. Había perdido a Will Herondale. Y no sabía si alguna vez podría volver de vuelta a él. Kelly Herondale n.n Oh, Will...!!
Posted on: Fri, 25 Oct 2013 04:17:22 +0000

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