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Espacio para mentes abiertas y libre expresión Libertad de expresión, miedo y autoridad 29 septiembre, 2013 Sumisos...¡ Jamás !!! La Libertad...NUESTRA Libetad...ante todas las cosas !!! Cristina-libertad-expresión Por Marta NERCELLAS, para SudAmericaHoy (SAH) “No me tengan miedo”. La frase, si se desprende de los labios de quien tiene alguna autoridad en relación a su interlocutor, suena a indulto o amenaza. Quien nos advierte que no le temamos lo hace porque sabe que ese sentimiento, a lo mejor agazapado por la vergüenza, anida en el alma del que escucha. Si la lectura la hacemos desde otro ángulo, “no me temas” es sinónimo de advertencia: ¡Ojo, con lo que decís! Durante los treinta años de democracia creí -en rigor soñé- que el miedo, el desasosiego, la zozobra, la inquietud, la incertidumbre por lo que decíamos, había fenecido junto con los horrores de la dictadura. Al escuchar esa frase repasé mentalmente lo aprendido: la libertad de expresión es un derecho humano esencial, señalado en el artículo 19º de la Declaración Universal de los Derechos Humanosde 1948,[1] y en cada constitución que constituya el vértice normativo de un sistema democrático. Es un derecho fundamental porque constituye la esencia de la lucha por el respeto y promoción de todos los derechos humanos. Si no estamos habilitados a opinar libremente, a denunciar injusticias y a clamar por los cambios que entendemos necesarios, si no nos consideramos libres para decir lo que pensamos aunque resulte un desatino, estamos condenados a la opresión. Las artes, la ciencia, la política, cada expresión de la vida tiene que ver con esa posibilidad de disenso; Montesquieu, Voltaire y Rousseau , a quien queramos consultar no dudan en subrayan esta libertad como el pilar de todas las demás . Mill lo considera esencial para el descubrimiento de la verdad. Aún cuando pudiéramos tener la certeza incontestable de que estamos transitando el sendero correcto, las opiniones disidentes lejos de perturbar ponen a prueba y refuerzan esa “opinión verdadera”. La alejan del peligro de convertirse, por la falta de confronte, en un dogma que termina cristalizándose y del que será muy difícil retornar. Esas verdades de “a puño” son golpes a la verdadera libertad: La de pensar, la de replantearse aquellas cosas en las que creemos. No sólo machucan la expresión sino que terminan triturando las libertades todas y la inteligencia de quienes las sostienen. Por alguna razón cada tratado Internacional de Derechos Humanos volvió sobre el punto y no se contentó con aquella declaración universal que refiriéramos. La “Convención Americana sobre Derechos Humanos” (“Pacto de San José de Costa Rica”) de 1969, dedica su artículo 13 a la“Libertad de pensamiento y de expresión.” Además, subraya la prohibición de censura previa y añade: “No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones.” Esta afirmación no fue sugerida por medios hegemónicos ni por presiones mediáticas, los convencionales, haciendo gala de saber de qué estaban hablando, intentaron garantizarnos que no tendríamos que temer por expresarnos. La libertad de expresión no es un derecho absoluto ni ilimitado, como no lo es ningún otro derecho o libertad. Cada persona que ejerce un derecho, debe actuar dentro del ámbito de desenvolvimiento y de comprensión de dicho derecho. Pero ese espacio debe ser delimitado por la ley y no por la voluntad o la generosidad de ninguno de sus gobernantes. El límite al derecho humano de la libertad de expresión está dado por el respeto a otros derechos humanos pero de ninguna manera esa demarcación puede ser realizada por quienes ejercen el poder político. Existe una tensión intensa entre libertad política y libertad de expresión. También se aprecia una tentación permanente, por parte de quien cree tener el poder, para silenciar los comentarios que no le resultan gratos. Hay un deseo de apretar fuertemente los labios de quien trae la mala noticia pero la democracia enseña a sublimar ese impulso y escuchar, escuchar en serio, no como generoso gesto sino como obligación republicana. En 1989, el líder religioso iraní Ayatolá Jomeini condenó a muerte por blasfemia a Salman Rushdie(autor británico nacido en la India) por haber representado a Mahoma como un hombre de negocios en su novela Los versos satánicos; en el 2011 el organismo de control de publicidades en el Reino Unido, prohibió un anuncio de teléfonos móviles que mostraba una imagen de Jesucristo, porque ese Jesús guiñando un ojo y dando una señal con los pulgares hacia arriba era «una falta de respeto a la fe cristiana». No importa la excusa: religión o verdades políticas incontestables, siempre se intenta que esos pulgares de Jesucristo no apunten hacia arriba pero presionen los labios de los que opinan diferente. Recientemente, en la audiencia convocada por la Suprema Corte de Argentina, con motivo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los llamados “amicus curiae” desplegaron un duelo de ideas y teorías acerca de la esencia misma del derecho a la libertad de expresión. En muchos casos las ideas quedaron oscurecidas por la ideología y las palabras vertidas, cuando pudieron ser analizadas, parecían encerrar el significado opuesto a lo que el diccionarios nos indica. Tal vez, por tanto movimiento reciente en torno a la libertad de expresión, las palabras surgidas de la más alta de las Magistraturas del país me sonaron a voz de alarma. Expresarse libremente es el pilar de la democracia y el que nos permite fiscalizar al poder y no, porque ese poder nos lo permita, sino porque tenemos el inalienable derecho a hacerlo. No es una gracia de quien gobierna, es un derecho de los gobernados y, según el rol que nos toque en la sociedad, además de un derecho es un deber sin importar si nos quieren comer o aplaudir. Ese deseo caníbal de quienes se han bebido a sorbos la convicción de que ellos son la verdad, sólo puede ser neutralizado con el constante y permanente ejercicio de nuestra libertad de expresión. Me preocuparon las frases, pero no me aflige menos el silencio de aquellos a quienes estaban dirigidas, los susurros de los pasillos, los “off de record” permanentes en los que los diferentes operadores del sistema democrático nos cuentan lo que piensan. Me contraria la prepotencia travestida en permiso, pero mucho más me desespera la sumisión y el disimulo de quienes pudiendo contestar callan y nos obligan a que imaginemos lo que piensan.
Posted on: Sun, 29 Sep 2013 23:29:25 +0000

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