Estoy vivo aún. Y siento. A mis casi cuarenta años todavía no he vendido mis sueños al mejor postor, que es cuando uno se repliega por creer haber esperado ya demasiado. Algunos dicen que los idealismos terminan muriendo porque no son tan importantes como lo que se vive. ¿Pero qué se vive cuando no nutres tu vida de fe y confianza? El miedo, la prisa y el realismo recomiendan abortar los objetivos. Entonces los responsables de la pérdida son siempre los demás, o las circunstancias, o las presiones, o la falta de tiempo, o el exceso de trabajo. Luego nos retiramos para lamer nuestras heridas en la aciaga seguridad de nuestra jaula de desencantados. En ese remanso no hay que sufrir, pero tampoco esperar nada. ¿Por qué no les ayudo? Podría darles la mano e invitarles a salir de esa trampa, pero es seguro que cuando corte los barrotes dirán que salga yo solo, y murmurarán: -¡mira el que va a perder el tiempo! Pero volveré a intentarlo, aunque solo sea eso lo que haga. Lucharé por el sueño que tal vez nunca tendré. No es una diferencia de edad, sino de mirada. Aunque vivas muy solo y con la inclemencia de ser pobre y viejo, el brillo en los ojos jamás te abandona. Es una línea de luz que une a todos los idealistas del mundo, compartiendo en secreto lo que pueden ser y lo que han soñado. Entre nosotros nos reconocemos. La red no es invisible, une los iris de todas las miradas, y cuando ves una foto de estas personas, inmediatamente reconoces el poder del amor en sus ojos, y la felicidad que, llena de belleza, guardan para un destinatario que aún sueña. -Enric Berneda-
Posted on: Sun, 15 Sep 2013 17:09:21 +0000