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Existe una confusión muy común que consiste en creer que a la Virgen y a los santos se les adora, incluso existe la expresión: “Adoro esto o lo otro”. Pero a la Virgen y a los santos no se les puede adorar, menos aún las cosas pueden ser adoradas, pues el único que puede recibir la adoración es Dios. A la Virgen y a los santos se les venera. Vamos a ver qué significan adorar y venerar, qué diferencias hay entre el culto tributado a Dios por un lado y a la Virgen y a los santos por otro. La adoración designaba en su origen la simple genuflexión ante un ser considerado divino o sus imágenes. En este sentido se habla todavía de la adoración de la cruz el viernes santo. En el sentido estricto que la palabra tomó luego, designa el homenaje tributado a Dios como tal, que no puede rendirse a nadie más. Se adora, sin embargo, la humanidad de Cristo, pero en cuanto que su persona es divina. Este culto de adoración, exclusivamente reservado a Dios, se llama latría. El culto tributado a la Virgen y a los santos, que no son Dios, es la veneración, se llama dulía, del griego doulos=esclavo, siervo. A la Virgen, por ser la Madre de Dios se le da un culto de hiperdulía (del prefijo griego hyper=por encima de), para distinguirla del culto de los santos, pues ella es Santísima, la Panagia (la toda santa) que dicen los ortodoxos. Luego está el culto a las imágenes, que no son adoradas, sino veneradas, puesto que adorar las imágenes es idolatría=adorar ídolos. Es un culto de honra; las imágenes son veneradas porque representan y nos acercan a Dios, que con la Encarnación de su Hijo dejó de ser invisible y pudimos contemplarlo con los ojos. Las imágenes de la Virgen y de los Santos también nos ayudan a elevarnos y a conocer lo que no podemos ver con los ojos de la carne, nos ayudan a entablar relaciones más vivas con ella (Juan Pablo II, Audiencia general del 29-10-1997), ya que dice el II Concilio de Nicea (787), que autorizó el culto a las imágenes: “Porque el honor de la imagen, se dirige al original”, y el que venera una imagen, venera a la persona en ella representada. En la citada audiencia general del 29 de octubre de 1997, Juan Pablo II habló sobre la devoción mariana y el culto a las imágenes Devoción mariana y culto a las imágenes 1. Después de justificar doctrinalmente el culto a la santísima Virgen, el concilio Vaticano II exhorta a todos los fieles a fomentarlo: «El santo Concilio enseña expresamente esta doctrina católica. Al mismo tiempo, anima a todos los hijos de la Iglesia a que fomenten con generosidad el culto a la santísima Virgen, sobre todo el litúrgico. Han de sentir gran aprecio por las prácticas y ejercicios de piedad mariana recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos» (Lumen gentium, 67). Con esta última afirmación, los padres conciliares, sin entrar en detalles, querían reafirmar la validez de algunas oraciones como el rosario y el Ángelus, practicadas tradicionalmente por el pueblo cristiano y recomendadas a menudo por los Sumos Pontífices como medios eficaces para alimentar la vida de fe y la devoción a la Virgen. 2. El texto conciliar prosigue invitando a los creyentes a «observar religiosamente los decretos del pasado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la santísima Virgen y de los santos» (ib.) Así vuelve a proponer las decisiones del segundo concilio de Nicea, celebrado en el año 787, que confirmó la legitimidad del culto a las imágenes sagradas, contra los iconoclastas, que las consideraban inadecuadas para representar a la divinidad (cf. Redemptoris Mater, 33). «Definimos con toda exactitud y cuidado —declaran los padres de ese concilio— que de modo semejante a la imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las paredes y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la santa Madre de Dios, de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables» (DS 600). Recordando esa definición, la Lumen gentium quiso reafirmar la legitimidad y la validez de las imágenes sagradas frente a algunas tendencias orientadas a eliminarlas de las iglesias y santuarios, con el fin de concentrar toda su atención en Cristo. 3. El segundo concilio de Nicea no se limita a afirmar la legitimidad de las imágenes; también trata de explicar su utilidad para la piedad cristiana: «Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor» (DS 601). Se trata de indicaciones que valen de modo especial para el culto a la Virgen. Las imágenes, los iconos y las estatuas de la Virgen, que se hallan en casas, en lugares públicos y en innumerables iglesias y capillas, ayudan a los fieles a invocar su constante presencia y su misericordioso patrocinio en las diversas circunstancias de la vida. Haciendo concreta y casi visible la ternura maternal de la Virgen, invitan a dirigirse a ella, a invocarla con confianza y a imitarla en su ejemplo de aceptación generosa de la voluntad divina. Ninguna de las imágenes conocidas reproduce el rostro auténtico de María, como ya lo reconocía san Agustín (De Trinitate 8, 7); con todo, nos ayudan a entablar relaciones más vivas con ella. Por consiguiente, es preciso impulsar la costumbre de exponer las imágenes de María en los lugares de culto y en los demás edificios, para sentir su ayuda en las dificultades y la invitación a una vida cada vez más santa y fiel a Dios. 4. Para promover el recto uso de las imágenes sagradas, el concilio de Nicea recuerda que «el honor de la imagen se dirige al original, y el que venera una imagen, venera a la persona en ella representada » (DS 601). Así, adorando en la imagen de Cristo a la Persona del Verbo encarnado, los fieles realizan un genuino acto de culto, que no tiene nada que ver con la idolatría. De forma análoga, al venerar las representaciones de María, el creyente realiza un acto destinado en definitiva a honrar a la persona de la Madre de Jesús. 5. El Vaticano II, sin embargo, exhorta a los teólogos y predicadores a evitar tanto las exageraciones cuanto las actitudes minimalistas al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios. Y añade: «Dedicándose al estudio de la sagrada Escritura, de los Santos Padres y doctores de la Iglesia, así como de las liturgias bajo la guía del Magisterio, han de iluminar adecuadamente las funciones y los privilegios de la santísima Virgen que hacen siempre referencia a Cristo, origen de toda la verdad, santidad y piedad» (Lumen gentium, 67). La fidelidad a la Escritura y a la Tradición, así como a los textos litúrgicos y al Magisterio garantiza la auténtica doctrina mariana. Su característica imprescindible es la referencia a Cristo, pues todo en María deriva de Cristo y está orientado a él. 6. El Concilio ofrece, también, a los creyentes algunos criterios para vivir de manera auténtica su relación filial con María: «Los fieles, además, deben recordar que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimiento pasajero y sin frutos ni en una credulidad vacía. Al contrario, procede de la verdadera fe, que nos lleva a reconocer la grandeza de la Madre de Dios y nos anima a amar como hijos a nuestra Madre y a imitar sus virtudes» (ib.). Con estas palabras los padres conciliares ponen en guardia contra la «credulidad vacía» y el predominio del sentimiento. Y sobre todo quieren reafirmar que la devoción mariana auténtica, al proceder de la fe y del amoroso reconocimiento de la dignidad de María, impulsa al afecto filial hacia ella y suscita el firme propósito de imitar sus virtudes. -------------------------------------------------------------------------------- Saludos Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a los cofrades de Jerez de la Frontera y de Cartagena presentes en esta audiencia y a los miembros de la delegación del Instituto Superior de ciencias policiales de Carabineros de Chile. Saludo también a los grupos de religiosos y religiosas, así como a los fieles venidos de España, México, Perú y otros países de Latinoamérica. Sobre todos invoco la protección de la Virgen María, a la vez que os imparto de corazón la bendición apostólica. (A los peregrinos eslovacos) Este sábado se celebra la fiesta de Todos los Santos. La Iglesia gloriosa del cielo nos dice a nosotros, Iglesia peregrinante en la tierra, dónde está la meta de la peregrinación de toda nuestra vida. En vuestras oraciones aquí en Roma renovad la esperanza de que también vosotros podéis alcanzar la gloria del cielo. Poned la confianza en la Virgen María, que os precede con el ejemplo y os acompaña con su protección. (En croata) Cristo Jesús, en los sacramentos de la Iglesia, que él instituyó, hace partícipes a los hombres de su misterio pascual, de su obra de salvación y de su gracia. Los sacramentos abrazan todo el vivir y el actuar del hombre, para infundirle en abundancia la vida divina a la que ha sido llamado. (En italiano) Mi pensamiento se dirige también, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos, que celebraremos el sábado y el domingo próximos, invitan a los creyentes a elevar la mirada al cielo, nuestra patria definitiva. Os exhorto, queridos jóvenes, queridos enfermos y queridos recién casados, a estar siempre orientados, en las vicisitudes alegres y tristes de cada día, hacia el misterio de la vida eterna. Su luz será para vosotros sostén y consuelo, y dará auténtico sentido a toda vuestra existencia. Que la alegría del Señor resucitado esté en su corazón. A través de los siglos se ha utilizado la palabra “adorar” para describir una acción religiosa para con Dios y los santos. Hasta los esposos se dicen mutuamente: "¡Te adoro, cariño!"Desde el momento que los protestantes y las sectas acusan a los católicos que están rindiendo a la Virgen María y a los santos un culto que corresponde sólo a Dios estamos más cuidadosos en utilizar los términos. Para los católicos nunca ha habido un problema en este sentido, el de distinguir entre el culto que se rinde a Dios y el que se rinde a la Virgen María y a los santos. Tan es así que desde siempre se ha hecho claramente una distinción entre el culto a Dios y el culto a los santos. El Nuevo Testamento El NT asume la expresión “proskynein” como el término que más expresa un profundo homenaje. Literalmente significa “postrarse”. Era el gesto de total sumisión de aquel entonces. La Biblia latina ha traducido este concepto con “adorare”, el concepto que utilizamos en castellano. Teología Adorar es para los cristianos lo que los teólogos llaman “latria” (vea el escrito de San Agustín contra Fausto 20, 21 y De civ. Dei XII y el Concilio Niceno año 787) en contraposición a todos los demás modos de veneración (dulía a los santos, hiperdulía a la Virgen María). La adoración en este sentido corresponde a la realidad única e incomparable de Dios en su distancia infinita a toda creatura. La Biblia habla de su santidad, de su gloria y de su honor. Esta perfección total y absoluta reclama de ser reconocida por la creatura y una total sumisión de ella. La misma imposibilidad de comparación y la distancia infinita radical entre Dios y la creatura vale también para la adoración y la veneración. Adoración, por lo tanto, sólo es posible frente a Dios. Por eso cantamos en el Gloria de la Misa: Tú sólo eres santo, tu sólo altísimo”. A continuación le cito unos números del Catecismo de la Iglesia católica que aclaran el problema aún más: 2096 La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. "Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto" (Lc 4,8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6,13). 2097 Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la "nada de la criatura", que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1,46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo. IV “NO TE HARÁS ESCULTURA NI IMAGEN ALGUNA...” 2129 El mandamiento divino entrañaba la prohibición de toda representación de Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: "Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea..." (Dt 4,15-16). Quien se revela a Israel es el Dios absolutamente Trascendente. "El lo es todo", pero al mismo tiempo "está por encima de todas sus obras" (Si 43,27-28). Es la fuente de toda belleza creada (cf Sb 13,3). 2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf Nm 21,4-9; Sb 16,5-14; Jn 3,14-15), el arca de la Alianza y los querubines (cf Ex 25, 10-12; 1 R 6,23-28; 7,23-26). 2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio ecuménico (celebrado en Nicea en 787), justificó contra los iconoclastas el culto de las imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. Encarnándose, el Hijo de Dios inauguró una nueva "economía" de las imágenes. 2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, "el honor dado a una imagen se remonta al modelo original" (S. Basilio, spir. 18,45), "el que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella está representada" (Cc. de Nicea II: DS 601; cf Cc. de Trento: DS 1821-25; Cc. Vaticano II: SC 126; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una "veneración respetuosa", no una adoración, que sólo corresponde a Dios: El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella sino que tiende a la realidad de que ella es imagen (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 81, 3, ad 3). Hasta aquí el Catecismo de la Iglesia católica. Debería tener uno en casa. Las últimas páginas traen un índice de palabras importantes junto con los números del Catecismo donde se habla de este tema. Le servirá mucho. Tiene usted razón que algunos diccionarios tratan las dos palabras como sinónimas. Los enamorados también se dicen: “Te adoro”, ¿no es así? Pero cuando entramos en el campo de teología entonces la cosa cambia radicalmente. Suponemos que esta ha sido su preocupación. ¡Ay los hermanos separados! ¿Y por qué los hermanos evangélicos insisten en repetirnos una y otra vez la calumnia de que adoramos estatuas y dioses falsos? ¿Acaso creen que somos unos tarados o que desobedecemos a Dios? El problema de ellos es que sólo tienen la Escritura – y eso desde hace máximo 500 años - mientras que la Iglesia católica cuenta con una tradición ininterrumpida de 2000 años desde los apóstoles hasta hoy. Nosotros tampoco les decimos a ellos que se circuncidan o que dejen de comer carne de chancho. No se nos ocurre ni en sueños de acusarlos que están desobedeciendo Dios. ¡Que dejen de decirnos tonterías! Perdone por el ex abrupto. Recemos por ellos. ¡Que Dios le bendiga! Se lo desean y por ello rezan Los MSC Misioneros del Sagrado Corazón en el Perú iespana.es/mscperu/ Max Scheler: .
Posted on: Mon, 22 Jul 2013 21:06:40 +0000

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