Fernando Gabarre Morenopublicado enEscritores de sueños Hace 15 - TopicsExpress



          

Fernando Gabarre Morenopublicado enEscritores de sueños Hace 15 minutos · Espero que os guste y disfruteis tanto o más que yo escribiendolo, acepto todas las criticas. La señora Cripi Juan acaba de salir de su casa, eran las ocho de la mañana, como todos los días a esta hora se encaminaba a su instituto, en realidad a su nuevo instituto, ya que solo llevaba unas semanas en esta ciudad, aun así ya había elegido el camino más corto para ir a estudiar. A mitad de camino se encontró con una señora mayor de unos 70 años con pelo corto y cano, vestía de negro y estaba claramente preocupada. Se encontraba delante de la puerta de su casa buscando algo en su bolso, con escasos resultados. Cuando Juan llego a su altura la señora mayor lo paró. - Perdona joven, ¿podrías ayudarme? - Depende, si es rápido lo haré, tengo el tiempo justo para llegar al instituto. – Respondió Juan - No te preocupes, solo tienes que traerme las llaves que me dejé dentro de la casa – Juan giró la vista a su derecha y vio un casa de dos plantas y una de la ventana de la parte de arriba estaba abierta. – Como puedes ver, es fácil subir para alguien como tú, pero para mí es imposible. - ¿Dónde estarán las llaves? – Preguntó Juan - Seguramente estén en la mesita junto a la entrada. Tienen un llavero con una mariposa, son fácilmente reconocibles. Por cierto me llamo Cripi, Sara Cripi. - Yo Juan – Respondía mientras cruzaba el jardín, en un segundo alcanzó la casa y comenzó a subir, fue realmente fácil, parecía un experto ladrón. La habitación que encontró como poco era extraña, estaba toda revuelta y manchada de sangre seca por todos sitios. Un miedo atroz se apoderó de él, no sabía que hacer si saltar por la ventana o salir por la puerta. Se dio media vuelta para salir por donde había entrado, pero las piernas le fallaron del susto que tenía. No le quedó más remedio que salir por la puerta principal. Avanzaba lentamente, el pasillo que encontró al salir del cuarto, era normal, cada mueble estaba en su sitio y no había ni polvo sobre los muebles. Continuó bajando las escaleras y al ver el resto de la casa sin nada relevante, se quedó algo más tranquilo, aunque no estaría bien hasta que no saliese de esa casa. Pudo llegar hasta la puerta sin que nada ni nadie lo volviese a asustar, las llaves con el llavero de mariposa, estaba donde la señora Cripi le había dicho, quizás no fuese sangre seca, se decía para sí, quizás solo era que le habían dejado la habitación a medio pintar y arreglar. Cogió las llaves y salió por la puerta, mas no pudo ver donde estaba la señora Cripi, - ¡Señora Cripi! – La llamó varias veces pero sin ningún resultado, miró alrededor de la casa, pero nada de nada, había desaparecido. Miró la hora, casi llegaba tarde a clase, debía darse prisa. Sin mirar atrás se guardó las llaves en el bolsillo y caminó de prisa para recuperar el tiempo perdido, cuando terminen las clases devolveré las llaves. Pensó para sí. Las dos primeras horas transcurrieron con normalidad y apenas se acordaba de la Señora Cripi y su casa. Al llegar el tiempo libre, pudo hablar con su amigo Roberto. - No sabes lo que me ha pasado hoy – Dijo Juan - ¿Qué te ha pasado? - Estaba yo viniendo para aquí, cuando una señora mayor me paró y me dijo que se le habían olvidado las llaves dentro de su casa y no podía entrar, que si podía colarme por una ventana y le trajese las llaves – En ese momento Juan sacó el juego de llaves, las tenía sostenidas delante de la cara de su amigo por el llavero con forma de mariposa. Roberto se puso serio al ver el llavero. - ¿Dónde está la casa? – Preguntó Roberto seriamente. - A medio camino de mi casa y el instituto, en la calle Cid, creo que se llama – respondió Juan - ¿Por qué? Roberto se quedó pálido, el único gesto que hizo por varios segundos fue apartarse de Juan unos centímetros. - ¿Qué te pasa? – Juan comenzó a preocuparse, de repente se volvió a acordar de la habitación por la que accedió a la casa. - ¿Has entrado en la casa de Sara Cripi? – El mismo miedo que tuvo al entrar en la casa volvió a Juan al oír la pregunta de Roberto. - Sí, sí… - Respondió titubeando. ¿Es malo? - ¿Malo? Es peor – Roberto se había repuesto de la noticia ya ahora se había acercado para poder hablar bajito. La casa de Sara Cripi es para escribir una película de terror. Sara Cripi murió en esa casa, eso podría ser normal, ya que tenía unos 70 años. Lo raro fue que la encontraron colgada de la entrada de la casa, con todas las extremidades cortadas y las tripas colgando. Los bomberos que abrieron la puerta estuvieron de baja más de dos meses. Llevaba muerta por lo menos tres semanas, imagina el olor y las mocas alrededor del cadáver desmembrado y putrefacto de Sara Cripi. - No puede ser, la vieja que me encontré me dijo que se llamaba Sara Cripi. ¿Quién me habrá gastado esta broma? - Dijo Juan - Yo no me lo tomaría a broma, a no ser que la hayan preparado mucho, porque lo que aún no te he contado, es que el llavero que tienes en la mano, lo tenía una de las manos de Sara Cripi cuando la encontraron. Juan miró el llavero con pavor en la mirada, pero fue incapaz de soltarlo. Roberto continuó hablando. - Pero si crees que aquí termina todo, estas equivocado. El ayuntamiento se hizo cargo de la limpieza y de la venta de la casa, ya que no tenía ni familia ni testamento. Las personas que fueron a arreglar la casa tenían un miedo descomunal, aunque ninguno sabía explicar el porqué. Tardaron en venderla más de un año, se mudó una pareja de unos 30 años, al poco tiempo de estar viviendo en la casa, empezaron a tener comportamientos extraños, estaban muy nerviosos y saltaban ante cualquier ruido. Como seguramente intuyas no acabaron bien, hará cosas de dos años se tuvo que volver a entrar a la fuerza en la casa, esta vez fue la policía llamada por los vecinos, los cuales dijeron que se oían gritos de auxilio. La escena fue aun peor que la de la señora Cripi. La mujer estaba en una de las habitaciones de arriba, alguien la había clavado en el techo de los tobillos y de las muñecas en forma de cruz. Como Sara Cripi, estaba desnuda, con los intestinos colgando de su barriga y nuevamente las llaves en su mano inerte. Al marido lo encontraron en un rincón de la cocina sentado en el suelo, abrazando sus piernas, con la mirada perdida y la ropa totalmente desgarrada, pero estaba vivo. Todos dijeron que la había matado él, aunque nadie supo jamás como hizo para clavarla del techo, ni antes ni después del juicio abrió la boca para hablar. Lo internaron en el psiquiátrico que hay cerca del ayuntamiento. Juan se quedó mudo, ni podía ni sabía que decir, quería tirar el llavero lejos de él, pero algo le decía que no lo hiciera. La media hora de descanso se había terminado y como un autómata volvió a clase, el resto de las horas transcurrieron muy lentamente, era incapaz de atender o comprender nada de lo que le explicaban, solo podía imaginar a aquella mujer colgada en la habitación por la que él entró, ahora sabía que sí era sangre lo que vio y que nadie más había querido vivir en ella después de la muerte de la chica. Juan tenía varias preguntas que le golpeaban en el cerebro, ¿de verdad esa vieja era Sara Cripi? ¿como fue tan fácil tener unas llaves de dos asesinatos? y sobre todo, ¿en qué le afectaba a él todo aquello? Lo único que tenía claro era que debía deshacerse de las llaves. Cuando volviese las dejaría sobre la cancela y se largaría y eso hizo, las clases habían terminado y casi corría devuelta a casa. Tardó cerca de la mitad del tiempo normal en llegar a la casa misteriosa, miró por si veía a la vieja que decía ser Sara Cripi, cosa que era imposible, ya que la auténtica Sara Cripi estaba muerta, pero no vio a nadie, ni a la viva ni a la muerta. Sacó las llaves de su bolsillo y las dejó en uno de los pinchos de la cancela. Para él todo había terminado, las llaves habían sido devueltas. Le dio la espalda a la casa y miró para poder cruzar a la otra acera, de repente se oyó un fuerte frenazo y el pito de un coche, Juan giró la cabeza hacia el ruido y se encontró con un coche a menos de un metro de él, el conductor le estaba gritando improperios sobre lo imbécil que era. Juan estaba más conmocionado de lo que él creía, a pesar de haber mirado, no vio el coche, pidió disculpas y continuó su camino. Durante el trayecto hasta su casa, siempre paraba en una tienda de animales, aunque estaba cerrada, podía verlos por las vidrieras de la tienda, era como ir a un pequeño zoológico. Esa parada lo relajaba y hoy más que nunca necesitaba esa parada, para su desgracia el resultado fue diametralmente opuesto de lo esperado, todos los animales de la tienda se volvieron locos en el momento en que Juan apareció, parecía que quisieran escaparse de sus jaulas a costa de su propia vida. Juan salió corriendo y no paró hasta llegar a su casa, cuando sus padres lo saludaron se abrazó a los dos pidiendo ayuda. Se sentaron en el sofá y escucharon toda la historia de su hijo. - Hijo, ¿de verdad crees en fantasmas? – Le dijo el padre - ¡Claro que no! Pero… son tantas casualidades… - Respondió Juan - Francamente, creo que te están gastando una broma muy pesada – La madre estaba furiosa por lo que le estaban haciendo a su querido hijo. - Puede que tengáis razón, han sido demasiadas cosas seguidas, voy a dormir un rato. Juan subió las escaleras, al llegar a su cuarto tiró la maleta en un rincón y un segundo más tarde volvió a recogerla asustado. En el momento en que la maleta tocó el suelo hizo un ruido extraño, él intuía lo que lo había provocado y rezaba por equivocarse, se armó de valor, giró la maleta y… ahí estaban enganchadas del tirador de la cremallera, estaban las llaves con el maldito llavero de mariposa. Juan se puso histérico, andaba en círculos en su habitación hablando para sí. No sabía qué hacer, pero algo tendría que hacer, la presencia de las llaves demostraba que todo era real. Encendió el ordenador y buscó el teléfono del manicomio local y las historias de Sara Cripi y del matrimonio, todo estaba allí, tal como se lo contó su amigo. Pero él sabía que faltaba mucha información, en ningún periódico o blog encontraba ninguna relación con las dos muertes, salvo que ambas tenían el llavero de la mariposa. El siguiente paso lógico era hablar con la única persona viva que sabía que había pasado en esa casa. Cogió su móvil y llamó al psiquiátrico. - Hola, quisiera pedir cita… o algo así – Dijo Juan, estaba tan nervioso que no sabía que decía. - ¿Cómo? No lo entiendo, ¿puede ser más claro? - Sí, tienen recluido a Marcos Semper y quisiera poder hablar con él ¿qué requisitos hacen falta para poder verlo? – Con las ideas más claras, pudo hacerse entender. - ¿Verlo? puedes verlo cualquier tarde de 5 a 7, que es nuestro horario de visitas, lo difícil será que hable contigo o con cualquiera, lleva sin hablar desde que le paso aquello. – El recepcionista casi reía mientras hablaba – Además nadie ha venido jamás a visitarlo, salvo la policía. - Perfecto iré a verlo esta misma tarde. - ¿Necesita algo más? – Preguntó el recepcionista - Nada más gracias, adiós. – Se despidió Juan - Adiós. Las horas pasaban despacio, muy despacio, tanto que a veces pensaba que el tiempo retrocedía. A las cuatro y media salió de su casa, había dejado las llaves con el llavero en su escritorio, exactamente dentro de un cajón cerrado, nadie podía cogerlas de allí, a no ser que él abriera el cajón. Tardó justo la media hora que había calculado en llegar, entró y se dirigió a recepción. - Hola, quisiera ver a Marcos Semper – Pidió juan - Tú debes ser el chico que llamó antes, un momento voy a pedir que preparen una sala para vosotros. – El recepcionista descolgó el teléfono la terminar de hablar – Hola, está aquí la visita de Marcos Semper, ¿podéis preparar la sala especial?... gracias, espero vuestra llamada. – y colgó el teléfono. – En unos minutos podrás verlo. - ¿Es peligroso? Lo digo por lo de la sala especial… - Preguntó Juan - Ah, no te preocupes, normalmente las visitas están todas juntas en una sala de recreo, los familiares pasan allí a verlos, pero Marcos es especial, jamás ha hablado y el medico ha pensado que será más fácil que se abriese en una sala más íntima. De todas formas no esperes mucha charla jejeje. - Hola, pase por aquí – Interrumpió el celador que venía a recogerlo - Hola – respondió Juan, el corto camino que lo separaba de Marcos lo recorrió en silencio, ¿qué le diría, le hablaría? Esperaba poder sacar información, por poca que fuese. - Pasa, cuando quieras salir llama al timbre – El celador le dejó paso, cerró la puerta y se fue. - Hola me llamo Juan – Marcos ni siquiera lo miró pero él continuó hablando –Soy nuevo en esta ciudad y me ha pasado una cosa muy rara esta mañana. – Marcos seguía sin hacer caso, era como si no estuviera allí. - Fue en su casa – Marcos tembló un momento y después volvió a convertirse en estatua. – He estado hablando con Sara Cripi – Marcos se levantó asustado al oír a Juan, se acurrucó en una esquina y se quedó allí temblando. - Marcos, sé que usted no mató a su mujer, Sara me pidió que le buscara sus llaves… - Por toda respuesta Marcos hundió su cabeza entre sus rodillas y tembló con más fuerza. En ese momento echó de menos el llavero de mariposa… lástima que lo dejara en su… Instintivamente se tocó el bolsillo del pantalón y al meter la mano comprobó que el llavero estaba allí. Asustado pero decidido iba a usarlas para despertar a Marcos - Mira que tengo – Juan le enseñó el llavero y entonces sí obtuvo un gran cambio en Marcos. - Quita eso de mi vista – Dijo Marcos levantado y con la cara más furiosa que jamás nadie vio, Juan hizo caso y empezó a hablar. - Necesito tu ayuda, esta mañana he conocido a Sara Cripi, me pidió que entrara en la casa y le trajera las llaves que había dejado olvidadas, desde entonces no puedo deshacerme de ellas, me están persiguiendo. - Eso solo es el comienzo, pronto los animales no te soportaran… - Marcos se sentó en la mesa cabizbajo mientras hablaba – Pero Yo no puedo ayudarte, mi mujer murió y no la pude ayudar, ¿por qué crees que lo conseguiré contigo? - Necesito saber qué os pasó, quizás así pueda librarme de ellas, siento en mi alma que pronto moriré. – Juan estaba desesperado, se sentó junto a Marcos pidiendo ayuda con lágrimas en los ojos. - Nosotros éramos una pareja feliz, la quería mucho. Un día encontramos en el periódico el anuncio de la venta de la casa. No podíamos creer encontrar una casa tan grande y maravillosa por el precio que pedían, decidimos comprarla. Si te fijas en el llavero encontrarás tres llaves y la casa solo tiene dos puertas, la del jardín y la de la entrada principal. La persona que nos vendió la casa, tampoco lo entendía y a nosotros nos daba igual, éramos felices. Al principio no pasaba nada, pero a la tercera semana la conocimos. - ¿A Sara Cripi? – Interrumpió Juan - Sí, a la anciana Sara Cripi, no me interrumpas, necesito toda mi fuerza para poder contarte esto, fue mi mujer quien la encontró en el patio y le dijo algo parecido a ti, le dijo que si habíamos encontrado un llavero con forma de mariposa, que ella había vivido antes de nosotros allí y las había olvidado. Mi mujer sabía perfectamente a que se refería, ya que tenía el llavero en el bolsillo. Por supuesto la tomó por una loca y amablemente la echó de casa, ¿cómo iba a darle a aquella mujer las llaves de nuestra casa? Ese día comenzaron las cosas extrañas, los perros de los vecinos huían aterrorizados cuando mi mujer pasaba, en la casa desaparecían cosas, soltaba el mando de la tele y al momento ya no estaba, aparecía en un cuarto o en cualquier otro sitio. Las pesadillas de mi mujer eran continuas desde aquel encuentro, ninguno descansábamos bien desde entonces. La sensación de estar siendo observados era constante. Decidí investigar un poco la historia de la casa, pregunté a los vecinos y poco a poco descubrí el motivo del precio de la casa, a la vieja Sara la habían matado y descuartizado en el recibidor. Busqué una foto de ella en antiguas noticias por internet, fue fácil encontrarla. Se la mostré a mi mujer para ver si era la misma persona que le pidió las llaves y para nuestra desgracia así era. Busqué por todos sitios de la casa una puerta cerrada, una caja, un cerrojo donde poder usar la tercera llave, pero todo fue para nada, toda la casa estaba abierta. De repente, un fatídico día, la casa o algo que había en la casa despertó y nos arrojó fuera de nuestra cama, todos los muebles del cuarto volaban a nuestro alrededor. Esas llaves que tienes aparecieron en la mano de mi mujer, las malditas brillaban, ella no podía soltarlas por mucho que quería, en ese momento se abrió la puerta y una niebla rápida, negra y muy espesa entró, tras ella la puerta se volvió a cerrar. La niebla tomó forma casi humana y sujetó a mi mujer contra el techo, yo me lanzaba una y otra vez contra la niebla pero la atravesaba como si nada, intenté tirar del brazo de mi mujer, pero este se clavó en el techo, seguido del resto de las extremidades. A la sombra le salió un nuevo apéndice, era como un tercer brazo, me cogió por el cuello y me estampó contra la pared, tenía la fuerza de cinco hombres. Entonces me habló, me dijo que tenía que terminar lo que había empezado, que no volviese a negarme como la última vez. Yo no sabía de qué hablaba y se lo dije. Su respuesta fue arrancarle la ropa a mi mujer y rajar su estómago en vertical, toda la habitación se llenó de sangre, la pobre gritó durante mucho rato mientras la sombra me daba latigazos y me lanzaba de un lado a otro del cuarto y tal como vino se fue, me levanté como pude y la seguí, sabía que mi mujer estaba muerta, ya no gritaba y tenía todas las tripas fuera, yo solo quería venganza o que me matara a mí también, cuando llegó a la cocina solo desapareció y me dejó vivo sin poder hacer nada, me hundí dentro de mí, me acurruqué en un rincón y allí me quedé, solo quería morirme y ese sentimiento no me abandonó hasta que volví a ver esas llaves de la muerte, sabía que si han aparecido alguien estaba en peligro. Es toda la ayuda que te puedo dar, espero que puedas salvarte, si lo consigues ven a contármelo me darás la tranquilidad que necesita mi atormentada alma. Juan había escuchado con atención todo el relato de Marcos, ahora estaba más asustado que antes, le dio las gracias y se despidió, pero Marcos ya no estaba, había vuelto dentro de sí y el resto del mundo ya no existía. Llamó al celador para salir, nuevamente el camino lo hizo en silencio, ni siquiera se despidió del recepcionista, en la calle el sol brillaba, pero Juan no era capaz de darse cuenta, solo pensaba en lo que le quedaba por hacer, sabía que tenía que volver a la casa, pero más allá de eso no sabía nada. Tenía aproximadamente dos semanas de vida, pero él no esperaría tanto tiempo, o lo solucionaba o acabaría. La espera sería demasiado pesada para aguantarla. Antes de darse cuenta estaba delante de la verja de entrada, levantó la mano para abrir, cuando la valla se abrió sola. Apretó los dientes y avanzó, la puerta de la casa también se abrió sola y tal como entró se cerró de un porrazo. - ¡Ya era hora de que volvieras Sara! – Una voz gritaba esa frase, mas Juan no veía a nadie. - Yo no soy Sara – Juan también gritó. - ¡No me mientaaaaaaaaaaaaaas! – Una lámpara junto a Juan se elevó por los aires y le golpeó en la cabeza, mareado cayó al suelo, la sangre brotaba por su sien. Aturdido se levantó apoyándose en la pared. - ¡Sara, tienes que terminar lo que empezaste! – Volvió a gritar la voz. - No soy Sara, pero puedo ayudarte – Dijo Juan a media voz - ¡No intentes engañarme o lo pagaras caro! – Esta vez fue la mesa entera la que voló contra Juan, mas esta vez pudo esquivarla. Levantándose del suelo otra vez se encaminó por el pasillo, la cocina se encontraba al final y allí tiene que estar la respuesta. El ser se enfadaba más a cada momento, las puertas golpeaban contra los marcos, todos los objetos que no estaban clavados volaban por todo el pasillo y muchos golpeaban a Juan dificultándole el paso hasta la cocina. Con magulladuras por todo el cuerpo y la camiseta chorreando sangre pudo llegar a su objetivo, por suerte cuando cruzó el umbral todo volvió a la calma, esto le ayudaría a pensar. Miró por todos lados, pero solo veía las cosas que suelen estar en las cocinas, una nevera blanca, muebles marrones de madera para guardar cacharros, el fregadero… no había nada extraño en aquel sitio. La tercera llave tendría que abrir alguna cerradura, pero ¿dónde estaba la maldita cerradura? Espontáneamente se le ocurrió algo absurdo, liberar a la mariposa, sacó todas las llaves y dejó el llavero sobre la encimera. En el mismo momento en que soltó el llavero, este se convirtió en una mariposa autentica, si no le hubiese pasado tantas cosas raras se hubiese extrañado de ver el cambio, en vez de eso solo la siguió con la vista a ver que hacía. La mariposa voló hasta el suelo y en el lugar donde se posó, se convirtió en una trampilla de madera vieja con una cerradura y una argolla para tirar de ella. La mariposa volvió a ser solo un llavero, Juan la cogió y colocó de nuevo todas las llaves, sin pensarlo dos veces introdujo la llave en la cerradura y la abrió, debajo de la trampilla apareció una escalera de piedra muy profunda. Juan descendió por el camino que se le abría, al llegar abajo se encontró con un largo y estrecho corredor iluminado por antorchas y construido en piedra, no había lámparas, era como un castillo medieval, a ambos lados del pasillo había puertas de madera, eran celdas y Juan sabía sin necesidad de comprobarlo que la llave abriría todas las cerraduras. A la vez que avanzaba iba mirando por las pequeñas ventanitas con barrotes de cada puerta, muchas estaban vacías, otras tenían restos de esqueletos e incluso los esqueletos enteros, pero eso no era lo que buscaba Juan. Al fondo se podía entrever una puerta de hierro y por la rendija inferior salía un haz de luz verde, allí es donde estaba el premio gordo. Sacó el llavero de su bolsillo para usar la llave, aunque no le hizo falta, la puerta se abrió nada más reconocer el llavero. A diferencia del pasillo esta sala tenía mucha luz, no porque tuviese lámparas, sino porque en medio de la sala se encontraba una cúpula de energía verdosa, esta energía era la que daba casi toda la luz de la estancia, la cúpula contenía un altar de piedra negra lisa con un cadáver en cima. El cadáver era de un hombre semidesnudo y tenía un puñal clavado en el pecho. En el resto de la sala se encontraban varias antorchas diseminadas por las paredes, cuatro grandes candelabros en cada esquina y cada uno de ellos con un gran cirio, detrás de la cúpula se encontraba un atril con un gran libro abierto. - Ya era hora de que entraras en razón, deberías haber entendido que no podías dejarme a medias – La voz volvió a hablar, esta vez lo hizo más calmada, Juan no respondió, seguía sin ser Sara, pero esa no era la respuesta que el engendro quería oír. Se acercó al atril para poder observar el libro, en la portada tenía una sola palabra “THOT” un escalofrió recorrió la espalda de Juan. Al abrir el libro por la página que tenía marcada pudo leer el siguiente título “El poder de devolver la vida”, Juan entendió lo que había dejado a medias la vieja, lo que no sabía era porqué. - ¡Sara, empieza de una vez! – El ser estaba impacientándose, pero Juan necesitaba tiempo, buscó un índice, tenía que ver si se podía desterrar a un espíritu maligno como aquel. El ser le propinó un empujón. - ¡Vamos muévete! – El malvado ser gritaba y zarandeaba a Juan, este no podía coger el libro para poder leerlo, pero se le ocurrió que si el ser no tenía cuerpo no podría volver a la vida, quizás entonces desapareciese. Se arrastró entre empujones hasta dentro de la cúpula, tenía la esperanza de que el espíritu no pudiese alcanzarlo dentro del campo de energía y así fue, el maligno ser se materializó en forma de humo negro, tal como lo describió Marcos, salvo por que no tenía forma definida. Juan se puso de pie exhausto, había recibido una gran paliza aun así le quedaban fuerzas para continuar, arrancó el puñal del pecho del cadáver, lo levantó para coger fuerza para decapitarlo, el ser golpeaba sin cesar la cúpula de energía, pero no conseguía atravesarla, solo faltaba dar el golpe y todo acabaría, estaba tan seguro dentro de la cúpula, que se permitió girar la cabeza ligeramente para mirar y sonreír al maldito ser, volvió a centrarse y descargó el golpe. El cuchillo voló por un lado y Juan por el otro, Sara Cripi apareció dentro de la cúpula y lo había golpeado con tanta fuerza, que lo sacó de la protección de la cúpula. El ser aprovechó ese momento para levantar el maltrecho cuerpo de Juan. Intentaba gritar para pedir auxilio pero la garganta la tenía llena de humo, lágrimas de dolor y desesperación se mezclaban con la sangre de su cara. La perversión del ser era tal que ninguno de los asesinos en serie de la historia se podría comparar con él. Agarró a Juan por las extremidades y lo partió en cuatro trozos. Juan explotó como un globo de agua que se estrella desde un tercer piso, toda la sala se cubrió de sangre y de los restos de Juan. En el último segundo antes de morir, se acordó de sus padres, jamás sabrían que le paso a su pobre hijo desaparecido. - Saúl, ya estoy aquí – Dijo Sara - ¿Eres tú de verdad? – le preguntó el ser - Sí, amor soy yo, morí de vieja antes de poder resucitarte – Sara estaba llorando - Cuando no me respondías me enfadé contigo y tuve que hacerte daño– dijo el ser - No te preocupes, jamás lo hiciste, ya estaba muerta cuando lo intentaste y ahora que encontré quien me abriera el camino hasta a ti, nada nos separará. Sara dejó su aspecto humano, se convirtió en otra nube negra y se fundió con el ser. Una espesa niebla flotaba a ras de suelo, sobre la sangre fresca del pobre Juan Escrito por: Fernando Gabarre Moreno 30 - 3 - 2013
Posted on: Thu, 01 Aug 2013 15:22:11 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015