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Gloria de la inmortalidad El triunfo de la inmortalidad del Espíritu se inicia en el momento de su resurrección después de la muerte del cuerpo físico. Despertando en la dimensión espiritual y dándose cuenta de la sobrevivencia, el Espíritu comprende el significado de la existencia corporal y hace un balance de las realizaciones durante toda la jornada, profundando los contenidos felices de aquellas que lo enriquecen de paz y lucidez, en cuanto ve aquellas otras en las cuales no logro el éxito que podría haber conseguido si hubiese persistido en los sentimientos nobles. Darse cuenta de la oportunidad que se le presenta, así como de las infinitas posibilidades de que pasa a disponer, en el caso que desee avanzar en el rumbo de la plenitud. Descubre, mediante la reflexión, calma y sabiduría, las bendiciones que lo aguardan a través de las futuras reencarnaciones y comienza a empeñarse en la auto preparación para los futuros emprendimientos liberadores. Inerrable alegría le envide ante la perspectiva de que es posible conseguir la auto iluminación y de que todo cuanto produzca de bien o de mal le vuelve en su propia dirección, proporcionándole alegrías inauditas o desventuras perturbadoras. Aunque haya vivido la existencia de manera incorrecta, dispone de nuevos recursos para la auto recuperación, que pasa a depender exclusivamente del empeño con que se dedique a la conquista de los valores mal utilizados. Cuando, se dejo intoxicar por los vapores de la soberbia y del orgullo, entregándose a la irracionalidad en lo cual se complacía, toma conocimiento de los terribles daños a si mismo infligidos y, no teniendo madurez psicológica para comprender la responsabilidad que le pesa sobre los hombros, se permite indignarse y el desespero que más lo atormentan, empujándolo para las sombras demoradas de la perturbación y del desequilibrio. Cada ser es responsable por las consecuencias de los actos que practica. Su libre albedrío proporcionándole la elección de lo que considera como digno de respecto, arrastrándolo, aun sin quererlo, por el camino escogido, naturalmente asumiendo los resultados de la actitud infeliz. El Señor del Universo no emplearía más de dos billones de años para que la vida se iniciase en el orbe terrestre hasta alcanzar el nivel de la razón y del discernimiento, de la consciencia y del saber, si ella misma no tuviese la finalidad sublime de la perfección. Negarse a la causalidad es fuga y traslado para la ilusión, en la cual se complace el desprevenido, pensado en evadirse de las responsabilidades, bajo la vana justificativa de la ignorancia. Todo en el Cosmos habla de orden, de equilibrio, de armonía, incluso cuando se contempla el aparente caos, que oculta los principios que lo producen, aunque permanezcan desconocidos. Hay, por tanto, en todo y en todos, la fatalidad para la gloria de la inmortalidad en permanente triunfo. La vida jamás se extingue, desde que fue iniciada. El Espíritu es creación del Amor con el destino de la alegría sin límites. En cuanto se transita en la carne, la memoria de los acontecimientos espirituales disminuye de intensidad, momentáneamente bloqueada en parte, a fin de no generar problemas en el proceso del crecimiento interior. Las herencias atávicas de los instintos primarios, no pocas veces, intentan obstaculizar la lucidez del pensamiento que aspira para más altos vuelos en la dirección del Infinito. Eso contribuye para los equívocos morales lamentables y las fijaciones tormentosas del placer, que nunca se sacia, siempre aspirando por nuevas sensaciones que proporcionan goces. Los elevados conceptos de deber y de responsabilidad invariablemente ceden lugar a los de derechos y permisos, sin la correspondiente contribución que concede esos ofrecimientos existenciales. Las mentes desvariadas por los tormentos ancestrales, que se encuentran fijados en los mapas del proceso de crecimiento ético-moral, elaboran, apresadas, informaciones diluentes de los serios compromisos con la realidad, favoreciendo comportamientos materialistas, utilitaristas, invistiendo en el aniquilamiento del Espíritu a partir del fenómeno de la muerte orgánica. Aunque la intuición y los recuerdos vagos de la inmortalidad, de la experiencia fuera del cuerpo, durante el interregno de la desencarnación anterior y de la reencarnación actual, el ser irresponsable y orgulloso vitaliza esa conducta aberrante, y se permite solo el uso de la indumentaria fisiológica para las satisfacciones egoístas en que se complace. Arrebatado por la desencarnación, que a todos alcanza, despierta en desvarío, procurando el olvido absoluto, la ausencia de vida, encontrándola estuante, y experimenta, entonces, una frustración terrible que lo amarga y atormenta. La vida es constituida de valores buenos y malos, a depender de cómo cada criatura los aplica, cabiéndole la sabia selección que faculte el resultado de la alegría inefable de la consciencia recta, que permanece fiel a los dictámenes del orden y del deber. ¿Por qué a unos la vida exigiría acciones dolorosas, fatigas y luchas, en cuanto que a otros concedería solamente comodidades y júbilos, en una elección desigual y absurda? No existiendo privilegios en las soberanas leyes que rigen el Universo, todos los seres que en él se encuentran están subordinados a los mismos códigos morales y responsabilidades espirituales, que permiten las bendiciones de las sonrisas, tanto como las dádivas de las lágrimas. Vive, por tanto, de tal modo que, al llegar el momento de la despedida de los vestidos corporales, dispongas de recursos para la liberación plena de tu prisión, el cual, por un periodo, te permitió de disfrutar los medios que favorecen el estado de paz. En cuanto estés en el cuerpo, utilízalo con respeto y libérate de los deberes que te caben, porque desencarnaras conduciendo las acciones en que te empeñaste y que constituirán los recursos indispensables para la continuación de tu jornada. Lo mismo ocurre con los familiares y amigos que son parte de tu relacionamiento, así como sucede con aquellos que te generan dificultades y crearan existencias perturbadoras, volviéndose enemigos y perseguidores. Nadie huye de sí mismo. La gloria de la resurrección es el incomparable despertar para la vida en triunfo. ¡Día de Finados! Aquellos que son considerados muertos se encuentran vivos en proceso de auto evaluación de los propios actos, ansiosos por la oportunidad de recomenzar y rehacer los caminos mal recorridos. A su semejanza, aquellos que se empeñaron en la obra de la verdad también anhelan por la felicidad de ayudar y de crecer en la dirección de Dios, el Amor sin límites. Ora por los que desencarnaron y ayuda a los Espíritus, encarcelados en la materia, que aun ignoran el destino que los aguarda. …Y sigue en paz, amando y sirviendo siempre. Joanna de Ângelis Pagina psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, en la tarde del 11 de agosto del 2012, en la residencia del Dr. Epaminondas Corrêa e Silva, en Paramirim, Bahía.) Extraído de la revista “Reformador” Traducido por Jacob
Posted on: Mon, 24 Jun 2013 09:05:52 +0000

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