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HOLA AMIGOS QUE TAL, AQUI VOLVEMOS CON LA DESCRIPCION DE LA RUTA DEL DIA 15, PARA LOS QUE OS NO TENGAIS PLAZA TODAVIA YA SABEIS MI TELEFONO 661288257 O EL DE PACO 616782769. UN GRAN ABRAZO Y ESPERO VEROS A TODOS. ******************************************** EL CALVARIO – LA SIERREZUELA Sierra de Villafranca-Adamuz INICIO: kilómetro 4 de la carretera A-421, de Villafranca a Adamuz. FINAL: Villafranca de Córdoba. Se accede al pueblo por el camino de Fuente Agria, que parte del cementerio de dicha localidad. DISTANCIA APROXIMADA: 17 kilómetros. Se puede reducir en tres kilómetros el recorrido si desde las ruinas de “la casilla de los Tísicos” conectamos con la pista principal de la loma del Partidor, evitando pasar por la torreta de vigilancia forestal. Igualmente, se puede ampliar un kilómetro, si desde ese mismo punto descendemos hasta la entrada del túnel del AVE, para salir a la pista principal por el camino que viene desde La Vega de la Puente. DIFICULTAD: Media baja. En general el estado del camino es bueno, y las pendientes son poco pronunciadas y poco prolongadas. El punto de inicio se sitúa en torno a los 200 metros de altitud, y el final a 160 metros. La máxima cota del itinerario se sitúa a 386 metros. El único tramo que puede presentar algo más de dificultad es la subida a El Calvario, ya que hay que superar 100 metros de desnivel en un kilómetro aproximadamente. BREVE DESCRIPCIÓN: Se trata de un recorrido en bucle que recorre el monte público La Sierrezuela, excepto los primeros kilómetros, que discurren por la finca el Calvario. Desde una explanada situada en el kilómetro 4 de la carretera A-421, parte un camino que se adentra por una zona de eucaliptos y pinos, y que poco a poco va ganando altura, hasta llegar a una loma situada en torno a los 300 metros de altitud. Continuamos hacia el este por una senda flanqueada de pinos y jaras que discurre por toda la cuerda, apareciendo, paulatinamente, una bonita panorámica que se hace más amplia en las ruinas de la ermita de El Calvario. En las venerables piedras del Calvario se abre el horizonte a los dos paisajes cordobeses: Por las suaves lomas de la Campiña se asoman El Carpio, Pedro Abad y Bujalance; en la ribera de trazado simétrico la pequeña población de San Antonio muestra sus lúcidas paredes. Más abajo, entre álamos y tarajes, surgen las tranquilas aguas del río Guadalquivir besando suavemente el limo fértil de la Vega, en la que los múltiples cultivos de sus diminutas parcelas nos ofrecen una variada gama de colores; y al fondo azulean los relieves subbéticos, de Córdoba y Jaén, con sus respectivos picachos de Cabra y Ahillos. Recostadas al pie de la montaña, mecidas por el Guadalquivir y resguardadas por Sierra Morena, se arremolinan las casas que moldean Villafranca. Comienza la sierra con el verde plateado del olivar, que se intensifica con los matorrales y pinos de la parte más agreste, perdiéndose hacia oeste por cerro Gomero, cerca de San Rafael de Navallana, y más allá, en el cerro de Torreárboles y las blancas casas de Cerro Muriano; hacia el Este, las alturas del peñón de Vicálvaro y Cerro Blanco impiden contemplar las remansadas aguas de El Salto. Desde la ermita del Calvario regresamos por el mismo camino, continuando por la loma hasta llegar de nuevo a la carretera A-421. Un camino que discurre en paralelo a la carretera pero mucho más hundido, de tal modo que no llegamos a ver el asfalto, nos conduce hasta el “mirador de Sierra Morena”, en el límite entre los términos de Adamuz y Villafranca, que ofrece una bella panorámica del pueblo y sierra de Adamuz. Continuamos siguiendo el trazado de la carretera antigua de Villafranca a Adamuz hasta que, cruzando la nueva variante, tomemos uno de los caminos que recorren el monte público de la Sierrezuela. En concreto se trata de un carril que fue construido siguiendo las curvas de nivel, por lo que discurre en llano y sin apenas dificultad para el caminante. Cuando lleguemos al conocido como arroyo de la Casilla, el camino enfila en línea recta, siguiendo el curso del arroyo aguas arriba hasta llegar a la casilla de los Tísicos, unas exiguas ruinas que, según cuentan los mayores, fue en su día lugar de descanso y recuperación para los enfermos de tuberculosis, que acudían a oxigenar sus pulmones en este bello paraje de Sierra Morena. Aquí encontraremos una encrucijada de caminos: el camino que sale a la derecha nos llevará al túnel del AVE y el que sale a la izquierda conecta directamente con la pista que va por la loma del Partidor. Podemos alargar o recortar la ruta si tomamos el primero o el segundo, respectivamente. Pero decidimos seguir por uno que continúa en la misma dirección que llevamos, manteniéndose a la misma altura. El camino se ha estrechado hasta convertirse en un sendero, que zigzaguea entre una cerrada vegetación, hasta enlazar con la pista principal de la Loma del Partidor, cerca de la torre forestal, a la que dirigimos nuestros pasos cambiando radicalmente de dirección, avanzando ahora hacia el Este. En este punto se alcanza el límite entre los términos de Villafranca y Adamuz. La torreta está situada en un cerro de 386 metros de altitud, punto más elevado del recorrido, que invita al descanso y la contemplación, dando vistas a la Campiña por un lado, y a las sierras de Adamuz por el otro. En días claros, podemos avistar, además de las localidades de Adamuz y Villafranca, las de El Carpio y Bujalance, e incluso, si la atmósfera está lo suficientemente limpia, las Sierras Subbéticas y sierras de Jaén. Hacia el oeste destacan las vistas de la Vega de Córdoba, el embalse de San Rafael de Navallana, el peñón de Jesús en Los Conventos, y, en días claros, el castillo de Almodóvar del Río. Al norte y a un nivel más bajo, en la misma pista, se sitúa la casa forestal, también llamada “Casilla del Chiquito”, que fue el primer guarda que la ocupó en la repoblación de La Sierrezuela. En lugar de continuar por la pista forestal, preferimos caminar por un cortafuegos que va recorriendo toda la cuerda, y desde donde se obtienen mejores panorámicas, hasta conectar de nuevo con la pista en una zona llana, de encinar adehesado con trigal. Al otro lado del camino encontraremos un antiguo pozo, conocido como “pozo de La Sierrezuela”. La pista continúa por la cuerda de la sierra, donde se ubicó uno de los frentes de la Guerra Civil Española, tal como lo atestiguan los numerosos restos de trincheras que allí se encuentran. Antes de llegar a la carretera de Adamuz, en el paraje de Las Mojoneras, abandonamos la pista y cambiamos de dirección para descender por un estrecho sendero, conocido como “cañada de la Mora” hasta el parque periurbano y albergue de Fuente Agria, y desde aquí hasta el pueblo de Villafranca por el carril de acceso a dichas instalaciones. INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA La Sierrezuela El capellán Don Joaquín Rafael Gaitán, en un opúsculo firmado en Villafranca a 31 de Enero de 1793, contestaba a un cuestionario que trataba de aglutinar noticias geográficas, socioeconómicas, religiosas, sanitarias, educativas e históricas de Villafranca, con vistas a integrarse en el Diccionario Geográfico encargado realizar a Tomás López por el Rey Carlos III. En contestación a la quinta pregunta -que hacía alusión a los nombres de las sierras y los puertos- el mencionado corresponsal decía que “Desde el mismo río se levanta una loma de sierra cuya cordillera llega hasta los puertos de Alcudia, y aún pasa no sé hasta dónde. El nombre de loma es el que la hace inteligible a estos naturales, pues por antonomasia lo es en efecto, descollando entre los demás cerros por lo menos con más constancia.” Esta loma no es otra que ese primer escalón de Sierra Morena que se levanta al norte de la población de Villafranca, y que en su parte occidental recibe el nombre de “Loma del Partidor”, denominación que alude a que por la cuerda de la loma, a unos 300 metros de altitud, discurre la línea divisoria de los términos municipales de Villafranca y Adamuz, y que actualmente se encuentra horadada por uno de los túneles del AVE. Con respecto a la sesta pregunta del interrogatorio de Tomás López, que atiende a los bosques, montes y florestas, el capellán decía: “…lo perteneciente a la parte donde está el pueblo, sus montes, bien que en el día no muy cercanos son: Acebuches, lentiscos, encinas y semejantes arbustos, todos criados con robustez por causa de la fertilidad de la tierra. Su extensión bien notoria es, pues todo el mundo sabe cuánto coge Sierra Morena. Todo su monte mira al Mediodía”. Más de 200 años después, el paisaje vegetal ha cambiado sustancialmente, porque a las encinas, lentiscos y acebuches, hay que sumarles una densa masa forestal de pinos negrales y piñoneros, y en menor medida también pinos carrascos y canarios; la explicación es bien sencilla: los montes públicos de La Sierrezuela, de 584 hectáreas, y Fuente Agria, de 80 hectáreas, así como otras fincas consorciadas de la zona, como Los Castellares, El Rincón, Los Almendrillos, El Calvario y la Reyerta, fueron repobladas con coníferas a mediados del siglo XX. Mezclados con los pinos aparecen algunos ejemplares de eucaliptos y cipreses; y un variado matorral mediterráneo: jaras, matagallos, labiérnagos, coscojas, mirtos, y en menor medida brezos y madroños. Los arroyos del Frontón, la Calderuela y Tamujoso se rodean de rosales silvestres, zarzas, tamujos y adelfas. Con respecto a la fauna de la zona, entre los mamíferos se cita la jineta, el meloncillo, gato montés, el ciervo, el jabalí y el abundantísimo conejo. Las aves están representadas por un gran elenco de especies, destacando por su abundancia la perdiz, la paloma torcaz, el arrendajo, el rabilargo, el pico picapinos y un gran número de paseriformes. Entre las rapaces habituales destacan el azor, el gavilán, el ratonero, el cárabo, el mochuelo y el búho real. Otras rapaces como el águila real o perdicera sobrevuelan esporádicamente los cielos de este espacio. Parque Periurbano de Fuente Agria Al sur del monte de la Sierrezuela se localiza el que fuera parque forestal de Fuente Agria, de 50.000 metros cuadrados. Creado por el antiguo ICONA, se ubica dentro de la finca del mismo nombre, de 80 hectáreas, aprovechando los márgenes del arroyo del Frontón y una fuente con abundante agua de sabor ferruginoso. El 27 de febrero del año 2000 fue declarado Parque Periurbano, integrándose de este modo en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía. Salpican el terreno cocinas, mesas y bancos de madera y piedra, que han colocado a la sombra de los árboles, valiéndose de los numerosos rellanos cercanos al riachuelo. Se accede al parque periurbano por la circunvalación de Villafranca, a la altura del cementerio. A la izquierda de éste parte un camino que desciende hasta el arroyo del Frontón y, tras cruzarlo, continúa por la margen izquierda del mismo hasta llegar al parque periurbano. En este espacio se construyó un albergue juvenil que ha tomado del parque su nombre, y desde donde parten sinuosas veredas que atraviesan los pinares de la finca y se prolongan en varias rutas de senderismo. El Calvario A unos cuatro kilómetros de Villafranca, en lo alto de una loma que queda a la derecha de la carretera de Adamuz, se mantienen en pie a duras penas los viejos muros de la ermita del Calvario. Tiene el lugar ese romanticismo especial al que dotan los edificios religiosos en ruinas, y que se acrecienta por el sugestivo entorno, rodeado de pinares y regalando bellas panorámicas que van desde Cerro Muriano a Bujalance. Cierto es que desgraciadamente el edificio se está desmoronando, y que habría que frenar este deterioro, pero no soy muy partidario de una reconstrucción, que restaría ese halo de abandono, soledad y melancolía que las viejas piedras amontonadas y techos hundidos aportan al paisaje. No he encontrado muchos datos históricos de esta ermita, que al parecer data del siglo XIII. En un opúsculo firmado en Villafranca a 31 de Enero de 1793, el capellán Don Joaquín Rafael Gaitán, decía textualmente: “Eso que el mapa llama Calvario es una ermita sita en ese sitio, donde se venera un Señor Crucificado. Está en el principio y en lo alto de la loma que habemos hablado…”. También es citada a mediados del siglo XIX por Don Luís María Ramírez y las Casas-Deza en su conocida “Corografía”:”A distancia de media legua en un elevado cerro está el santuario del Santísimo Cristo del Calvario, desde cuyo sitio se descubre gran estensión de sierra y campiña. La imagen de este Sto. Cristo es objeto especial de la devoción del pueblo y de las villas inmediatas”. Según cuentan los lugareños, dicha ermita era muy frecuentada los viernes de Cuaresma, ya que muchos vecinos acudían espontáneamente para rezar las estaciones del Vía Crucis. Así mismo, en las mañanas del Viernes Santo, algunos de los fieles que habían acompañado al Nazareno cargados con una cruz, subían con ella al Calvario en cumplimiento de alguna promesa. Con el inicio de la Guerra Civil comienza el deterioro de la ermita cuyo estado ruinoso supuso su abandono definitivo. Consta de planta rectangular con una sola nave central, capilla lateral derecha y portal cubierto de entrada, además de dependencias anejas dedicadas a vivienda del santero. Todo el conjunto se rodea por muro de piedra con arco de acceso. Presenta muros con verdugadas de ladrillo y muro sur en buen estado. Cuenta también con una sencilla espadaña que nos recuerda el uso religioso que tuvo el edificio. Conseguir la propiedad de la ermita y su entorno fue durante los años setenta y ochenta una de las grandes aspiraciones del municipio, hasta el punto de que se llegó a crear una plataforma ciudadana, en la que estaban inscritos prácticamente todos los villafranqueños, para lograr que los antiguos propietarios la cedieran al pueblo. Sin embargo la justicia dio la razón a los dueños de la finca y los vecinos tuvieron que renunciar a sus pretensiones. Finalmente, en el año 2006, Francisco Javier López Casado, alcalde de este municipio, llegó a un acuerdo con los entonces propietarios del recinto religioso para que éste y 200 hectáreas de sierra que se encontraban a su alrededor, pasasen a ser propiedad municipal, recuperando para el pueblo este edificio religioso así como su entorno y también la cercana fuente La Pasadilla, de la que Ramírez y las Casas-Deza decía “que corre á la falda de la ermita del Calvario y es sumamente delgada”. De este modo se rescató un enclave que tiene un gran valor sentimental para los villafranqueños y que forma parte de la historia viva del municipio. Al parecer, antiguamente los habitantes de Villafranca iban a lavar la ropa a la fuente de La Pasadilla, cuyas aguas, además, tenían propiedades tan buenas que servían para poner tiernos los garbanzos de los cocidos que guisaban los vecinos no sólo de Villafranca, sino también de los pueblos de alrededor. Las huellas de la guerra civil en Villafranca Villafranca cuenta con un paisaje literario estremecedor. La cima de la sierra está repleta de restos de trincheras y búnkeres de la guerra civil, escenario de dantescos episodios vitales que inspiraron no pocos versos de uno de los poetas más característicos y legendarios del exilio, Pedro Garfias: De lo alto de la sierra / campesinos aterrados / con ojos que vieron muerte / y abiertos dejó el espanto… Las gentes de Villafranca / se fueron por los caminos / de pueblo a pueblo se arrastran / viejos, mujeres y niños… Después de que el general Miaja desistiera de la toma de Córdoba el 20 de agosto de 1936, las líneas de frente de guerra se establecieron entre la zona de Adamuz-Villafranca-El Carpio, siendo fundamental la presencia del Batallón Villafranca en las defensa de las mismas. Tras la ruptura del frente en las Navidades de 1936, y con la consiguiente toma de Montoro por los nacionales, el cuartel general de la resistencia republicana se establece en Villanueva de Córdoba. En marzo de 1937 el batallón Villafranca se distinguió en la defensa de Pozoblanco cubriéndose de gloria por la valentía y resistencia de sus hombres. Garfias fue soldado y comisario del batallón Villafranca con un papel clave en la defensa de Pozoblanco. El poeta nunca pudo olvidar aquellas vivencias, como la del compañero miliciano con el que charló poco antes de la batalla, del que nunca supo su nombre, y que al bajar del camión recibió un tiro ante sus ojos, dedicándole el poema a un miliciano muerto: “Llegamos y nos echaron al suelo, a cavar trinchera, no sabíamos. Y de pronto le llega una bala a él y lo mata. No disparó un tiro, nunca luchó por su clase. Entonces escribí mi primer verso después de catorce años. En estas circunstancias trágicas, la poesía de Pedro Garfias se revela como un arma de gran poder paliativo para la escasa moral de sus compañeros de armas. Es en ese momento cuando sus versos suenan más verdaderos, más limpios y llenos de oralidad, convirtiéndose en uno de los poetas soldados que escribirían la batalla en los romanceros que memorizaban casi como rezos los que estaban a punto de morir. Sus biógrafos destacan su capacidad declamatoria. Alberti dijo de él: Nunca olvidaré sus recitales en las líneas avanzadas del frente, en los años de la guerra a los que le acompañaba a menudo. De pie, como un árbol desgajado y carcomido en medio de un cerro de soldados, con aquella voz estremecida de cólera y pasión, me parecía un rapsoda antiguo. Poemas como el Himmo del Batallón Villafranca y de la 74 división, Peleamos, peleamos, Guerrilleros, Mutilados de guerra o Frío en las trincheras, esparcidos en publicaciones como Milicia Popular, El Liberal, El Mono Azul , Frente Sur o Frente Extremeño , o bien reunidos en sus dos libros escritos en el frente, Poesías de Guerra y Héroes del Sur , se convierten, en muchos casos, en verdaderos himnos de la resistencia republicana. En 1938, Pedro Garfias obtiene el Premio Nacional de Literatura por su recopilación de Poesías de la guerra, un premio compartido con Destino fiel, de Emilio Prados. En toda la franja norte del término municipal de Villafranca, en el límite con el de Adamuz, encontramos vestigios de la Guerra Civil. Es fácil determinar a qué bando corresponden: las orientadas hacia el sur, con una panorámica espectacular de la campiña Cordobesa y del valle del Guadalquivir, las construyeron las fuerzas republicanas; las orientadas al norte, con una perfecta visión de la localidad de Adamuz y de Sierra Morena, los Nacionales. Todas ellas cercanas a la “cuerda de la sierra”, donde se mantuvo el frente de guerra durante varios meses, de tal forma que conforme las tropas de los distintos bandos se iban posicionando, se fueron construyeron parapetos para defenderse del fuego enemigo. Podemos encontrar excavaciones en el suelo formando callejones que se enlazan entre sí con otras fosas de mayor tamaño, donde se situaban las armas más pesadas o el cuerpo de mando. Existen también muros de piedra unidos por hormigón en los lugares donde la roca impedía la excavación de trincheras en el suelo. Estos muros tienen unas paredes que pueden llegar a tener 60 cm de espesor. Por último, es de destacar la existencia de nidos de ametralladora, búnkeres de hormigón impenetrables que en la actualidad se conservan en muy buen estado. Los restos más interesantes son las conocidas como “trincheras de la Sierrezuela”, y los búnkeres del cerro del Tabaco y de las Mojoneras. Las trincheras se localizan en la pista que discurre por toda la cuerda de la sierra hasta la Loma del Partidor, a un kilómetro escaso de la carretera A-421. El búnker del cerro del Tabaco se sitúa en dicho cerro, al sur de la mencionada pista y no lejos de “la torreta” de la emisora. Por su parte, el búnker de las Mojoneras se localiza al otro lado de la carretera, en un cerro situado al norte del camino de acceso a la ermita del Calvario.
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 18:49:03 +0000

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