HOY ME ESCAPO A MI SELVA... LA SELVA QUE NO OLVIDO POR.ALEXANDER - TopicsExpress



          

HOY ME ESCAPO A MI SELVA... LA SELVA QUE NO OLVIDO POR.ALEXANDER BONILLA D. Tengo sueños recurrentes con una selva especial. Cada vez la siento más viva y la quiero recorrer parte a parte, y penetrarla por todo lado hasta devorarla. Para llegar a ella hay que cruzar dos vigas grandes, enormes, de dos Ceibos que con el tiempo el viento los derribó. Ahí quedaron, de entrada única a ese mundo salvaje. Aquí estoy frente a ellos. Cinco grandes gambas me dificultan subir al fuste centenario para recorrerlo y empezar mi recorrido por las sendas que me harán disfrutar y recorrer esa mi montaña sagrada y mágica. Por fin estoy encima del tronco lleno de musgo aún, cubierto de lianas y epífitas , que forman su piel. Las hormigas han hecho sus caminitos y lentamente y en silencio a diario lo recorren en busca de su alimento. Poco a poco lo voy transitando . quiero disfrutar este pasaje natural, olerlo, sentirlo, acariciarlo. Ahora llego a la parte donde la piel está desnuda , abierta para que sintamos su tersura, su olor, su aroma. Me recuesto en ella y siento ese olor penetrante que sale de esta corteza virgen. Ahí me quedo un rato con mi cara recorriendo su piel fresca y fría. Al final de la viga centenaria se inicia la montaña virgen, tupida. Una selva oscura donde no se puede ver el sol. Está enmarañada, pues son pocos los que la conocen y la han penetrado. Al inicio, cosa sorprendente hay un pequeño árbol de caricácea ,planta originaria de los bosques centroamericanos,México y América del sur, fruta tropical con poderes medicinales : para el extreñimiento, para las cicatrizaciones,para el bronceado, que combate parasitos intestinales,reforzadora de la inmunidad, mejora la digestión,con propiedades analgésicas,sirve para la colitis , la gastroenteritis, y hasta ayuda a limpiar la piel. No se como llegó por ahí. Quizás alguna semilla transportada por los animales, las aves , o algún viajero que la llevaba en su mochila y decidió sentarse a comerla antes de emprender la marcha que hoy inicio. O tal vez quedó aquí anclada en la historia, para demostrarnos que ella llegó primero que nosotros. No se , pero alguna vez viví algo similar en una montaña conocida, donde me alimentó y refrescó. La dejé ahí con su fruto sagrado, jugoso, carnoso, refrescante…quizás al regreso sienta ganas de saborearla. Al inicio de esta selva tupida se abrió una cascada pequeña que al frotarla, en forma mágica, emanaba agua abundante y fresca. La selva nos ofrecía un fruto sagrado y una emanación bendita , para cuando la quisiéramos tomar. Fui consciente de que no podíamos abusar de estas maravillas encontradas. Seguí mi camino por la selva que se oscurecía cada vez mas, conforme la penetraba suavemente. No la quería maltratar. Quería que ella sintiera que más bien la acariciaba y que disfrutaba con la belleza que me ofrecía. Ante mí se abrían las plantas y las flores, y me seguían los animales, cual si de una escolta se tratara. La selva me ofrecía sus orquídeas moradas, sus frondosas lianas que me daban agua, y flores de múltiples colores. Quise oir el silencio y me fue permitido. Ese silencio ruidoso de la selva tropical. Seguí mi camino y me despedí de esa selva negra tropical, de este templo natural, al cual por supuesto quiero regresar. Y estoy seguro que algún dia lo lograré. Ahora me encuentro en una pradera natural, producto de algún fuego de los tiempos. Vegetación herbacea y conformada de Santalucías, esos flores de color azul que nos traen suerte. Bello el paisaje que se formaba. Una pradera de color azul. Camine suavemente entre ellas hasta llegar a un hueco que se formaba en medio de la explanada. Si fuera de otras dimensiones y tuviera agua cristalina, diría que era un cenote, de aquellos donde sacrificaban las vírgenes los aborígenes mayas. No era el ombligo del mundo, pero si el centro de este pequeño universo que recorría. Me gustó mucho esta pradera y aproveche para recostarme y descansar de la caminata. El aroma , la fragancia, de seguro me adormeció , pues creí que mi cuerpo frotaba una piel suave , tersa y fría como la piel de una rana. Se acabó el paisaje plano, fácil. Empezó el terreno abrupto. Allá a lo lejos se miraban dos montañas que parecían pequeños volcancitos. Me hicieron recordar el parque nacional la Tetas de María Guevara , en la Isla Margarita de Venezuela. Decidí subir esas montañitas…lentamente logré llegar a ellas. Desde sus alturas pude observar la planicie dejada atrás y el color azulado de las santalucías. Estuve sentado un rato jugando con unos copos de flores que al tocarlas se erizaban y explotaban como si fueran pompas de jabón. El paisaje en estos cerros era frío e inhóspito. No había vegetación sobresaliente. Decidí seguir. Bajé y me encontré con un río que se abría en dos brazos enormes y corrían casi en forma paralela al recorrido que yo venía haciendo. Sus aguas eran cristalinas y mansas. Bajaban de la montaña. Algún dia me gustaría navegarlos; creo que lo puedo hacer en un pequeño bote. Jugar con su agua y sumergirme en ellas. Dejaría que las aguas me acariciaran todo mi cuerpo. Ahora había que buscar una salida para llegar a los confines de la gira. Una mole de roca se erguía ante mí. Busqué y busqué y encontré un paso secreto. Había una especie de caverna que lo llevaba a uno al otro lado. Me aventuré y efectivamente allá al fondo se miraba una luz. Era el otro lado de esta garganta. Ante mí se abrió la belleza natural en todo su esplendor. Una roca de color rojizo con una pequeña abertura. Se me asemejó a la boca de una dama, con sus labios pintados. Sobre ella una loma por donde pude subir y me encontré ante dos lagos pequeños de color verde, como la laguna poza verde del parque del agua de la zona norte. La zona era de una altura intermedia y las esmeraldas estaban rodeadas de vegetación enmarañada, que poco a poco se fueron cubriendo de niebla. Quedé extasiado de tanta belleza. Ha valido la pena la caminata, el cansancio, la soledad. Pero que extraño. De largo el color del agua era verde. Ahora que estoy tocando el agua el color es como marrón , pardo. Será que cambia de colores según esté el día ?. O será el reflejo de mis ojos. En fin, aquí decido acampar. Aquí pasaré la noche. No ando tienda de campaña ni nada por el estilo. Pero con el machete, hago un rancho de heliotropo, como los que hacía de niños a la orilla del río del abuelo ,cuando jugábamos de Tarzán. Noche espectacular. Noche de luna llena. Fría y silenciosa. Hice mía la noche y la montaña. Al otro día me quedaba caminar por un pequeño potrero para llegar a un farallón donde parecía que se acababa el mundo. La pared vertical del acantilado estaba forrada de vegetación. Parecia una cabellera que la cubría, con algunos hilos de plata de pequeños riachuelos que se desprendían por entre las rocas. Me di cuenta que había llegado al final de mi camino. Ahí en una roca me senté a admirar la inmensidad del paisaje. Lo verde y azul de la lejanía. Y al volver la mirada atrás, pensar en mi regreso. No se cuanto estuve en este trance. El aire era puro, lo sentía en mis pulmones. El viento pegaba fuerte en mi cara. De mis ojos se escapó una lágrima…no se porqué. El regreso…era el momento de emprenderlo. Una mariposa azul gigante llegó hasta donde estaba sentado. Me invito a montarme en ella. Me dejé llevar. Surcamos los cielos. Y desde arriba recorrimos el camino surcado en estos dos días de sueños. Esa selva que recorrí y que vuelve en mis sueños tenía forma….una forma de … Le pedí a mi mariposa voladora que bajara mas….mas….quería ver que era….Y efectivamente lo comprobé. Si era eso. Tenía forma humana… Era… Me desperté sobresaltado. Estaba sudoroso. Temblaba . No pude volver
Posted on: Sun, 25 Aug 2013 13:40:59 +0000

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