Hace mucho surgió un átomo que estuvo vagando por el universo de aquí para allá. Fue atrapado en el interior de una estrella y forzado a unirse a otros átomos y luego expulsado en una explosión colosal capaz de derrumbar a un Sol. Después de un poco de tranquilidad, el átomo fue reclutado junto con sus compañeros de viaje para formar un planeta. Ahí fue de de un lado a otro durante millones de años; el átomo fue engullido, digerido, defecado, enterrado, evaporado, respirado, bebido, reciclado, de nuevo devorado... formó parte de rocas, peces, medusas, insectos, dinosaurios, árboles. Pero entonces al átomo le sucedió algo que aun con sus millones de años de experiencia no pudo haberse esperado. De repente se encontró formando parte de un cuerpo nuevo y el átomo aprendió a reír, a imaginar, a sentir envidia y tristeza, supo lo que era amar con locura. También se investigó a sí mismo y al mundo que le rodea marvillándose de la belleza de la Naturaleza. Y entonces el átomo razonó aterrorizado, -razonar era una bonita actividad que había inventado hace poco-, que sólo estaría en ese estado durante un tiempo ridículamente corto antes de caer en la inconsciencia de nuevo. Así que el átomo empezó a estudiarse a sí mismo con desesperación sabiendo que posiblemente sería su única posibilidad de entender qué era y por qué existía. Tras un tiempo de intenso estudio por fin lo compendió: él era el Universo mismo tratando de comprenderse. Entonces estuvo satisfecho y listo para volver a la inconsciencia. Entonces el átomo fue engullido, luego defecado y evaporado en una mañana cálida de verano.
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 05:28:02 +0000
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