Haro Galli, pintor de tilcareños Emilio Haro Galli pasó buena - TopicsExpress



          

Haro Galli, pintor de tilcareños Emilio Haro Galli pasó buena parte de su vida en Cafayate, pero vive en Tilcara desde 1999. En su taller Utama, pinta y recorporiza con arcilla las gentes de estas tierras, identificado con las fuerzas que, en cada carnaval y primero de agosto, alcanzan en ellos su esplendor. Por Luis E. Altamira luisaltamira@hotmail OLYMPUS DIGITAL CAMERADesciendo en la terminal de Tilcara y me encamino a la oficina de turismo (la dicha de reencontrarme con la imponencia del cerro Negro, subiendo por la Belgrano) para que me informen sobre hospedajes y sobre mi amigo Emilio Haro Galli, pintor y ceramista que en el verano de 2006 tenía un inmenso taller frente a la plaza principal y que ahora, me dicen, se ha trasladado a unos 500 metros de la entrada del pueblo, del otro lado de la ruta. Cuando llego (al día siguiente, a eso de las tres de la tarde), me recibe Huayra, su hijo más chico también ceramista, quien lo despierta, notificando mi presencia. El Negro (el apodo de Emilio) sale tal como se levantó, despeinado y barbado como siempre (algo así como un Marcos Mundstock duendificado), y me invita a pasar a su taller de pintura, que es también dormitorio y cocina, donde el desorden es rey (“El taller es una obra en sí misma, aunque parezca un quilombo”, comenta). Hay pinturas por doquier, pobladas de lugareños de la Quebrada afectuosamente caricaturizados: escenas de carnaval, vendedores de cerámica, chicha y zapallos, pasajeros de algún colectivo donde un guarda entreverado pide boletos, etc. Personajes que podés encontrar también en la puerta que da al patio o en las de la heladera y el aparador; en la pared de la pileta, en los listones que sostienen los escalones que conducen al entrepiso donde apoliya (y en vos, si el Negro te ha sorprendido a las tres de la mañana, durmiendo). Me cuenta, a modo de disculpa, que ha estado la noche anterior con la Muñeca, una amiga, en un comedor -peña de propiedad de Rosa, una encendida lugareña de unos 85 años, que enseña a hacer galletitas en la sede de Los Caprichosos (comparsa ya tradicional de los carnavales de Tilcara, de la que Emilio es el actual presidente)-. El caso es que se comieron un guiso de lentejas riquísimo y ya empezaron a caerse otros amigos y conocidos (el bagualero Faustino Flores; Ana, una suiza encantadora llegada para los carnavales de este año, a quien esa noche le lloverían ofertas de casamiento, escudadas en que esa nueva situación civil le permitiría permanecer en Tilcara el tiempo que quisiera). En definitiva: la mesa se fue animando hasta la amistad en el vino, como quien dice, porque se cantó y se bailó hasta las seis de la mañana, y ahora está con un poco de resaca. Desde que se fue de la plaza, sale menos y trabaja más; que es lo que quería, saturado del casi ininterrumpido requerimiento de clientes, amigos y conocidos (léase joda, también) que allá le impedía pintar (actividad a la que hoy se dedica casi con exclusividad). El Huayra (así nombrado en reconocimiento a su amigo Huayra Castilla, uno de los hijos de Manuel) es el autor de la mayoría de los trabajos en cerámica que están a la venta (desde colectivos de la empresa El Vallisto repletos de lugareños, pasando por una parada en cuyo interior una pareja aguarda, besándose; siguiendo por un tatetí con piezas – cabezas de gente de la Quebrada, y finalizando con los once titulares de Boca, dispuestos para la foto (y otros tantos que no distingo si son del Huayra o el Negro: parejas de lugareños desnudas, en posiciones kamasútricas; una mamá diablo con su diablito, tipos subidos a botellas y barriles inmensos, tomándose algo de sus vinos; etc). Lo han invitado a hacer una muestra de pintura y cerámica en el Museo de la Vid y el Vino de Cafayate, entre el 12 y el 22 de este mes, localidad donde, además, hará un mural (dos, en realidad; el imprevisto, que pinta actualmente en La casa de las empanadas, me cuenta como único ayudante. Es una escena de la vendimia que ha dibujado con grafito, sobre el blanco inmaculado de una pared especialmente pintada para ello: en el centro hay un pisador metiéndole pata a los racimos que los cosecheros van arrojando adentro de una tinaja, mientras golpea una caja acompañado por un bandoneonista con el que hacen bailar a una pareja, a la que le he pintado el vestido y la camisa respectivos. “Es como los libros para colorear de los chicos, pero en una pared – equipara Sacha, su hijo mayor, ceramista y productor vitivinícola -. El Negro dibuja y después te dice los colores que le tenés que meter”). “Tilcara es el hoy. Y Cafayate, el corazón de mi vida”, resume el susodicho, para finalizar. En Cafayate se lanzó a vivir de la pintura y a hacer cerámica. Conoció a Maud, la madre de sus tres hijos, con quien adquirió un par de hectáreas arenositas, a principios de los ochenta. Con ellos fue y volvió de Europa en un par de oportunidades y hoy, radicado en Tilcara desde 1999, los lugareños continúan alegrándose al reconocerlo (la mayoría, naturales de esas tierras salteñas y jujeñas que el Negro pinta y esculpe, identificado con las fuerzas que, en cada carnaval o primero de agosto, resurgen en ellos con todo su esplendor). Compartir este artículo en: Nota anteriorRetorno de una larga siesta tanguera Nota siguienteUna triste canción Municipalidad de Córdoba, 20 años de democracia. Laboratorio UNC, hemoderivados. EDICIONES ANTERIORES ............................................................................. julio 2013 L M X J V S D « jun ago » 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 © 2013 Alfil – El diario para leer. 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Posted on: Wed, 13 Nov 2013 22:58:35 +0000

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