Hechos 8 a 10 (bt págs 52-72) 1-(Hech. 8:3-4). La persecución - TopicsExpress



          

Hechos 8 a 10 (bt págs 52-72) 1-(Hech. 8:3-4). La persecución no solo no consigue frenar la obra del Reino, sino que amplía su campo de acción. A los enemigos les sale mal la jugada: disgregando al grupo de discípulos favorecen la llegada del mensaje a territorios más lejanos. En tiempos modernos han ocurrido fenómenos parecidos. 2-(Hech. 8:6). Felipe pudo ver que, espiritualmente hablando, los campos de Samaria estaban ya maduros, sí, “blancos para la siega” (Juan 4:35). Sus habitantes recibieron el mensaje como un soplo de aire fresco, y es fácil entender por qué. Felipe no era un judío típico, ya que aceptaba relacionarse con ellos y no los menospreciaba. Tampoco se parecía a los intolerantes fariseos, pues se dirigía a todos, sin distinción de clases. Al predicarles con entusiasmo y sin favoritismos, demostró que no era uno más de esos judíos despectivos. Por eso, no es de extrañar que los samaritanos, en grandes números, decidieran escucharlo “de común acuerdo”. Hoy, como en el siglo I, los perseguidores no logran detener el avance de la predicación. Con frecuencia, al obligar a los cristianos a trasladarse sea a una prisión o a un territorio diferente, lo único que consiguen es expandir el mensaje del Reino. 3-(Hech. 8:14-17).Al dispersarse los discípulos de Cristo a causa de la persecución, Felipe se dirigió a Samaria. Lógicamente, actuaba en colaboración estrecha con el cuerpo que gobernaba la congregación cristiana. ¿Por qué decimos esto? Porque la Biblia indica que ellos supervisaban su labor: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan”. Como consecuencia, los nuevos creyentes recibieron la dádiva gratuita del espíritu santo. 4-(Hech. 8:20-24). La reprimenda de Pedro debería servirnos a todos de advertencia sobre los peligros de la simonía. Esta palabra se deriva del Simón del incidente y designa la compraventa de cargos religiosos u otras cosas espirituales. La historia del cristianismo apóstata ofrece abundantes muestras de este vicio. De hecho, una famosa enciclopedia llegó a afirmar en 1878: “Quien estudia la historia de los cónclaves papales queda convencido de que hasta hoy no ha habido ni uno solo que esté libre de la mancha de la simonía, en muchos casos simonía del tipo más grave, descarado y manifiesto” (The Encyclopædia Britannica, novena edición). ¿De qué maneras demostramos que estamos en guardia contra este pecado? Entre otras cosas, no recurriendo a regalos muy caros o elogios desmedidos a fin de congraciarnos con ciertos hermanos, pensando tal vez que nos podrán dar un trato de favor o conceder algún privilegio en la congregación. Y si somos nosotros los que ocupamos una posición que parece destacada, debemos evitar el favoritismo hacia los más pudientes. Si no lo hiciéramos, en ambos casos caeríamos en la simonía. Todos sin excepción debemos comportarnos con humildad, “como uno de los menores”, y esperar a que el espíritu santo intervenga en cualquier nombramiento para servir a los hermanos (Luc. 9:48). En la organización de Dios no hay lugar para nadie que “ande buscando su propia gloria” (Pro. 25:27). 5-(Hech. 8:36, 38). ¿Cómo se realiza el bautismo cristiano? Hay quienes creen que rociando o salpicando agua sobre la cabeza. Sin embargo, recordemos que el eunuco etíope fue bautizado dentro de una “masa de agua”. Dice el relato: “Ambos bajaron al agua, tanto Felipe como el eunuco” Si hubiera bastado con derramar o rociar, ¿para qué tuvo que detener el carro el eunuco junto a una masa de agua? Habría sido suficiente con un poco de este líquido, como el que se guardaba en un odre. De hecho, es probable que llevara ese recipiente de cuero, pues recorría “un camino por el desierto árido” (Hech. 8:26). El término bautizar se deriva del griego baptízo, que significa “sumergir, hundir en el agua” (Diccionario griego-español, de Francisco R. Adrados). Y las referencias bíblicas al bautismo cuadran muy bien con esta definición. Las Escrituras indican que la razón por la que Juan “estaba bautizando en Enón cerca de Salim” era “porque allí había una gran cantidad de agua” (Juan 3:23). De igual modo, en un relato sobre el bautismo de Jesús leemos: “Inmediatamente que subió del agua vio que los cielos se abrían” (Mar. 1:9, 10). Por lo tanto, la única forma válida de bautizar a un cristiano verdadero es por inmersión completa en agua. 6-(Hech. 8:32-40). Nosotros tenemos el honor de participar en la misma obra que Felipe. No tenemos por qué limitarnos a la predicación en un marco formal. Para hablar del mensaje, podemos aprovechar otras ocasiones, entre ellas los viajes. Y a menudo resulta obvio que la conversación con una persona de buen corazón no ha sido mera casualidad. Esto no debería extrañarnos, pues la Biblia señala que los ángeles dirigen la predicación a fin de que las “noticias gozosas” lleguen “a toda nación y tribu y lengua y pueblo” (Rev. 14:6). Además, el propio Jesús predijo que ellos intervendrían en la evangelización. Al dar su parábola del trigo y la mala hierba, mencionó que durante la cosecha —la conclusión del actual orden mundial— “los segadores” serían “los ángeles”. En cumplimiento de su labor, arrancarían del Reino “todas las cosas que hacen tropezar, y a los que cometen desafuero”, pero también recolectarían a los futuros herederos del gobierno celestial y a la “gran muchedumbre” de “otras ovejas” que Jehová atraería a su organización (Mat. 13:37-41; Rev. 7:9; Juan 6:44, 65; 10:16). Los miembros de la congregación cristiana tenemos un gran honor: colaboramos con los ángeles en una obra de evangelización que se realiza a una escala sin precedentes. ¡Nunca dejemos de valorar este privilegio! Si somos perseverantes en la difusión de “las buenas nuevas acerca de Jesús”, podremos sentir un gozo verdaderamente inmenso. 7-(Hechos 9:1-5 Como vemos, Cristo siente como suyos los problemas de sus seguidores (Mat. 25:34-40, 45). Por eso, si uno está sufriendo dificultades por ser leal a Cristo, puede estar seguro de que tanto él como su Padre están al corriente de la situación (Mat. 10:22, 28-31).Es posible que no eliminen la prueba de inmediato. Recordemos que el Hijo de Dios vio a Saulo colaborar en la matanza de Esteban y sacar a rastras de sus hogares a los cristianos de Jerusalén (Hech. 8:3). Y, sin embargo, en esos momentos no intervino, aunque sí les infundió el poder de Dios que les permitiría mantenerse fieles. Para superar la persecución, debemos dar cuatro pasos: 1) Decidirnos a ser leales a Jehová, cueste lo que cueste. 2) Pedirle ayuda (Fili. 4:6, 7). 3) Dejar la venganza en sus manos (Rom. 12:17-21). 4) Confiar en que nos dará fuerzas para aguantar la prueba hasta que la elimine (Fili. 4:12, 13). 8-(Hech. 9:6-17).¿Qué aprendemos de todos estos sucesos en que intervinieron Jesús, Ananías y Saulo? Entre otras cosas, que Jesús es fiel a su promesa de dirigir la predicación (Mat. 28:20). Aunque hoy no se comunica directamente con ningún ser humano, coordina esta obra a través de una colectividad: el esclavo fiel, al que ha dejado a cargo de todos sus bienes (Mat. 24:45-47). Este esclavo, el Cuerpo Gobernante, envía publicadores, precursores y misioneros en busca de quienes anhelan conocer mejor a Cristo. Y muchos han recibido la ayuda de los testigos de Jehová en respuesta a sus oraciones. Ananías fue obediente, aceptó su misión y por ello disfrutó de la bendición divina. ¿Qué hay de nosotros? ¿Cumplimos con el mandato de dar testimonio cabal, participando en todas las facetas del ministerio, incluso en las que nos producen más aprensión? A algunos cristianos, la sola idea de ir de casa en casa a hablar con extraños les crea ansiedad. A otros les cuesta predicar en los comercios, en las calles o por teléfono. Si ese es nuestro caso, imitemos a Ananías. Él hizo acopio de valor y, como consecuencia, tuvo el honor de ayudar al futuro apóstol a recibir el espíritu. Logró realizar su comisión porque confió en Jesús y aceptó a Saulo como hermano. De igual modo, nosotros venceremos nuestros temores si, como Ananías, confiamos en que Cristo dirige la evangelización, nos ponemos en el lugar de la gente y recordamos que hasta quienes más nos intimidan pudieran llegar a ser hermanos nuestros (Mat. 9:36). 9-(Hech. 9:18-30). ¿Qué enseña este ejemplo a quienes están estudiando la Biblia pero aún no han llegado a bautizarse? La importancia de poner por obra lo que aprenden. Es cierto que Saulo fue testigo presencial de un milagro de Cristo, lo que sin duda lo ayudó a actuar con decisión. Pero no olvidemos que hubo personas que también vieron milagros de Jesús y, sin embargo, reaccionaron con apatía o incluso con hostilidad. Esto fue lo que sucedió con los fariseos que lo vieron curar a un hombre que tenía la mano seca, así como con muchos judíos que podían dar fe de que había resucitado a Lázaro (Mar. 3:1-6; Juan 12:9, 10). Pero Saulo no fue como ellos, sino que se dejó transformar. ¿A qué se debió la diferencia? A que temía más a Dios que al hombre y valoraba enormemente la misericordia que le había demostrado Cristo (Fili. 3:8). Así pues, si aún no somos evangelizadores o cristianos bautizados, imitemos su buena actitud y no permitamos que nada ni nadie nos impida reunir las condiciones necesarias para serlo. Cuando el anterior perseguidor comenzó a predicar en las sinagogas acerca de Jesús, ¡qué sorprendidos, atónitos e incluso enojados se debieron de sentir los judíos! Para explicarles por qué había modificado su postura, tuvo que “probar lógicamente que [Jesús] es el Cristo” Pero la lógica no es una llave maestra que sirva para todas las puertas. Por eso, no logró abrir las mentes cerradas por la tradición ni los corazones atrancados por el orgullo. Con todo, Saulo no se dio por vencido. Tres años más tarde, los judíos de Damasco todavía estaban disputando con él, y finalmente decidieron matarlo. Cuando se enteró de sus confabulaciones, tuvo la prudencia de abandonar la ciudad, aprovechando la noche, se descolgó en un cesto por una abertura de la muralla, y que lo hizo con la ayuda de “sus discípulos” (Hech. 9:25). Esta expresión parece indicar que algunos de sus oyentes de Damasco sí lo escucharon y abrazaron el cristianismo. En la actualidad sucede igual. Cuando comenzamos a hablarles a nuestros parientes, amistades y otras personas acerca de las maravillas que estamos aprendiendo en nuestro estudio de las Escrituras, tal vez demos por sentado que los convencerá la lógica de las verdades bíblicas. Claro, algunos la aceptarán, pero muchos otros no. Tal vez, hasta nuestra familia más cercana nos trate como enemigos (Mat. 10:32-38). Ahora bien, quizás cambien de actitud si mejoramos constantemente nuestros argumentos bíblicos y mantenemos una buena conducta (1 Ped. 2:12; 3:1, 2, 7). 10-(Hechos 9:31-43) ¿Qué ocurrió después de la partida del converso Saulo? La comunidad de los fieles “por toda Judea y Galilea y Samaria entró en un período de paz” (Hech. 9:31). ¿Cómo utilizaron ese “tiempo favorable”? (2 Tim. 4:2.) El citado versículo de Hechos indica que la congregación estaba “siendo edificada” y que “andaba en el temor de Jehová y en el consuelo del espíritu santo”. Esa estabilidad se debía a que los apóstoles y otros varones responsables aprovechaban el tiempo para fortalecer la fe de los discípulos y dirigían bien la obra. Por ejemplo, Pedro se dedicó a animar a los hermanos de la ciudad de Lida, en la llanura de Sarón. Además, gracias a él, muchos habitantes de las cercanías “se volvieron al Señor”. Otro factor de estabilidad era que, en vez de ocuparse en otros asuntos, los creyentes se centraban en ayudarse mutuamente y en predicar las buenas nuevas. Como consecuencia, su número “siguió multiplicándose”. ¿Qué hay de nosotros? Si vivimos en un país que respeta la libertad religiosa, nada le gustaría más a Satanás que vernos sucumbir al materialismo y desatender los intereses del Reino (Mat. 13:22). Pero no permitamos que él nos descentre. Más bien, utilicemos nuestras libertades y los períodos de relativa paz para dar testimonio cabal y edificar a la congregación. No olvidemos que todo pudiera cambiar de la noche a la mañana. De este animador relato extraemos dos puntos clave: 1) la vida se va en un suspiro; por eso, es importantísimo que la aprovechemos para labrarnos un buen nombre ante Dios (Ecl. 7:1); 2) la esperanza de la resurrección merece nuestra confianza más absoluta. Jehová no pasó por alto todas las muestras de bondad de Tabita, y la recompensó con creces. Tampoco olvidará él nuestros desvelos, y si llegamos a morir antes de Armagedón, nos devolverá la vida (Heb. 6:10). Así pues, sea que atravesemos un “tiempo dificultoso” o “un período de paz”, mantengámonos siempre constantes y nunca dejemos de dar testimonio cabal acerca de Cristo (2 Tim. 4:2). 11-(Hech. 10:2-4). A eso de las tres de la tarde, Cornelio estaba orando cuando recibió una visión en la que un ángel le dijo: “Tus oraciones y dádivas de misericordia han ascendido como recuerdo delante de Dios” (Hech. 10:4). Dios escucha las plegarias de quienes lo buscan con sinceridad. Así le sucedió a cierta señora de Albania. Cuando una hermana llamó a su puerta y le ofreció una Atalaya que hablaba de la crianza de los hijos, le explicó: “No lo va a creer, pero acabo de pedirle a Dios que me ayude a educar a mis niñas. ¡Tiene que haberla enviado él! Me ha caído como anillo al dedo”. Aquella madre y sus hijas aceptaron un estudio bíblico, al que más tarde se unió el esposo. ¿Un caso aislado? De ningún modo. Es una experiencia que se ha repetido vez tras vez por todo el mundo, con una frecuencia tal que descarta la casualidad. Entonces, ¿qué conclusiones podemos extraer? Primero, que Jehová contesta las súplicas de quienes lo buscan de todo corazón (1 Rey. 8:41-43; Sal. 65:2). Y segundo, que los ángeles respaldan nuestra predicación (Rev. 14:6, 7). 12-(Hech 10:9-23a) En vista de que ya había dicho tres veces que no iba a comer alimentos ceremonialmente impuros, ¿estaría dispuesto a acompañar a aquellos emisarios y entrar con ellos en el hogar de un incircunciso, violando así la tradición? De algún modo, el espíritu santo le reveló a Pedro la voluntad divina. Es patente que la visión de la sábana y su contenido lo había preparado para seguir la dirección del espíritu. Al enterarse de que Dios había ordenado a Cornelio que lo mandara a buscar, invitó a pasar a los enviados gentiles “y los hospedó” (Hech. 10:23a). Obedientemente, el apóstol se estaba adaptando a los últimos avances en el desarrollo del propósito divino. Hoy día Jehová también conduce a su pueblo de forma progresiva (Pro. 4:18). Mediante su santo espíritu guía al “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45). De este modo, a veces se nos aclara la interpretación de algún pasaje bíblico o se modifican algunos procedimientos organizativos. Preguntémonos: “¿Cómo reacciono yo ante tales mejoras? ¿Sigo la dirección que marca el espíritu?”. 13-(Hech. 10:33-35). En casa del centurión lo esperaban con los brazos abiertos. De hecho, el propio Cornelio le dijo: “Todos estamos presentes delante de Dios para oír todas las cosas que Jehová te ha mandado decir”. ¿Nos imaginamos cómo nos sentiríamos nosotros si halláramos a alguien con tanto interés? Pues bien, Pedro tomó la palabra e hizo una declaración impactante: “Con certeza percibo que Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hech. 10:34, 35). Sin duda, había aprendido que Dios no juzga a nadie por la raza, la nacionalidad u otro factor externo. Tras esto, el apóstol dio testimonio acerca del ministerio, muerte y resurrección de Jesucristo. 14-(Hech. 10:44, 45). De repente se produjo un hecho insólito: “Mientras Pedro todavía estaba hablando acerca de estos asuntos, el espíritu santo cayó [...] sobre gente de las naciones”. Al menos por lo que consta en las Escrituras, esta es la única ocasión en la que el espíritu se derramó antes del bautismo. Reconociendo que aquel fenómeno excepcional era una muestra de la aprobación de Dios, el apóstol “mandó que fueran bautizados” aquellos gentiles. Los proclamadores del Reino actuales reconocemos que “con Dios no hay parcialidad” y que su “voluntad es que hombres de toda clase se salven” (Rom. 2:11; 1 Tim. 2:4). Por ende, evitamos juzgar a la gente por factores externos. Nuestra comisión es dar testimonio cabal, lo que implica predicar el Reino a todo el mundo, prescindiendo de su aspecto, raza, nacionalidad o religión. 15- (Hech. 10:48). Esa conversión, que tuvo lugar en el año 36, marcó el fin de un período de favor especial para los judíos (Dan. 9:24-27). Al intervenir Pedro en este caso, dio uso a la tercera y última de “las llaves del reino”, la cual abrió a los incircuncisos la posibilidad de ser cristianos ungidos (Mat. 16:19).
Posted on: Wed, 26 Jun 2013 17:01:11 +0000

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