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Hola, buenas noches, hoy fue un día especial, pero aquí está la entrega del capítulo 13: CUENTOS DE TEMPORAL LA CULEBRA DE AGUA XIII El aguacero se hizo más intenso. Los relámpagos iluminaban el cielo de manera consecutiva y se podían ver las líneas serpenteantes y plateadas de los rayos. Pifanio, con mano temblorosa, se descolgó el bule del hombro y tomó un trago de aguardiente. Sudaba copiosamente, a pesar de la lluvia. En seguida elevó los brazos y, con grandes voces, llamó a la culebra: -¡Yo te conjuro, culebra de agua, pa que salgas! ¡Por la ayuda que me da el Poderoso, te ordeno que salgas, culebra de agua, y que te presentes ante mí! Pasados unos segundos, el agua comenzó a agitarse, formando grandes ondas que se originaron en el centro de la poza. Los reptiles que se encontraban en la periferia huyeron rápidamente y buscaron refugio entre la hojarzca y debajo de las retorcidas raíces de los árboles. De pronto y con un soberbio chapaleo, desde el fondo de la poza emergió la negra y enorme cabeza chata de una colosal serpiente, la serpiente más grande y terrorífica que jamás había mirado un ser humano. Sus ojos eran de un amarillo intenso con rayas negras y se movían en todas direcciones, tratando de ubicar al intruso que osaba despertarla. Sacó parte del cuello y su cabeza alcanzó una altura de unos veinte o treinta metros de la superficie del agua y alcanzó las copas de los árboles. Buscaba, balanceando la cabeza de un lado a otro, abría las enormes fauces y agitaba el agua con la cola, levantando pequeñas olas que avanzaban tierra adentro. Pifanio se armó de valor y sacó el cordón que le entregara papá Cundino y que en ese momento adquirió un extraño resplandor, como si fuera fluorescente, hizo una gasa y llamó nuevamente a la serpiente: -¡Yo te conjuro, culebra de agua, pa que vengas! Por la ayuda que me da el Poderoso, te ordeno que me obedezcas ¡Acércate, te lo ordeno! Al escuchar estas palabras, el del sombrero con cinta pareció reaccionar y, volviendo a la realidad contempló la dantesca escena. Lanzó un grito de terror y sin soltar los objetos robados, emprendió la huida resbalando y dando traspiés, abandonando a Pifanio. La culebra escuchó el grito del anciano, volteó hacia él, lo miró y, con un movimiento relampagueante y sin sacar todo el cuerpo del agua, le dio alcance y lo engulló de un solo bocado. Luego volteó hacia Pifanio, que permanecía parado en la orilla de la poza, con el lazo en la mano. -¡Acércate! ¡Acércate! ¡Yo te lo ordeno, culebra de agua! La colosal serpiente pareció entender lo que decía el escuálido tacuate. Cesaron sus agitados movimientos y lentamente bajó la cabeza, hasta estar frente a él. De sus fosas nasales salían grandes cantidades de vapor, que llegaban al rostro del indio. Pifanio la lazó, con un diestro movimiento y apretó la cuerda. Al sentir el lazo alrededor del cuello el animal asumió una actitud pasiva, solo abría la gigantesca boca y tragaba grandes cantidades de aire, lo que ocasionó que fuera aumentado de tamaño, fue creciendo, hinchándose escandalosamente. Pifanio ya había superado todo temor y toda duda y se sabía dueño de la situación. Fue alargando la cuerda conforme la serpiente aumentaba de volumen. Después de unos minutos el fabuloso animal, que parecía desparramarse dentro de la poza, comenzó a exhalar un espeso vaho que se condensaba formando una negra nube alrededor de ellos. El temporal había arreciado de una forma alarmante. Grandes rayos surcaban el cielo y la tierra temblaba cada vez que había un estallido. No podía ser más espantoso ese día, esa tormenta era la peor de todas las que se tenía memoria entre los habitantes de Dos cerros. Llegó la noche. La nube que estaba formándose con el vaho de la culebra había ascendido, sobrepasando las copas de los árboles y se extendía por encima del pueblo. Era una nube extraordinaria, completamente negra y alargada. Cuando ya sintió que no podría sujetarla más, porque el cordón le sería insuficiente, Pifanio subió a la ladera del cerro que se encontraba junto a la poza, dijo nuevamente “Las palabras” y dio un jalón con todas sus fuerzas. -Vete pa “Los musgos”, culebra de agua, allá te necesitamos más que aquí. El Poderoso te va a enseñar el camino. La serpiente se revolvió con violencia, tirando toda el agua de la poza y salió dando un latigazo con el cuerpo y la cola que tiró algunos árboles y removió las enormes piedras de la orilla, que rodaron varios metros produciendo un ruido ensordecedor. El tacuate soltó el cordón. La culebra, de un estirón, subió hasta asentarse en la nube que había formado, hinchándose desmesuradamente y tomando una apariencia etérea. XIV Serían como las once de la noche, el aguacero se había calmado. Cerca de la choza de las Tías, un niño de Rubén Darío Acosta Hilario Chilapa, Gro. 13 de mayo, 2013.
Posted on: Sun, 07 Jul 2013 02:11:59 +0000

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