Hoy que estamos a punto de meternos en Siria, me he acordado de - TopicsExpress



          

Hoy que estamos a punto de meternos en Siria, me he acordado de esto que leí hace poco: [...] PAUL KATTENBURG «Para Rostow, lo que era bueno para Perú debía de serlo igualmente para Vietnam.» Conocía afondo Vietnam mucho antes de que la mayoría de los estadounidenses hubieran oído hablar de ese país y en los años cincuenta era partidario entusiasta de Ngo Dinh Diem. «Cuando estuve en Vietnam en 1952 percibí que Diem era muy conocido y popular. Escribí un informe en el que recomendaba que lo tratáramos como a un nacionalista autentico posiblemente capacitado para dirigir un Vietnam independiente. Pero sólo podía comunicarme en francés con la élite y conocer la opinión de las masas vietnamitas era prácticamente imposible, a no ser que hablaras con fluidez su lengua y realmente viveras con ellos.» En 1963 volvió a Vietnam por primera vez desde mediados de los años cincuenta como jefe de la misión especial del Departamento de Estado. «No necesité mucho tiempo en Saigón para darme cuenta de que estábamos a bordo de un navío que se iba a pique. Visité a Diem el último día de mi estancia. Parecía haber perdido el oremus; se pasó cuatro horas monologando sobre la infiltración comunista.» El 31 de agosto de 1963 participó, recién llegado de Vietnam, en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad. Este organismo, creado en los primeros años de la Guerra Fría, asesoraba directamente al presidente. Durante aquella reunión se debatió si Estados Unidos debía seguir apoyando a Diem o animar a un grupo de generales rebeldes a dar un golpe de Estado para derrocarlo. Finalmente se optó por esta última alternativa y así se prolongó la intervención estadounidense apoyando a una nueva carnada de dirigentes survietnamitas con muy poco apoyo popular. Kattenburg fue el primero que sugirió en un encuentro de alto nivel en Washington una alternativa distinta: la retirada. Dijo que la situación se estaba deteriorando, que conocía a Ngo Dinh Diem desde hacía diez años y que no había razón para creer que fuera a reformar su régimen represivo y corrupto. Dijo que sería mejor «largarse mientras todavía se pudieran salvar los muebles». Fui muy imprudente, sin duda. Era la primera vez que participaba en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad y en esas condiciones normalmente no se habla. Pero lo que más me inquietó fue la ignorancia extrema que se percibía sobre la realidad particular de Vietnam, sobre sus peculiaridades. No sabían de qué estaban hablando. Sólo se oían tópicos sobre el comunismo, sin ningún tipo de matización. Su argumentación, en un estilo muy tecnócrata, se basaba en la experiencia adquirida en otras crisis. Walt Rostow era completamente impermeable al conocimiento.15 Para él no había matices a tener en cuenta. Tenía una idea genérica sobre la construcción nacional que suponía aplicable en todos los casos, de forma que lo que podía ser bueno para Perú debía de serlo igualmente para Vietnam, sin distinguir en absoluto entre países con experiencias históricas completamente diferentes. Los que habíamos estado allí en los años cincuenta sabíamos que se trataba de una región muy complicada, que los franceses habían hecho todo lo posible por mantenerse en Indochina y que habían sido derrotados. Pero cuando llegó Kennedy con su Nueva Frontera no se prestó atención a lo que había pasado antes y trataron de poner en práctica aquella idea chiflada de que se podían manipular los Estados y construir otras naciones, de que conocíamos todas las respuestas. Así que dije que quizá sería mejor retirarnos con honor cuando todavía estábamos a tiempo. No lo había preparado, simplemente se me escapó. [El secretario de Estado] Rusk dijo que no había pruebas de lo que yo decía, aunque había recibido todos mis informes. Y Johnson dijo algo así como: «No hemos llegado tan lejos para dejarlo ahora.» A finales de 1963 volví aún más pesimista tras pasar dos meses en Vietnam. Escribí un informe en el que decía que los survietnamitas perderían la guerra en un año o dos, ya que no querían luchar. En realidad, nunca lo hicieron. Habían elegido la comodidad de convivir con el Viet Minh y el Vietcong. Mi primer día de vuelta al trabajo, Roger Hilsman [asistente del secretario de Estado para los Asuntos del Lejano Oriente], que había leído mi informe, me dijo: «Ya sabes, el presidente suele decir "cuando hace mucho calor en la cocina, sal de ella". ¿Quieres dejarlo? Creo que deberías hacerlo». Le respondí: «Bueno, quizá sería mejor así. No voy a seros útil, porque ya no creo en esto». Así que me echaron de la Oficina de Asuntos de Asia Oriental y me enviaron a Planificación Política, adonde envían a la gente que estorba. Cuando comenzaron los bombardeos en 1965 pensé que era el momento de dimitir y de hacer una declaración sobre Vietnam. Seguramente debería haberla hecho aunque no hubiera servido de nada; habría salido en la página 18 del Washington Post, nadie se habría enterado. Para influir en la política y generar cambios hay que contar con un grupo que esté presente en muchos organismos.[...] La guerra de Vietnam. Una historia oral. Christian G. Appy Ed. Crítica 2012
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 11:42:34 +0000

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