Ir a bailar era el principal objetivo de los fines de semana y los - TopicsExpress



          

Ir a bailar era el principal objetivo de los fines de semana y los feriados. Para tener “éxito” había que saber bailar el tango “cruzado”, proyectar imagen de serio y reservado, prolijo traje y corbata, pantalón “bombilla” e impecables zapatos de gamuza. Nos parábamos al borde de la pista, y con ojos de conocedores, pasábamos revista al plantel de “Minas” y seleccionábamos mentalmente tres categorías: Las que conocíamos y sabíamos que bailaban bien, las que no conocíamos pero que tenían pinta de saber bailar y por último las “turras” y guarangas, que sacarlas a bailar era “un quemo”. Algunas veces, piadosamente bailábamos con alguna “turra”, pero era solo si estaba muy “buena” y “pintaba” como una posible noche de amor. Luego hacíamos una selección más afinada: Para bailar los primeros tangos “sacábamos” las que conocíamos como buenas bailarinas, para así lucir nuestra técnica. Inmediatamente después, entre las nuevas y desconocidas con pinta de bailarinas buscábamos una que fuera flaca, de cintura de junco para permitir que el brazo derecho pudiera rodear con comodidad su cintura. Nunca de pantalones, siempre de pollera justa, con un tajo al costado para permitir que las piernas pudieran dar los pasos con soltura, de culito parado y de senos no muy grandes, porque los senos grandes no permitían que el resto del cuerpo tomara contacto con el de ella. Y además las muy tetudas nunca fueron buenas bailarinas. Una vez hecha la selección, con un movimiento casi imperceptible de los ojos, invitaba a la elegida y ella aceptaba con una mirada aprobatoria. Entonces iba hasta el borde de la pista, levantaba la mano izquierda para que ella introdujera la suya entre la mía, mientras el brazo derecho rodeaba su cintura y con firmeza atraía su cuerpo contra el mío hasta sentir la presión de sus senos en el pecho y en la cara la caricia de su pelo. Con algunas compañeras sucedía algo mágico. Nos aislábamos tanto que solo sentíamos la música que nos entraba por todos los poros, para que todos nuestros nervios bailaran como si los dos cuerpos fuesen uno y se producía tal química en la pareja, que a los movimientos de mi brazo y mis dedos en su espalda, ella respondía con “cortes” y pasos que el Tango y yo le pedíamos. Cada paso, cada movimiento, cada corte, marcaba el compás de un tango melancólico, y vaya a saber porque extraño misterio, los tristes versos llenaban nuestros corazones de regocijo, mientras las quejas del bandoneón y el llanto de los violines, creaban el clima ideal para hacerle propuesta de amor y promesas que nunca cumpliría.
Posted on: Wed, 31 Jul 2013 13:17:11 +0000

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