JESUS, EL CABALLERO “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno - TopicsExpress



          

JESUS, EL CABALLERO “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.” Apocalipsis 3:20 Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, es muy amante y compasivo. Pudiéramos adscribirle muchos adjetivos más, y nos quedaríamos cortos. Maestro, bueno, misericordioso, amigo, perdonador, dadivoso, consolador, majestuoso, sanador, poderoso, restaurador, omnipresente, sabio, bondadoso. Pudiéramos seguir y seguir mencionando atributos de nuestro querido Señor Jesús, y no nos cansaríamos, pues uno de sus maravillosos dones es poder ser, para cada persona, justamente lo que él o ella necesitan en un momento dado. Pero hay un adjetivo que, más que calificar a Jesús, lo describe a la perfección, en todo el sentido de la palabra. Jesús, ante todo, es un Caballero. Y lo escribo así, con mayúscula, porque deseo transmitir claramente uno de sus atributos más intrínsecos. Él es un Caballero. Antes de proseguir, quizás sería bueno consultar al diccionario para ver cuál es la definición de caballero. La mayoría de los diccionarios concuerdan que, entre otras cosas, un caballero es un hombre que se conduce con distinción, cortesía y dignidad. Para el mensaje que nos atañe hoy, vamos a quedarnos con esta definición, pues nos viene como anillo al dedo. Veamos como aplica a Jesús. Nuestro Señor y Maestro, el Rey de los Cielos, quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Debido que nos ama con infinito amor, desea que acudamos a Él y que lo conozcamos de manera íntima. Quiere que establezcamos una relación con Él que se convierta en el centro mismo de nuestra existencia. ¿Por qué? Porque Él sabe que solo así seremos felices. Sabe que solo cuando entreguemos todo en sus manos y lo invitemos a ser amo supremo de nuestras vidas y de nuestras posesiones, es que podremos encontrar la paz y la felicidad que tanto añoramos en este mundo. El primer paso Y para ayudarnos, Él da el primer paso. Se acerca a nosotros, nos busca; estemos donde estemos, nos ofrece su amor y nos invita a aceptarlo. Pero no nos obliga a hacerlo. Porque es un Caballero. Jesús nos ama y nos llama hoy. ¿Cómo nos llama? Toca a la puerta de nuestro corazón, de nuestras vidas. Él quiere entrar y cambiarnos de una vez por todas. Él quiere dar sentido a nuestras vidas. Y está allí, de pie, a la puerta, tocando y esperando. Pero no va a empujar la puerta, no va a entrar sin permiso. Tú y yo tenemos que abrir e invitarlo a entrar. Si les preguntamos a algunas damas que cuál virtud prefieren en un hombre, de seguro que una de sus primeras respuestas será que sea caballero. De forma especial, aquellas mujeres que crecieron en la primera mitad del siglo pasado, saben a qué me refiero. Ellas se acuerdan de cuando todos los hombres eran caballeros. Cuando, al entrar a un aposento, el hombre le abría la puerta a la mujer. Cuando le acomodaba la silla al sentarse a la mesa. Cuando, en un autobús lleno, se ponía de pie para ofrecerle su asiento a una mujer o un anciano. Cuando llegaba a una cita con un ramo de flores para aquella chica especial. Y cuando su idea de una cita romántica era una cena formal, y nada más. Cuando los hombres trataban a las mujeres, de cualquier edad, como si fueran reinas. Cuando eran esposos atentos y padres responsables. Y, si por algún infortunio se presentaba una calamidad o un desastre, las mujeres y niños eran los primeros en salir o ser rescatados. Los hombres, los caballeros, se quedaban de último, y a veces esto significaba perder la vida. ¿Quedará algún hombre así? ¿Un hombre íntegro y de carácter diáfano, un gentil hombre, como se le llama al caballero en inglés? Bueno, yo conozco a uno. Es Jesús, nuestro amigo. Jesús añora que entremos a sus aposentos santos con Él. Si aceptamos su invitación, nos abrirá las puertas de par en par. Nos acomodará una silla para que nos sentemos. Se sentará a la mesa con nosotros y nos dará de cenar. Pero no llevará flores, porque para Él, nosotros seremos las flores que adornen la mesa. Nos tratará como reinas y reyes. Será atento y gentil. Y, si tuviera que ofrendar su vida por nosotros, lo hará sí titubear. De hecho, ya lo hizo. Que maravilloso Caballero es nuestro Señor. Pero saben, él también quiere entrar a nuestros aposentos, aquellos que mantenemos cerrados con cadenas y candado; ¿será por miedo de que se destape el desastre y la inmundicia que hay allá dentro? Nos llama Hoy, Él está a la puerta y llama. ¿Qué haremos? ¿Lo dejaremos allí parado? ¿O lo dejaremos entrar a cada pieza, a cada habitación de nuestras vidas? Él es un caballero y no forzará su entrada. Nos ama demasiado para coartar nuestra libre voluntad. La decisión es nuestra. Nosotros debemos decidir si abrimos la puerta. Pero, para aquel que abra e invite a Jesús a entrar, el gozo será sublime y la recompensa será su paz. Él pasará a cada habitación, a cada rincón que el pecado ha oscurecido y encenderá la luz. Quitará las telarañas que han oprimido nuestro corazón por tanto tiempo. Sacará la basura que se ha acumulado en nuestras almas. Limpiará nuestras vidas y las hará blancas como la nieve. Al entrar Jesús, el perfecto Caballero, cambiará todo en nuestras vidas, y nos dará su gentileza y su amor. Abramos la puerta hoy, e invitémoslo a entrar. Y permitamos que Jesús, el caballero más distinguido, cortés y digno que hay, no solamente entre, sino que también se quede a morar en nuestros corazones, para siempre. (Salem Software)
Posted on: Fri, 18 Oct 2013 17:56:38 +0000

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