LA BATALLA DE TIERRA BLANCA Y EVACUACIóN DE CHIHUAHUA Empezaba - TopicsExpress



          

LA BATALLA DE TIERRA BLANCA Y EVACUACIóN DE CHIHUAHUA Empezaba el general Villa a organizar los servicios públicos de Ciudad Juárez, cuando la tarde del 20 de noviembre llegaron a informarle que las tropas federales que guarnecían Chihua¬hua, casi en su totalidad, con todos los ex revolucionarios colorados que se habían adherido a Huerta, venían a atacar Ciudad Juárez, y que seguramente esa noche llegarían aquellas fuerzas enemigas a pernoctar en la estación de Samalayuca. Villa tomó todas las providencias necesarias para salir a su encuentro y batirlos. La primera medida fue comisionar al general Aguirre Benavides para que pasara al suelo norteamericano en busca del general Maclovio Herrera, quien al llegar a Ciu¬dad Juárez abandonó la jefatura de sus fuerzas, dejándolas al mando de su hermano Luis, porque, como sucedía muchas veces durante las campañas, había tenido disgustos y fuertes choques con Villa, cuya jefatura repudiaba. El general Villa conocía perfectamente el alto valor militar y los conocimientos estratégicos de Maclovio Herrera, y por esto autorizó al general Aguirre Benavides para convencer a Maclovio de que debía volver a la División del Norte y al mando de sus tropas, asegurándole que jamás volvería a darle motivo de disgusto. Aguirre Benavides convenció a Maclovio, que era todo un patriota, y aquella misma noche se celebró una emocionante confe¬rencia entre éste y Villa, que terminó con un abrazo. Tuvo. Villa otro rasgo muy característico de su brillante inteligencia, que le conquistó grandísima simpatía de las autoridades y de los habitantes de El Paso, Texas. Ciudad Juárez había sido repetidas veces campo de batalla, y cada vez que allí se peleaban, y debido a las balas perdidas, morían muchos americanos. Villa hizo venir a su presencia al agente de la Prensa Asociada y le anunció que las fuerzas huertistas venían sobre Ciudad Juárez, en un intento por recuperar la plaza fronteriza, que era vigorosa fuente de armas y municiones para las fuerzas revolucionarias, y le pidió que se publicara en la prensa que él no se guarecería tras los muros de la ciudad para batir al enemigo, y había dis¬puesto salir hacia el Sur con sus fuerzas para pelear con el enemigo donde lo encontrara. Villa ordenó aquella noche que todas sus fuerzas estu¬vieran listas para pasar revista la mañana del día siguiente, montados y equipados para salir a batir al enemigo. En la conferencia que a ese efecto celebró con todos los jefes que componían su división, les hizo saber lo que todos ellos sabían de sobra: no tenían las suficientes municiones para librar una batalla y por lo escaso de ellas era muy posible una derrota, por lo que se acordó y fijó el lugar de la sierra en que deberían reunirse en el caso de que eso sucediera. También quedó aclarado en esa plática, que había algunos soldados que apenas si llevaban seis cartuchos en las cananas. Eso movió al licenciado Adrián Aguirre Benavides, que estuvo presente en la junta, a celebrar una conferencia telefónica con don Ernesto Madero, quien se encontraba en Nueva York, para solicitar su ayuda económica, que logró, y al día siguiente recibió diez mil dólares por telégrafo, mismos que entregó al general Juan N. Medina, jefe del Estado Mayor de Villa, lo que vino a salvar la situación. En virtud de que el Centauro conocía palmo a palmo el terreno, escogió el lugar apropiado para dar la batalla, es decir, la parte norte de la estación de Tierra Blanca, que es un verdadero desierto. Villa y sus tropas ocuparon la parte de tierra firme inmediata a la estación, dejando a los federales los médanos arenosos del sur, “típicos del desierto del Sahara”, ya que ese campo dificultaría los movimientos de la artillería enemiga. En la parte desértica existe a la derecha de la vía, una reducida zona rocosa hundida que oculta la inmensidad del desierto, y que forma una valla o antemural, lugar en donde en su oportunidad se apostaron las fuerzas de los generales Maclovio Herrera y Eugenio Aguirre Benavides, y que fue decisivo para la sangrienta resolución de la batalla. Las fuerzas federales, en número de cinco mil quinientos hombres, estaban al mando del general federal José Jesús Mancilla, quien tenía como segundo al general Ma¬nuel Landa. Y los colorados por Marcelo Caraveo, José Inés Salazar, Pascual Orozco, Lázaro Alanís y Rafael Flores Alatorre. En la artillería federal figuraban los cañones El Niño y El Rorro, que tan famosos fueran después en las manos del general Ángeles. Villa tenía bajo a su mando a 6,200 hombres, y con él estaban José Rodríguez al mando de la brigada Morelos, don Rosalío Hernández con 500 hombres de su brigada Leales de Camargo, la artillería al mando del ex federal Martiniano Servín, el general Toribio Ortega al mando de la brigada Villa, Porfirio Ortega al mando de la bri¬gada González Ortega, Maclovio Herrera al mando de la brigada Juárez y el general Eugenio Aguirre Benavides con su brigada Zaragoza, así como una fracción de la brigada Morelos. Cubriendo el ala izquierda estaban los generales José Rodríguez y Rosalío Hernández; apostados al centro espe¬raban los generales Villa, Medinaveytia, Porfirio Talamantes, Toribio Órnelas y la artillería, y por el ala derecha los generales Herrera y Aguirre Benavides. Apostado así en Tierra Blanca, Villa esperaba la aco¬metida de las fuerzas enemigas sin avanzar al Sur, para que la acción se desarrollara precisamente en el lugar por él escogido. Así pasaron la noche del 22 de noviembre, y a la medianoche del día 23 se inicio el combate en todos los sectores. Villa gustaba mucho de combatir en la noche, por muchas y muy poderosas razones que resultaban en su ventaja. Sorprendía al enemigo dormido y lo desorganizaba, dando lugar a que los federales incorporados por la leva encontraran la oportunidad para desertarse; así pues, com¬batiendo de noche, Villa desesperaba al enemigo, lo desvelaba, lo cansaba y lo debilitaba. Como a las diez de la noche se escuchó el tropel de la caballería federal y esto obligó a Villa a suspender el ataque por suponerse que estaban despiertos y alertas, y sólo se limitó, después de medianoche, a realizar tiroteos y escaramuzas para no dejarles dormir. A las cinco de la mañana del día 24 Villa inició el ataque: Maclovio Herrera y Aguirre Benavides afrontaron la carga de las caballerías de Landa y Caraveo, atacando Villa vigorosamente por el centro, lo que debilitó el ataque de aquéllos. Con la rapidez del rayo Villa advirtió que los federales dejaban descubierta su línea por el lado de Bau¬che, al Poniente, y que sólo por el Oriente la infantería amparaba sus trenes, y le ordenó a Porfirio Talamantes que con una fraccion de la reserva atacara la línea férrea, amenazando así a los trenes, lo que llevo a cabo Talamantes con costo de su vida. Las líneas enemigas que se movían desde los médanos estaban haciendo muchos estragos en las filas revolucio¬narias y Villa ordenó que se replegaran, movimiento que se ejecuto en perfecto orden, y que tenía la intención de que las fuerzas federales los persiguieran y abandonaran sus defensas naturales para que los villistas pudieran batirlos en tierra firme, pero los federales no cayeron en la trampa y siguieron al abrigo de los ondulantes médanos. La artillería federal, con sus dos grandes cañones El Niño y El Rorro, intentó avanzar haciendo fuego pero la artillería villista, al mando de Martiniano Servín, no sólo la contuvo sino que la obligó a retroceder. Por el centro y por el ala derecha, los federales Flores Alatorre y José Inés Sala zar desataron un vigoroso ataque contra las fuerzas que comandaba Villa personalmente y, confiando en lo crecido de sus tropas, con tremendo empuje y gran pericia obligaron a las brigadas de don Rosalío Her¬nández y José Rodríguez a retroceder, pero Villa cortó há-bilmente en dos a los atacantes, lo que comprendió con rapidez don Rosalío y echándose encima de las fuerzas de Salazar, les persiguió arrojadamente hasta casi aniqui¬larlas y haciéndoles retroceder en desorden al amparo de una polvareda de arena que los cegaba. Así llegó la noche del día 24, que aprovecharon para descansar y reanudar el fuego el día 25 bastante avanzada la mañana. Flores Alatorre atacó con renovadas energías por el ala izquierda, con la intención de desbaratar la línea que es¬taba a cargo de Rosalío Hernández y José Rodríguez, quien lejos de esperar el ataque se lanzó con inaudita bravura sobre el enemigo, paralizándolo en su pretendido avance, pero saliendo herido en la refriega se vio obligado a retro¬ceder a la postre, pues Flores Alatorre recibió refuerzos, pero que dio lugar al episodio histórico que resolvió. la batalla, pues Villa aprovechó la ocasión y con la valiente y eficaz cooperación de Toribio Ortega y Fidel Ávila lanzó un ataque de caballería que desbarató a Flores Alatorre, de¬jando ver en su huida que atrás se encontraban las fuerzas de artillería, lo que dio lugar a que el ímpetu incontenible de su caballería se lanzara sobre la propia artillería, lo que coincidió con la orden previa que Villa había dado al coronel Servín para que intensificara el fuego de su arti¬llería contra la del enemigo, instante que aprovecharon felizmente los generales Aguirre Benavides y Maclovio He¬rrera, que estaban ocultos en la cuenca de formación pe¬ñascosa que se describió antes, y perfectamente guarecidos abrieron el intenso fuego de sus ametralladoras, barriendo materialmente las líneas enemigas por su flanco, movi¬miento de sorpresa;a que consumó el triunfo de la batalla, pues el enemigo huyó a la desbandada. Una parte de las fuerzas enemigas intentó llegar a sus trenes para huir rum¬bo al Sur, logrando abordarlo un grupo heterogéneo que no llegó a 200, pero Fierro llevó a cabo entonces una temeraria y heroica hazaña. Dándose cuenta de la situación, con una escolta de apenas 10 hombres se tendió sobre su caballo en persecución del tren alcanzándolo cuando iba a toda máquina, y soltándose de su caballo logró asirse de la esca¬lerilla del último carro y corriendo sobre los vagones llegó hasta la tubería de los frenos y poniendo el aire paró el tren en seco. El enemigo perdió entre muertos y heridos algo más de 1,000 hombres. Se capturaron todos los trenes y toda la artillería y más de 1,500 rifles tipo máuser abandonados por los soldados en Su veloz huida. El triunfo de Tierra Blanca fue de tanta significación, que todo el Estado de Chihuahua quedó en manos de la División del Norte. El general federal Mercado, quien había permanecido en la ciudad de Chihuahua, abandonó la plaza yendo a buscar refugio en el puerto fronterizo de Ojinaga. El general Villa al frente de su División del Norte ocupó la capital del Estado sin disparar un solo tiro, siendo efu¬sivamente recibido por el pueblo que lo aclamó como su salvador, hecho que ocurrió el 9 de diciembre de 1913. Luis y Adrian Aguirre Benavides
Posted on: Mon, 25 Nov 2013 16:05:09 +0000

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