LA PÉRDIDA (Primer Premio Certamen Lermo Rafael Balbi - TopicsExpress



          

LA PÉRDIDA (Primer Premio Certamen Lermo Rafael Balbi 2013) Mañana. Mañana mismo llamaré al plomero. Esa canilla me va a matar; el goteo se oye como hormigas que han dejado caer su ración de hoja dentro de mi oído y no se detendrán hasta horadarlo, hasta perforarlo salvajemente para alcanzarla. Todos muerden cuando se trata de colmar deseos; todos, de algún modo, son hormigas. Y vos también, Esteban. Qué goteo insoportable, testarudo. Me hace sentir la casa como un puño que se va apretando. Todo es más estrecho, más sofocante. Mis sentidos se resquebrajan. El ruido aumenta temerariamente, como una sombra hacia el atardecer, y me infla de soledad, me explota. ¡Basta! No hay espacio para ambos. Se debe acabar. ¡Arrivederci! Mañana. Mañana mismo. ¿De dónde brota tanta agua? ¿Qué oculto río combate junto a esa pérdida? ¿Cuántos manantiales se aliaron para guerrearme sin tregua esta noche? Tendría que ensayar el experimento: abrir el grifo por completo y dejar que el líquido fluya sin remordimiento, sin pensar en los pobres negritos del África que caminan horas y horas y apenas un cántaro, o que luchan contra bestias famélicas para hallar alguna hoja con dos o tres gotas de lluvia, y es tan agobiante el calor, tan abrasadora la sed... Me importa un bledo pagarle un dineral al señor Torres; quiero poner punto final a ese goteo, a ese conato de cascada que taladra mis oídos durante la siesta y hacia la medianoche, cuando el silencio es amo y señor en esta tierra donde todos me segregan, me deportan con sus miradas. Es intolerable. Mañana mismo. Esas gotas me recuerdan el vergonzante rechazo de Esteban. Sí, dicen su nombre, lo llaman con bronca, como una vieja que extravió su bastón. Por eso, elijo el silencio, el humilde y acogedor silencio. Mañana le daré fin, no merece piedad. Ese goteo viola todo tipo de acuerdo, se ríe ante cualquier posible armisticio, se mofa de mí. Es como una horrible cortina musical que me revela lo lejos que huyó Esteban, lo mucho que papá me desconoce. ¿La melodía de mi conciencia? Es también gritos, gritos de dolor, gemidos desgarradores, palabras que pujan por salir y que las duras manos del apellido y el decoro y la probidad reprimen. Podría faltar a la clase de semiótica y esperar en ese horario al señor Torres. Ya me harté de tanto Peirce. Hay que componer esa canilla de una vez por todas. Si las cosas con papá se rehúsan a ser sinceras, al menos conservar la casa en orden. Además, no puedo continuar así, la pérdida crece y crece, me volverá loco. ¿Cuántos litros de agua deambulan por las cañerías del edificio? ¿De dónde vienen? ¿Alguien ya habrá bebido el agua que serví en mi copa para la cena? ¿Y mi orina? ¿Puede alguna insólita magia reconvertirla en agua? No, no voy a confesar, maldito chorro, ya te lo dije. ¡Basta! Esteban está volando rumbo a Europa. ¿De qué serviría? Ya todo es pasado, olvido. Sin él, sin su honda mirada verde, sin sus manos fuertes y varoniles soy normal otra vez. Sé que estás aguardando que confiese, que silencie tu latido perenne con mi verdad. Aunque seas peor que la Santa Inquisición, no hablaré. Prefiero la hoguera, el llanto y rechinar de dientes. Podés caer tranquilo, devenir cascada impetuosa, soberbia catarata, los mismísimos saltos del Iguazú. No voy a soltar una sola palabra. Podés multiplicarte en cuantas canillas encuentres, pulular en mis pesadillas, en espejismos. Papá morirá sin saberlo. Jamás le daré tamaño disgusto. No vas a doblegarme. ¡Dale! Seguí depositando toda tu mierda transparente en la bañadera. ¡Sos el demonio! Satán encubierto bajo la forma más noble de la naturaleza. Y vos, Esteban, ¿por qué carajo te fuiste? ¡Te extraño tanto! Qué poco te queda, chorrito. Mañana, el señor Torres colocará el parche necesario para adormecerte, te castigará con el más cruel de todos los finales: serás olvido. ¡Adiós! ¡Adiós! Ni sueñes con que hablaré. ¿Qué pensaría papá? Yo, su preferido, su niño mimado, el benjamín irreprochable. ¡Jamás! Morirá sin saberlo. Podés chistar cuanto quieras, salpicar todos los azulejos a tu alrededor, alimentar impunemente el hongo que prolifera durante la madrugada, desangrarte mil veces en la complicidad de la noche. No amenazás a nadie. Nunca diré una palabra. Esteban eligió su beca; yo, el silencio. Me marchitaré guarecido en mi impudicia, en mi atroz pecado, pero mudo como un sepulcro. ¡Perdoname papá! ¡Perdoname! ¡Basta! Tengo que dormir, liberarme en la amable tersura de la almohada, olvidarme eternamente, dejarme ir. Habrá que comenzar de nuevo. Sin el abrazo de Esteban soy como un niño que debe aprender a hablar, a moverse entre los fríos barrotes de su cuna. Los leones rugen más y más, y yo indefenso en medio de la arena, sin ningún arma con qué combatir. Soy como aquellos gladiadores del coliseo: una pasión inútil. No quise ser distinto. Me privaron de opciones, papá, ¡te lo juro! Mañana. Mañana mismo llamo al señor Torres. Si cambiar la grifería es la solución, se cambia; dinero es lo que sobra. Ojalá todo fuera tan fácil. ¿Por qué te marchaste, Esteban? ¿Acaso valíamos menos que una beca? Mejor procurar el sueño, empezar de cero. Ya no más secretos, papá. Ya no. Sin Esteban, nada que ocultar. ¡Vamos chorrito, celebrá que venciste! Cantá tus loores al cielo: me domesticaste, soy estándar otra vez. ¡Adiós, chorrito! ¡Adiós! Nota: el fragmento “sentir la casa como un puño que se va apretando. Todo es más estrecho, más sofocante.” pertenece (aunque los modos verbales difieran en el original) al cuento Cartas de mamá de Julio Cortázar.
Posted on: Tue, 12 Nov 2013 23:16:03 +0000

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