LOS CRIOLLOS AUNQUE nunca se logró la llamada independencia económica ni mucho menos la espiritual, la independencia política, en cambio, respecto de la Corona de España, significó un hecho indiscutible. Aquel 15 de septiembre de 1821 fue como la culminación originaria de una serie de detalles aparentemente aislados que se venían repitiendo desde los primeros tiempos coloniales en que los españoles criollos nacidos en estas tierras se autopercibían como marginales o relegados por los españoles peninsulares que ocupaban los principales puestos gubernamentales en los virreinatos, las audiencias, las capitanías generales, las gobernaciones y las alcaldías mayores. No es que los criollos fueran rechazados o excluidos de todos los puestos, sino que sus figuraciones eran secundarias. En el caso del Reyno de Guatemala, hoy Centroamérica, los resentimientos de los dirigentes criollos se venían acumulando desde los años de la Recordación Florida, redactada por un potentado dirigente local que hablaba de los buenos tiempos en que los primeros conquistadores y colonizadores determinaban sus destinos en el Nuevo Mundo, por lo que se quejaba de la insoslayable presencia de los nuevos jefes y de las nuevas leyes venidas desde la metrópoli trasatlántica, para colocar a los criollos en un segundo o tercer lugares. Los sueños largamente acariciados en contra de la Corona, comenzaron a concretarse cuando el emperador francés, Napoleón Bonaparte, invadió a España en 1808, imponiendo a su hermano, José Bonaparte, como rey títere en una supuesta corregencia española. Es el momento en que los próceres hispanoamericanos casi todos de origen criollo-- aprovechan el vacío de poder en la sede metropolitana para echar a andar sus proyectos independentistas, con juras de independencia, fusil y espada, agrupando a los sectores descontentos sobre la avenida pavimentada de un gobierno español excesivamente desarticulado. Esos procesos también coincidieron con las cortes liberales y conservadoras de Cádiz, entre 1810 y 1812, encargadas de redactar la primera Constitución en la que se consideraban e incluían los fuertes intereses subyacentes de las provincias hispanoamericanas, con diputados representantes de todo el continente criollo-mestizo. Para las fechas patrias estamos acostumbrados a escuchar y repetir los tópicos comunes, trillados, y las falsificaciones historiográficas que se han oficializado en el curso de dos siglos. Creemos que es el momento de comenzar a aclararles a los amables lectores que el proceso acelerado de independencia en la Capitanía General de Guatemala, se escenificó desde el mes de agosto del señalado año independentista, y que los principales protagonistas de ese proceso fueron los dirigentes de la reconocida familia Aycinena, con el auxilio de unos tres próceres criollo-mestizos, con intereses comerciales, que creían fielmente en la transparencia de los hechos. Tales potentados anduvieron bajo la lluvia pertinaz de un 14 de septiembre por la noche, animando a la gente para que se apersonara en la plaza mayor frente al Palacio Real. Es más, los Aycinena financiaron la campaña de independencia pacífica (existe documentación histórica, fuerte, que respalda estos hechos), incluyendo la marimba y los cohetes pirotécnicos de doña Dolores Bedoya. Las actitudes conservadoras de los mencionados Aycinena, anteriores y posteriores a la fecha precisa de independencia, merecen un tratamiento aparte. Lo que debe quedar claro es que las independencias, pacíficas y violentas de América Latina, fueron protagonizadas por los dirigentes criollos, incluyendo a los bolivarianos, que en la mayoría de los casos excluyeron a los mestizos, a los indios y a los mulatos de los supuestos beneficios de una primera independencia política. Inclusive excluyeron a algunos verdaderos estadistas. Esa independencia fue ratificada, en las Provincias Unidas del Centro de América, con el Decreto de Independencia Absoluta, de mediados de 1823. La Tribuna
Posted on: Sun, 15 Sep 2013 20:23:08 +0000
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