LUNES 21 DE OCTUBRE Mártires de Uruapan Por Rafael - TopicsExpress



          

LUNES 21 DE OCTUBRE Mártires de Uruapan Por Rafael Tortajada El 21 de octubre de 1865 fueron fusilados en Uruapan Michoacán, los generales José María Arteaga y Carlos Salazar, los coroneles José Trinidad Villagómez y Jesús Díaz Paracho y el capitán Juan González, héroes nacionales a los que se les pasa lista de presente en el ejército nacional y a los que recordamos como los “mártires de Uruapan”. El general Arteaga, al momento de su muerte, era general en jefe del Ejército Republicano del Centro: él conducía, en último término, la campaña guerrillera que en los estados de Michoacán, Jalisco, México y Guanajuato mantenía siempre ocupado al ejército invasor francés y a sus aliados mexicanos, haciendo saber al imperio de Maximiliano, fundado por la fuerza, el espíritu nacionalista y republicano del pueblo de México. Eran muchos y muy renombrados los capitanes guerrilleros que actuaban en distintas regiones a las órdenes de Arteaga: el general Vicente Riva Palacio y el coronel Nicolás Romero, prototipo del chinaco, mantenían viva la llama de la libertad en Zitácuaro y el oriente del Estado de México. El general Manuel García Pueblita no se cansaba de hostigar al invasor en las sierras de Guanajuato. El bravo general Salazar y el valiente hidalgo vizcaíno Nicolás de Régules cruzaban Michoacán de lado a lado sin dar tregua al invasor y muchos patriotas más, que luchaban sin descanso, reconocían al general Arteaga como su jefe militar y al distante gobierno de Benito Juárez como la única autoridad legítima del país y símbolo de la defensa de nuestra soberanía. Una y otra vez las guerrillas mexicanas eran vencidas, y una y otra vez sus jefes volvían a levantarse y a hacer caer al enemigo en emboscadas sin fin, demostrándoles que sólo eran dueños del terreno que pisaban. Los éxitos crecientes de la lucha guerrillera a lo largo de 1864 y 1865 convencieron a Arteaga de pasar a la guerra regular, por lo que reunió en Tacámbaro, Michoacán, a los mayores contingentes del Ejército del Centro. Sin embargo, enfrentados en formal combate con una fuerte división francesa, el ejército se hizo humo y los supervivientes huyeron por rumbos distintos. Riva Palacio y Régules lograron reunir a sus contingentes y a otras guerrillas, pero Arteaga y Salazar fueron aprehendidos por los imperialistas y, conducidos a Uruapan, fusilados por órdenes directas del emperador Maximiliano. Pero si los franceses creían que la derrota del ejército y la muerte de su jefe acabarían con la resistencia guerrillera, estaban muy equivocados: al día siguiente de la ejecución de los mártires, Riva Palacio atacó Morelia tratando de evitar el fusilamiento de los patriotas. Ese era el sino del Ejército del Centro: dieciséis veces fue destruido por los franceses y diecisiete renació de sus cenizas. Los bravos chinacos que lo formaban estuvieron en Querétaro año y medio después a las órdenes de Régules, contribuyendo al fin del efímero imperio de Maximiliano y a la restauración de la República. Y con todos estos estropicios que causó entre los mexicanos el ejército del Imperio Francés ¿todavía esperaban que el presidente Benito Juárez le perdonara la vida? Hizo muy bien el indio de Guelatao en negarle todo indulto cuando en San Luis Potosí le enviaron a la princesa Salm Salm a que se humillara ante él y además le bailara “la danza de los siete velos” y que, cuando estuvo a punto de doblegar su espíritu indómito, la mano firme de Lerdo de Tejada se le acerca y tomándolo por el hombro le dijo “ahora o nunca señor Presidente” y éste negó toda posibilidad de salvación para quien representaba la fuerza opresora extranjera. Lo mismo contestó cuando fueron un grupo de notables (llamados así) se acercaron humillándose ante Juárez pidiéndole la vida del emperador y este con mucho estoicismo les contestó: “no lo estoy condenando yo, para eso existe un jurado específico y si ellos lo liberan será su responsabilidad histórica” y finalmente les dijo “en México se cumplirá la ley así se caiga el cielo” y todos sabemos que el veredicto condenatorio firmado por Platón Sánchez presidente del jurado que condenó a muerte tanto a Maximiliano como a los generales Miramón y Mejía, se cumplió en el cerro de Las Campanas y ahí cayeron bajo las balas justicieras del ejército mexicano el 19 de junio de 1867.
Posted on: Mon, 21 Oct 2013 07:17:12 +0000

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