La dirigencia empresaria tiene que democratizarse Comanda una de - TopicsExpress



          

La dirigencia empresaria tiene que democratizarse Comanda una de las compañías más importantes del país. Sostiene que al sector le falta ejercicio democrático, afirma que aquellos hombres de negocios que fueron cómplices de la dictadura cívico-militar deben una autocrítica y espera que la Argentina haya aprendido del período neoliberal. Por: Hernán Dearriba La sala de reuniones es amplia pero despojada. El sol de la tarde de primavera de Plaza San Martín baña la estancia y le da una luminosidad particular. Bien distinta del período oscuro que se cerró hace 30 años en la Argentina. Javier Madanes Quintanilla, el presidente de Aluar, repasa las tres décadas desde la recuperación del imperio de la Constitución y sostiene que los empresarios deben democratizarse. Pero va más allá y considera que algunos hombres de empresa todavía deben un mensaje de autocrítica por su participación y respaldo a la última dictadura cívico-militar. Recuerda que durante la dictadura la sociedad estaba anulada y destaca que, como contrapartida, hoy hay ambición de participar en política. Optimista, proyecta un futuro venturoso para el país para los próximos 30 años y espera que los argentinos hayan aprendido la lección de destrucción de aparato productivo que dejó el neoliberalismo para no volver a recorrer ese camino. –¿Que cambió en el país en estos 30 años? –Treinta años para una sociedad son pocos. Lo que noto es que se le da un sentido al rol de la sociedad muy distinto a 30 años atrás. Hoy la sociedad existe, hace 30 años la sociedad no existía. Hemos pasado de la toma de decisiones de unos pocos, con algunos problemas, pero a una mucho mayor influencia del todo en la elección, que puede ser acertada o desacertada. Hay mucha mayor inclusión. Treinta años atrás la sociedad estaba como anulada, esperaba que un hecho maravilloso o desgraciado ocurriese. Hoy hay por lo menos ambición de sentirse escuchado y participar. –Hay un amplio debate por estos días respecto de la espesura que tiene la democracia en la Argentina y hasta se hacen comparaciones con la dictadura. ¿Cuál es su mirada al respecto? –A mí me parece que a la democracia argentina le falta mucho. La democracia empieza con el voto popular, pero después tiene las responsabilidades de los ciudadanos que son muchas. Por ahora tenemos bastante claro el derecho que es el voto, pero todavía nos falta mucho con las responsabilidades. –En qué sentido lo dice… –Uno puede participar en la discusión del modelo de vida que yo quiero, tengo mis derechos y mis responsabilidades. Con el tiempo uno va teniendo muy en claro qué derechos lo asiste y eso es bueno porque cada vez hay una mayor cantidad de gente que empieza a tener más derechos. Uno se empieza a rodear más de gente y menos de cosas. Esto es lo bueno de estos 30 años, nos estamos rodeando de gente. Ahora, esto también te obliga a pensar la velocidad a la cual vas avanzando. Si lo va haciendo de una manera muy imprudente empieza a tener un conflicto que en la economía se da en la discusión entre la inversión y el consumo. Uno corre el riesgo de enamorase del consumo y se olvida de la inversión. Y en lo personal esto tiene que ser un poco así también. Hay que empezar a mirar qué es lo que le podemos dar a los otros en lugar de mirar qué es lo que la sociedad le puede dar a uno y ahí nos falta mucho. –¿Qué análisis hace de la dirigencia empresaria en estas tres décadas de ejercicio democrático? –Antes había una dirigencia empresaria presente, buena o mala pero existía. Había personas, referentes, liderazgos. Ahora no. –Aldo Ferrer suele plantear la necesidad de construir una burguesía local, que él identifica como densidad nacional, como elemento necesario para llegar al desarrollo. ¿Cree que están dadas las condiciones para la conformación de ese actor en la Argentina? –En el plano local no. Pero tampoco sé si es necesario que exista ese actor, tal cual está conformado en la actualidad. A mí me gustaría que hubiera una dirigencia empresaria en la Argentina pero no con la forma que tiene en este momento. –¿Qué rol tiene que jugar esa dirigencia? –Tiene que empezar por democratizarse, hoy no es democrática. De situaciones como la crisis de 2001 no se sale indemne, y hay muchos que hoy están pagando las posiciones que tuvieron en aquella época. En cuanto a la dirigencia gremial empresaria, hoy estamos mucho peor que hace 30 años. Hay que hacer una autocrítica. Como muestra de ello, la principal entidad gremial empresaria (NdR: la Unión Industrial Argentina) elige su conducción a partir de un acuerdo de dos líneas internas que se alternan en el poder y que poco tienen que ver con el pensamiento de las cientos de entidades empresarias de todo el país. Si uno tiene el sillón garantizado se siente cómodo y rinde menos. No puede ser que pidamos más democracia y no estemos dispuestos a democratizar la elección de autoridades en la entidad que representa a los industriales. Creo que la debilidad de la dirección empresaria también está emparentada con la extranjerización de la economía. Hoy el 85% de la economía argentina está extranjerizada. –Muchos directivos de empresas son gerentes que deben consultar a sus casas matrices… –Sí, y eso condiciona la construcción de una dirigencia empresaria fuerte en el país. –¿Eso es resultado de una tradición rentista o tiene otra explicación? –Es una cuestión muy compleja, pero no puede ser que haya empresarios que utilicen al país como un hotel, con una mirada especulativa y después se desarrollen afuera sin invertir en la Argentina. –En los últimos años se incorporó la definición de dictadura-cívico militar para nominar al último gobierno dictatorial. Surgieron juicios por la complicidad civil de sectores empresarios que se aceleraron en los últimos meses pero nunca hubo una autocrítica de las gremiales empresarias al respecto... –No creo que se requiera de una autocrítica a nivel de instituciones, porque hubo posiciones muy diferentes. Por ejemplo, la organización empresaria que hoy integro –aunque no estuve aquí durante la dictadura– tuvo una filosofía muy clara en aquel momento. Cuando alguien intentaba proponer mecanismos ilegales para terminar con la protesta gremial, se rechazaba de plano. Pero no todas las empresas actuaron igual. Hubo empresarios que por ideología, o por considerar que era el mejor mecanismo para alcanzar sus objetivos económicos, respaldaron a la dictadura y eso si requiere de una autocrítica en esos casos. –Prácticamente desde el regreso de la democracia se viene planteando de manera cíclica la necesidad de establecer una especie de pacto social entre empresarios y trabajadores, pero no termina de cuajar. ¿Qué hace falta para llegar a un acuerdo de ese tipo? –No me gusta pensar en un acuerdo social a la manera del que se planteaba en los 70 o el tan promocionado acuerdo de La Moncloa (NdR: el acuerdo que alcanzaron los dirigentes políticos, empresarios y sindicales españoles tras la dictadura de Francisco Franco). Desde la perspectiva de nuestra empresa, que es la que mejor conozco, nunca habíamos tenido una mejor relación con la representación de los trabajadores como en los últimos años. La discusión con los gremios en el marco de las paritarias se da con dureza pero con absoluta lealtad. –¿Pero más allá de la paritaria se puede pensar el país para adelante, acordar lineamientos comunes? –Después de la crisis de 2001 se hicieron muchas cosas para mejorar la situación económica. Por eso ahora tenemos una oportunidad para sentarnos a debatir el país para los próximos diez o 20 años. Por ejemplo, pensar en la posibilidad de cambiar las retenciones a las exportaciones agropecuarias por un impuesto a la rentabilidad de la tierra, pero todo debe hacerse con el consenso de todos los sectores. Creo que tenemos que pensar el país para adelante y para eso hacen falta los tres actores, los empresarios, los trabajadores y el Estado en la misma mesa. –La crisis de 2001 también terminó de dinamitar el sistema bipartidista. Hoy hay una atomización de fuerzas, y eso se da incluso puertas adentro de los partidos más grandes como el peronismo o el radicalismo. ¿Cómo se sale de esa dispersión? –Yo no me siento incómodo con un sistema bipartidista, el problema es que me gustaría un esquema en el que se dé una dinámica en la renovación de dirigentes, para evitar el anquilosamiento de las mismas figuras durante muchos años, circunstancia que en este momento no parece posible en la Argentina. –¿Cuál es el rol que tienen que tener las pymes en el esquema productivo argentino? –Cada sector debe cumplir un rol. Si decidimos que vamos a tener un país agro-ganadero tenemos que tener en claro que va a ser un país para diez millones de habitantes y vamos a tener que exportar a los 30 millones restantes. Si incorporamos a las grandes empresas, quizás se amplíe a 20 millones. Pero si pensamos un país para los 40 millones de argentinos tenemos que incorporar a todos los sectores. –Europa es por estas horas laboratorio de políticas de ajustes que ya se aplicaron en el país con especial énfasis durante la dictadura, pero también en el período democrático. ¿Cree que la Argentina aprendió la lección y tomó la dimensión de la necesidad de un mercado interno dinámico y la defensa de la industria nacional? –Espero que hayamos aprendido la lección. De todos modos, algunos siguen pensando en la Argentina que hay que hacer el ajuste y quieren hacerlo. Yo en cambio creo que hay que sentarse y buscar soluciones a los problemas para que no nos condicionen. –¿Cómo se imagina a la Argentina en el 2043, dentro de 30 años? –Soy optimista respecto del futuro, porque las generaciones que vienen detrás nuestro son mucho mejores, están mejor formadas y tienen claro lo que quieren. No es fácil engañarlas. Por qué Madanes Quintanilla Javier Madanes Quintanilla conduce el Grupo Fate-Aluar. Aluminios Argentinos es la empresa creada en 1974 por el mítico ministro de Economía del último peronismo, José Ber Gelbard, con una mirada estratégica para desarrollar la producción de ese insumo clave para la economía nacional. Madanes pretende mantener esa herencia. Concretó la segunda inversión industrial más importante de la última década, para ampliar la planta de Puerto Madryn con un desembolso de 1800 millones de dólares. Una foto de familia El entrevistado propone una dificultad. La imagen que elige como emblema para recordar los 30 años de democracia está en su cabeza: es la imagen de los pesares de su familia. Su padre perseguido por su condición de judío en la Europa de entreguerras, su madre por su elección republicana en la España de Francisco Franco. Durante la dictadura, el valor de la vida era cero, es una sensación muy desagradable. Creo que lo que logramos recuperar en estos 30 años es volver a tener la sensación de que el ser humano existe. Más allá de los aciertos o errores de cada gobierno en particular. Se recuperó la historia de mi vida y yo lo transfiero a la imagen de mi familia, explicó Madanes. Muchas veces tuve la sensación de no estar más. Estar o no estar era una casualidad, iba más allá de lo ideológico. Para una historia como la de mi familia, como las hay muchas en la Argentina, que habíamos nacido con el recuerdo de nuestros padres de los conflictos europeos, de la Segunda Guerra Mundial, del holocausto; salir de la tensión de los 70 de alguna manera volvió a poner en blanco y negro la foto familiar, que la tenía perdida.
Posted on: Sun, 24 Nov 2013 16:30:26 +0000

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