La fortuna sonríe a un amigo y colega y hace una afirmación siempre cierta: nadie es profeta en su tierra. De pronto me da por revisar las estadísticas y el origen de quienes me leen o siguen. Hay personas de Uruguay, Chile, Argentina, España, Ucrania, Rusia, India, Eslovaquia, Canadá, Estados Unidos, Perú, Polonia, estados del interior de la República mexicana... Todos gente que llegó a mis textos por curiosidad, por atracción, gusto, porque vieron algo que otros no (incluido yo); no faltan los que dieron conmigo por equivocación y ¡se quedaron! Especialmente hay muchas mujeres, bastantes en edades que no rebasan los 30. Alguna vez me escribió un polaco solicitándome ejemplares de mis libros (aún sin publicar entonces) para sumarlos al acervo de la biblioteca de su pueblito. Ahora que los tengo al fin impresos y en espera de quedar en manos amorosas, incumpliré la promesa porque ya no cuento con la dirección. El otro día presumí a una conocida mis hijitos y su respuesta fue ay qué bien yo no leo. En casa el silencio es el único en comentar y criticar mis obras y el sueño me reclama que use sus letras para construir ensueños sin más destino que algún ignoto par de pupilas. Mis dedos en cambio no cejan en el empeño y asiduamente cosen a sus yemas las palabras y tuercen enunciados para hacer con ellos los caminos que me lleven más allá de la local desidia, de la familiar inadvertencia. ¿Sucederá?
Posted on: Mon, 28 Oct 2013 23:52:54 +0000
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