La hora del lobo Federico Campbell El Bujazán “Hace unos - TopicsExpress



          

La hora del lobo Federico Campbell El Bujazán “Hace unos días ví la película Cinema Paradiso, en ella se ve cómo el cine era un lugar dónde la gente dejaba gran parte de sus vidas, dónde envejecían, dónde vivían. Me llamó mucho la atención que apenas viendo ésta película nos invitan a festejar a Tijuana en el antiguo y muy querido Cine Bujazán; me senté con dos de mis tías favoritas y mejores amigas de mi mamá, las escuché contar historias toda la noche, recuerdos de su infancia, lo que costaba el cine, los pistachos que se comían y llenaba de cáscaras sus faldas dentro del cine, me imaginé a mi papá allí sentado viendo una película y con su chamarra del club Pegasos, al que pertenecía en los años cincuenta. Fue una noche que nunca voy a olvidar, una vez más conozco otro pedacito de la historia que todos llevamos dentro”. Así se expresa la diseñadora Darice Cota Campbell desde Tijuana en sus evocaciones de aquella sala que mandó construir un hombre de negocios libanés de apellido Abu-Hasan (a sus abuelo le cambiaron el nombre en Ellis Island, Nueva York, cuando desembarcó), el 8 de julio de 1951, un poco después de la segunda guerra mundial. Allí vimos las películas de Audie Murphy, James Dean, Marlon Brando; las comedias musicales a todo color, los westerns de John Ford como The Searchers, Río Rojo, El hombre que mató a Liberty Balance, con James Steward, John Wayne y Lee Marvin. Es curioso cómo alguien, una joven diseñadora gráfica e industrial (ha trabajado en fábricas de zapatos en California y en China inventando modelos) adivine, como lo ha hecho Oliver Sacks, que todos llevamos una historia adentro y que esa narración en constante flujo constituye nuestra memoria. “Todos tenemos, todos y cada uno de nosotros, una historia biográfica, cuya continuidad es nuestra vida misma. Cada uno de nosotros edifica y vive una narración y esa narración es nosotros mismos: nuestra identidad”, dice el creador de la neuronarrativa, el gran escritor y neurólogo Oliver Sacks que acaba de llegar a los 80 años. Somos ese relato. Llámese memoria o palabra, narración o historia, lo cierto es que llegamos a ser lo que somos (a conformar, a pulir nuestra identidad) en la medida en que nos contamos. Necesitamos contar nuestra vida para tener una cierta idea de quiénes somos, a pesar de que cambiamos todos los días y no somos el mismo exactamente de un momento a otro. Ciertamente “el Buja” (según le decía la plebe de Tijuana) es nuestro Cinema Paradiso, el pequeño cine de Bagheria, el pueblo de Giusseppe Tornatore y Ferdinando Scianna al norte de Palermo, en Sicilia. Allí en el Bujazán, en los años 50 no sólo vimos reinar a Rock Hudson, Dorothy Malone y Robert Stack, en Palabras al viento, de Douglas Sirk, sino aprendimos también e lidiar con los pachucos de otras colonias. Había que ir acompañado, en grupo, pues era la mejor manera de disuadir al enemigo de barrio, a los montoneros de la colonia Coahuila, como el Memín, que te despojaban hasta del cinto, la cartera y la chamarra. La nevería la llevaba una familia Gamboa y las palomitas eran las mejores de la ciudad. Ahora el Buja sobrevive entre las ruinas y el polvo, como tantos otros cines del mundo entero, de todos los países, de Italia, la India, como símbolo de una época en la que se apagaron todos los sueños. A la inauguración del Cine Bujazán asistieron Jorge Mistral, Sofía Álvarez, Libertad Lamarque, y la primera película que apareció en su pantalla fue Deseada, con Dolores del Río.
Posted on: Wed, 14 Aug 2013 03:32:52 +0000

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