La mujer que amo tiene talento y es capaz de escribir esto, lo - TopicsExpress



          

La mujer que amo tiene talento y es capaz de escribir esto, lo comparto con el público respetable: Querida Lucía El teléfono comenzó a sonar de madrugada. El aparato estaba en el piso y sonó estridente por la vibración de la loza desnuda. Al lado estaba el colchón, en el poco espacio que quedaba. Cajas de cartón aquí y allá como evidencia de una reciente mudanza que aún no se decidía a desempacar. Marce había tomado la casa hacía apenas una semana y recién comenzaba a acomodarse. Organizó lo más importante, el colchón para dormir, aún no se sentía con fuerzas para armar la cama; una parte de la ropa que necesitaba, algunos zapatos y las pantuflas; cosméticos, las cosas de aseo personal, el despertador; y uno que otro traste de cocina. Lo demás podía esperar. Aunque bien sabía que le estaba dando largas a instalarse. La decisión de cambiarse obedeció al impulso de desaparecer, quería alejarse de todo y de todos, no responder preguntas, no hablar con nadie, pero sobre todo alejarse de él. No había prisa, hasta ahora no se sentía en su casa. Hace apenas quince días era una mujer feliz, enamorada, llena de ilusiones y planes para el futuro. Ahora toda su vida estaba en un limbo… El teléfono la sacó de un sueño en que se veía caminar en medio de una casa en llamas, estaba sudando cuando despertó. Al principio no entendía que pasaba, se sintió desubicada, la pesadilla la dejó temblorosa y el ruido que hacía el teléfono la terminó de asustar. Estiró la mano tratando de alcanzar el auricular y cuando por fin lo encontró, éste se le cayó y tuvo sentarse para tomarlo nuevamente. -¿Aló? -¿Lucía? –Era la voz de un hombre, su tono, además de ronco era ansioso, apremiante, habló casi en un susurro y respiraba con dificultad. -¡No! –Respondió sin ocultar el enojo. -Busco a Lucía Martínez. -¡Está equivocado! –Casi gritó y colgó. Sintió la boca seca, y se levantó para ir a buscar un vaso de agua, aún estaba amodorrada y tropezó con una silla junto a la puerta, el fuerte dolor la hizo gritar y maldecir. Llegó a la cocina cojeando, aturdida y molesta. –Cuando uno está cagao del cielo le llueve mierda- Dijo entre dientes mientras prendía la luz. Buscó un vaso limpio para servirse agua, y entonces, como una revelación, recordó los sobres que estaban en el buzón. Tenía la manía de revisar el buzón antes de entrar a la casa, y eso fue lo que hizo el día que se mudó. Encontró algunos sobres, supuso que debían ser para la persona que antes vivía allí y los guardó, por si alguien venía a buscarlos. Sin pausa se tomó el vaso de agua, se sirvió otro y quiso ver los sobres; quería cerciorarse por si en alguno de ellos estaba el nombre de Lucía Martínez. Todos estaban dirigidos a Lucía Martínez, dos del banco, uno del teléfono y el cuarto parecía ser una carta. - ¿Quién escribe cartas en esta época?-Pensó. El matasellos del correo tenía fecha del quince de mayo, sólo cuatro semanas atrás. Se terminó el vaso de agua y regresó a dormir. Tardó casi media hora para dormirse, estaba tratando de imaginar quién podría haber llamado, o para qué. Se sintió avergonzada por haberse dejado llevar por el enojo. El cansancio, más que el sueño, la venció y volvió a su pesadilla. Cuando despertó eran las nueve y diez. La cabeza le daba vueltas y aún le dolía el golpe del pie. Decidió salir a caminar, una de las cosas lindas del barrio era el parquecito que estaba al doblar la esquina. Se vistió, recogió su cabello en una cola de caballo, tomó algo de dinero para comprar café y salió. Estuvo dando vueltas al parque por media hora, deteniéndose de tanto en tanto para hacer estiramientos. Y mientras caminaba no dejaba de pensar en la llamada, la carta y en Lucía Martínez. Cuando sintió que era suficiente ejercicio se dirigió a la cafetería frente al parque. No había clientes, cosa que agradeció, porque iba a aprovechar para conversar con la empleada. -Buenos días, un café negro, por favor. -Buenos días seño, ahorita la atiendo. -Disculpe, de casualidad ¿conoce a una señora Lucía Martínez? -¡Cómo no señito! Muy bella persona doña Lucía. ¡Lástima que se haiga muerto! El corazón de Marce dio un vuelco, sintió que todo era irreal, tenía en su poder una carta para una persona muerta. Era evidente que quién le escribió no lo sabía. -¿Cuándo murió?-Se aventuró a preguntar. -Eso fue… como el quince de mayo, si la memoria no me falla, señito- Dijo mientras le pasaba la tasa de café humeante. – Si, hace un mes, preciso… Eso fue una cosa muy rara, señito, fíjese que cuando la de la limpieza llegó, la encontró tiesa en la cama, el teléfono estaba descolgao. Yo pienso que se sintió mal y que iba llamar una ambulancia, ¿no cree?... - ¿Quiere azúcar o splenda? -Nada, gracias… - -¿Y la señora tenía familia? Es que encontré una correspondencia para ella y quisiera saber si a alguien le puede interesar. -Que yo sepa, no. Por ahí los que vienen son unos de una inmobiliaria, a lo mejor ellos si saben… -Bueno, gracias, quédese con el cambio.- Le pagó con un billete de veinte pesos y se fue. -De nada señito. Quince de mayo… la misma fecha que tiene el sobre. Mientras caminaba de regreso iba pensando en la coincidencia de la fecha, esto tenía tintes muy raros, se dijo. En otras circunstancias no se habría atrevido a abrir un sobre ajeno, pero se justificó pensando que quizá en el sobre hubiera algún dato de la persona que llamó, se prometió no leer más de lo necesario… Querida Lucía, Hoy 15 de mayo, día en que estaríamos celebrando nuestro aniversario de bodas, por fin encuentro el valor para buscarte. Cuando te llamé esta mañana sabía que no debía esperar mucho. Debió ser una gran conmoción para ti que después de tantos años me comunicara. Seguramente no me has perdonado, no hablarme y dejar el teléfono descolgado fue una señal muy clara, pero bien merecido lo tengo. Dejarte esperando en la iglesia fue lo más ruin que pude haber hecho en mi vida. No merezco ni tu perdón, ni una sola de tus miradas. Pero hoy, casi a punto de morir, te pido, te suplico, por el amor que una vez sentiste, que me permitas mirar tus hermosos y ojos y besar tus manos, una última vez. Cada día de esta miserable existencia he tenido tu imagen viva en mi mente y en mi corazón, no ha habido un sólo instante en que no te amé, ni siquiera cuando, por cobarde te dejé plantada. Por favor, mi hermosa Lucía, porque sé que sigues siendo tan hermosa como en otros tiempos, de otra manera, pero siempre hermosa, ven Lucía, ven para que pueda morir tranquilo, las lágrimas no me dejan ver lo que escribo, perdona la letra, mis manos tiemblan. Si decides venir, me encuentro en casa de mi sobrino Jorge, la dirección está en el sobre, o si tan sólo una llamada quisieras regalarme, el número es…. Tuyo, siempre! G. Marce apenas pudo contener el llanto, se sintió avergonzada por haber invadido la intimidad de esos dos desconocidos, pero también estaba conmovida, nunca hubiera imaginado encontrarse con una historia de amor más trágica que la suya propia. Nerviosa y sin saber lo que iba a decir, marcó el número de teléfono -¿Diga?- Respondió un hombre. -Disculpe, ¿podría comunicarme con el señor G? -Soy Jorge, mi tío falleció hoy a las seis de la mañana. ¿Quién habla? -Soy Marcela Durán, una amiga me pidió llamarlo- No encontró nada mejor que decir, no hubiera podido explicarle que, así sin más, sin permiso de nadie, había abierto una carta que no le pertenecía. -Disculpe, no puedo seguir hablando, dígale a su amiga que mi tío será velado en la funeraria “La Misericordia”. Ahora tengo que colgar. Si antes ésto le pareció irreal ahora las cosas se habían tornado macabras. Decidió que no iba a contarle a nadie sobre esta historia, sería su secreto. Un secreto que le sacudía el alma, que la obligaba a evaluar muy bien su propia situación. ¿Valdría la pena vestirse de orgullo y acabar con su relación de cinco años y medio? Era cierto que A la había traicionado, la confesión no menguaba la culpa, pero sí le contó, era porque el mismo no podía con la carga emocional de haberla traicionado una noche de copas… Se armó de valor y marcó un número de teléfono, estuvo a punto de colgar pero se contuvo. -¿Aló? -Soy yo, Marce… - -Marce, ¡mi amor! Dónde estás, estamos preocupados por ti, tu hermana llamó llorando porque no sabe nada de ti. Dime dónde estás y voy a buscarte ahora mismo. -No, no vengas... Necesito tiempo para pensar y aclarar la mente. Sólo quería decirte que será muy difícil perdonarte, pero estoy dispuesta a intentarlo. Sólo necesito tiempo. -Marce, por favor, amor… ¡Te lo suplico! Te juro, por mi vida, que te compensaré, estoy dispuesto a hacer todo lo que pueda y más para que seas la mujer más feliz del mundo, lo que me pidas lo haré, pero por favor, Marce, ¡no me dejes! -Estaré en contacto, dile a mi hermana que estoy bien y que la voy a llamar. Por ahora quiero estar sola. Te llamo luego. Demasiadas emociones para unas cuantas horas, se tiró al colchón y lloró, lloró por ella, por A, lloró por Lucía Martínez y el señor G. Tenía muchas cosas por hacer, quería aprovechar el domingo para arreglar la casa, desempacar y ordenar, pero ya era medio día y la verdad es que no tenía ganas de hacer nada de eso. En cambio, haría una visita. Buscó entre su ropa algo discreto, lo más oscuro que tuviera, el negro no era común en su guardarropa. Encontró un vestido gris, algo pegado al cuerpo pero no demasiado como para llamar la atención. Se dio una ducha, puso el agua caliente al máximo, algo que siempre la había relajado. Se maquilló de manera discreta. Llamó para pedir un taxi y salió. -A la funeraria “La Misericordia”, por favor. Soraya Hernandez Londoño.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 00:56:38 +0000

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