La predilección de Dios por los bebedores y las bebidas la confirma el Libro de Isaías, el profeta del siglo octavón antes del colochón, que en el Ofrecimiento generoso del Señor señala que “todos los que tengan sed, vengan a beber agua, los que no tengan dinero, vengan, consigan trigo de balde y coman; consigan vino y leche sin pagar nada. ¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan?” En el Eclesiástico, un libro escrito por Jesús, no el colochón, sino uno de pelo liso que existió muchos años antes que el mero mero, dice en una reflexión poética en estilo sapiencial: …no te hagas el valiente cuando tomes vino, pues la bebida ha hecho caer a muchos. En el horno se prueba una vasija de metal y con el vino se pone a prueba a los orgullosos. El vino es vida para el hombre, si lo bebe con moderación. ¿Qué vida es esa donde falta el vino? Desde el principio fue creado para dar alegría. Alegría para el corazón, gozo y contento: eso es el vino bebido a su tiempo y con cuidado… …cuando alguien esté bebiendo vino, no lo reprendas, no le hagas reproches mientras esté alegre; no le digas palabras injuriosas ni le busques pleito delante de la gente… …donde se beba vino no haya largos discursos y no quieras ser sabio a destiempo. Los cantos son en un banquete como joya de rubí en adorno de oro. El sonido de la música mientras se bebe con gusto, es como una esmeralda engastada en oro. De mi libro ENTRE PECHO Y ESPALDA.
Posted on: Tue, 09 Jul 2013 13:50:42 +0000
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