La revelación en la Biblia Latourelle E., REVELACIÓN - TopicsExpress



          

La revelación en la Biblia Latourelle E., REVELACIÓN VETEROTESTAMENTARIA El AT no posee un término técnico para designar lo que llamamos "revelación", sino que utiliza un lenguaje variado. Tomada en su totalidad, como fenómeno complejo que incluye una multiplicidad de formas, de medios, de vocablos, esta revelación se presenta como la experiencia de la acción de una fuerza inesperada, pero soberana; que modifica el curso de la historia de los pueblos y de los individuos. Sin embargo, esta acción no es una manifestación brutal de poder, sino que se presenta como un encuentro entre uno que comunica y otro que recibe. En sentido amplio, se trata de un proceso de diálogo entre seres inteligentes, entre personas. 1) Etapas y formas de la revelación. a) Terminología. El mundo oriental se servía de ciertas técnicas para intentar conocer los secretos de los dioses: adivinación, sueños, consultas de la suerte, presagios, etc. El AT conservó mucho tiempo algo de estas técnicas, purificándolas de sus adherencias politeístas o mágicas (Lev 19,26; Dt 18,10s; 1 Sam 15,23. 28), pero atribuyéndoles cierto valor. También es significativo que Israel se negara siempre a aceptar ciertas formas clásicas de técnicas destinadas a hacer conocer el pensamiento divino, concretamente la hepatoscopia, usada en todas partes en la mántica sacrificial del antiguo Oriente. Como en la mayor parte de los pueblos antiguos, los hebreos admitieron que Dios podía servirse de los sueños para dar a conocer sus deseos (Gén 20,3; 28,12-15; 37,5-10; 1Sam 28,6). José posee una copa adivinatoria y destaca en la interpretación de los sueños (Gén 40-41). Pero progresivamente se distingue entre los sueños que Dios envía a los auténticos profetas (Núm 12,6; Dt 13,2) y los de los adivinos profesionales, que se basan en sueños mentirosos (Jer 23,25-32; Is 28,7-13). El AT se muestra muy reservado en lo que concierne a las visiones de Dios, directas o indirectas. En las teofanías lo primero no es el hecho de ver a Dios, sino el de oír su palabra. La llamada de Dios a Abrahán se presenta como pura palabra divina (Gen 15,1 ss). Igualmente es significativo que Moisés, que podía tratar con Dios como un amigo con su amigo (Éx 33,11), no podía ver su rostro (Ex 33,21-23). En los profetas, incluso en las visiones, las palabras son lo esencial. La revelación concedida a Samuel es una audición (1Sam 3). En el lenguaje revelador del AT, las raíces más empleadas guardan relación con la acción de comunicar, decir, hablar, contar, de modo que la expresión palabra de Dios sigue siendo la expresión privilegiada para significar la comunicación divina. Por su palabra es como Dios va introduciendo progresivamente al hombre en el conocimiento de su ser íntimo, hasta el don supremo de su Palabra hecha carne. b) Revelación patriarcal. La revelación recibe sus primeros contornos con Abrahán y los patriarcas. Sin embargo, los relatos patriarcales no son históricos" en el sentido moderno de la palabra: no son ni biografías, ni mitos, ni cuentos populares, ni leyendas, sino "relatos populares religiosos": quieren hacer compartir la experiencia de un Dios de tipo particular, ya que ella fundamenta la experiencia de Israel como pueblo creyente. Habría podido concebirse esta experiencia como la de una iluminación y un conocimiento sobre Dios, a la manera de Buda. Pero no hay nada parecido en la vida de Abrahán, sino una serie de acontecimientos y de decisiones provocadas por Dios y por su llamada: "La palabra del Señor fue dirigida a Abrán" (Gen 15,1). Ese Dios es un Dios "desconcertante", que "pone en camino": "Sal de tu tierra... y vete al país que yo te indicaré" (Gen 12,1; 22,1-2). Abrán vive la experiencia de una partida hacia lo desconocido, con una sola garantía: la promesa de Dios. Él sabe que Dios lo guía, pero en una dirección insospechada (Gen 15,5.6.12.17). En lo más profundo de esta noche de fe surge una promesa gratuita, unilateral, incondicionada: la de una descendencia innumerable (Gen 17), seguida de un cambio de nombre: Abrán se convierte en Abrahán, "padre de una multitud". Esta promesa parece incluso estar en contradicción con los hechos, ya que Abrahán y Sara no tienen descendencia. Pero Dios es fiel más allá de lo improbable y hasta de lo imposible. Sara engendra un hijo. Mas apenas nacido Dios lo pide en sacrificio (Gen 22,1-19). En medio de las tinieblas, Abrahán se pone en manos de Dios "que ve" (Gen 22,1-14). Al Dios que se le había manifestado como señor de la historia y de la vida y como el Dios de la promesa, Abrahán responde con una disponibilidad total: su reacción es la de la fe y la obediencia. Por eso Abrahán es el "padre de los creyentes" (Rom 4,16). En esta primera etapa de la revelación, prototipo de toda la revelación venidera, Dios se manifiesta por su obrar en la historia: un obrar que es promesa y cumplimiento, palabra eficaz que realiza la salvación que promete. Consiguientemente, a la promesa responde, no ya una "gnosis sobre Dios", sino una fe obediente. c) Revelación mosaica. La segunda etapa decisiva de la revelación se cumplió en el acontecimiento vivido del éxodo: un acontecimiento de salvación, que libera a Israel de la esclavitud de los egipcios y que va acompañado de la autopresentación de su autor. A1 revelar su nombre a Israel por mediación de Moisés, Dios revela no solamente que existe, sino que es el único Dios y el único salvador: "Yo soy el que soy" (Éx 3,14). Yhwh está siempre presente, activo, siempre dispuesto a salvar, y sólo él. Al revelar su nombre, Dios toma partido por Israel, que se convierte en su elegido y luego en su aliado. La liberación, la elección, la alianza, la ley, forman un todo indivisible. En efecto, la alianza y la ley no se comprenden más que a la luz de todo el proceso liberador que tiene en ellas su consumación. Por la alianza, Yhwh, que probó a Israel su poder y su fidelidad, hace de este pueblo su propiedad y se convierte en el jefe de la nación. Las "palabras de la alianza" (Éx 20,1-17), o las "diez palabras" (los debarim: Ex 34,28), expresan el exclusivismo del Dios de Israel y las exigencias morales del Dios "santo" que se alía con un "pueblo santo". Al aceptar la alianza, Israel acepta el estilo de vida que responde a su vocación. Pero la salvación precede a la elección, a la alianza y a la ley. En adelante, el destino de Israel está ligado a la voluntad de Dios históricamente expresada y basada en el acontecimiento de la liberación. En el éxodo, Israel ha tenido la experiencia de un encuentro; pero Yhwh no puede reducirse al acontecimiento. Por medio de Moisés, revela su nombre y el sentido del acontecimiento. Israel emprende una existencia dialogada, situada en un contexto de llamada y de respuesta. Desde su origen, la revelación posee ya su estructura de acontecimiento-significante. La dialéctica de la promesa y del cumplimiento sigue adelante. Al revelarse como el Dios de la historia. a los patriarcas, y luego a Israel, Dios confiere ya a la revelación histórica su dimensión universal. d) Revelación profética. La palabra va dirigida al pueblo; no directamente, sino por unos "mediadores" (Éx 20,18). Moisés, mediador de la alianza y del decálogo, es el prototipo de los profetas (Dt 34,10-12; 18, 15-18). Aunque Josué aparece ya como el confidente y el portavoz de Yhwh, tan sólo a partir de Samuel (1Sam 3,1-21) se impone el profetismo, haciéndose casi permanente, bajo una forma más bien carismática que institucional, hasta el siglo v. Los profetas anteriores al destierro (Amós, Oseas, Miqueas, Isaías) son los guardianes y los defensores de la alianza y, de la ley. Su predicación es una llamada a la justicia, a la fidelidad al Dios tres veces santo; pero como Israel es infiel a las condiciones de la alianza; el dabar divino pronuncia las más de las veces condenaciones y anuncia castigos (Am 4,1; 5,1; Os 8,7-14; Miq 6=7; Is 1,1020; 16,13; 28,13-14; 30,12-14). Estos castigos no serán revocados. El tema de la irreversibilidad y de la eficacia de la palabra.de Dios se afirma claramente en Is 9,7: "El Señor ha lanzado una orden contra Jacob y va a caer sobre Israel". Puro dinamismo, la palabra se dispara como una flecha y produce sus efectos por etapas sucesivas. En la reflexión teológica sobre la revelación, Jeremías ocupa un lugar importante, ya que intentó determinar los criterios de la palabra auténtica de Dios. Éstos criterios son: el cumplimiento de la palabra del profeta (Jer 28,9; 32,6-8), la fidelidad a Yhwh y a la religión tradicional (Jer 23,13-32), y, finalmente, el testimonio, muchas veces heroico, del propio profeta en su vocación (Jer 1,4-6; 26,12-15). El Deuteronomio, que se deriva de los ambientes del norte, influidos por la predicación profética de los siglos ix y vIII, se encuentra en la confluencia de dos corrientes: la corriente legalista, que es la expresión del sacerdocio, y la corriente profética. Bajo esta doble influencia se profundiza la teología de la ley. El Deuteronomio vincula más que nunca la ley al tema de la alianza. Si Israel quiere vivir, tiene que poner en práctica todas las palabras de la ley (Dt 29,28), ya que esta ley, salida de la boca de Yhwh, es fuente de vida (Dt 32,47). Pero el Deuteronomio incluye además en la ley mosaica todas las cláusulas de la alianza (Dt 28,69), es decir, todo el corpus de leyes morales, civiles, religiosas, criminales. Por fin, la palabra de la ley se "interioriza": "La palabra está muy cerca de ti; está en tu boca, en tu corazón, para que la pongas en práctica" (Dt 30,11-14). La ley consiste en amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma (Dt 4,29). Paralelamente a las corrientes profética y deuteronómica, se elabora una literatura histórica (Jueces, Samuel, Reyes), que es de hecho una historia de la salvación y una teología de la historia. La alianza establecida con Yhwh y las condiciones puestas por él suponen que el curso de los acontecimientos está regulado por la voluntad divina, en función de las actitudes del pueblo elegido. Desde entonces, Israel no ha dejado de pensar en. su religión dentro de las categorías de la historia. En definitiva, es la palabra de Dios la que hace la historia y la vuelve inteligible. Un texto importante de esta literatura histórica es la profecía de Natán (2Sam 7), que establece el mesianismodel rey. Por esta profecía, la dinastía de David se convierte directamente y paró siempre en 1a aliada de Yhwh (2Sam 7,16; 23,5), en el eje de la salvación. En adelante, la esperanza de Israel se basa en el rey: el rey presente primero; y luego, un rey futuro, escatológico, a medida que las infidelidades del rey histórico van retrasando las esperanzas en un rey según el ideal davídico. Esta profecía es el punto de partida de una teología, elaborada por los profetas, que es eminentemente promesa, vuelta hacia el futuro, más bien que una teología de la alianza que presenta unas exigencias ante todo cotidianas. En tiempos del destierro la palabra profética, sin dejar de ser palabra viva, se hace cada vez más palabra escrita. En este sentido, es significativo que la palabra confiada a Ezequiel esté inscrita en un rollo que el profeta tiene que asimilar para predicar su contenido (Ez 3,1s). Un carácter importante de la profecía de Ezequiel es su tono pastoral. Tras la caída de Jerusalén (Ez 33,1-21), Israel deja de existir como nación. La palabra de Yhwh se hace entonces palabra de aliento y de esperanza para los desterrados abatidos. Ezequiel emprende la formación del nuevo Israel, a la manera de un director espiritual (Ez 33,1-9). Dejando entrever que la palabra que decretó y realizó el castigo sigue siendo todavía promesa fiel, Ezequielvela, sin embargo, para que nadie se engañe sobre su naturaleza: no basta con escuchar la palabra, hay que vivir de ella (Ez 33,31). El Déutero-Isaías (Is 40-55), que hay que leer en el marco del destierro, considera el dabar divino en su dinamismo a laven cósmico e histórico. Su soberanía absoluta sobre la creación es el fundamento y la garantía de su acción omnipotente en la historia; Yhwh es el señor de las naciones, lo mismo que de las fuerzas naturales, porque con su palabra lo ha suscitado todo de la nada. Él está en el punto de partida y en el término de los acontecimientos: su palabra predice, suscita, cumple. Dios mantiene los polos extremos de la historia (Is 41,4; 44,6; 48,12). Y ésta es inteligible porque se desarrolla según un plan que la Palabra va revelando progresivamente a los hombres, sin que deje nunca de alcanzar su resultado (Is 55,10-12). Como vemos, si la revelación del Sinaí sigue siendo el bloque central de la revelación; si perdura a través del AT, sobre todo en la época real y durante el destierro; si se va profundizando, es sobre todo gracias al profetismo. Pues bien, lo que constituye la originalidad del profeta es que ha sido objeto de una experiencia privilegiada, ordinariamente en el momento de su vocación: conoce a Yhwh porque Yhwh le ha hablado y le ha confiado su palabra. Ha sido llamado a una intimidad especial con Dios; llamado a conocer sus secretos (Núm 24,16-17), sus designios (Am 3,7), para convertirse en su intérprete ante los hombres. Esta experiencia es la experiencia fundamental del profeta: la palabra de Yhwh está en él (Jer 5,13). El profeta tiene conciencia de que no ha creado él esta palabra; de que esta palabra no es suya, sino de Dios. Si la ha recibido, es paca transmitirla, para publicarla, anunciarla. Él.es la boca de Yhwh (Jer 15,19; Ez 7,1-2), el hombre de la palabra (Jer 18,18). Vive entre los hombres como el intérprete autorizado por Dios de todo lo que sucede en el universo (tempestades, cataclismos, hambres, prosperidad), en el mundo de los humanos (pecados, muertes, obstinación) y en la historia (derrotas, éxitos, sucesión de los imperios). Conviene subrayar el carácter objetivo y dinámico de esta palabra. Su primer efecto está en el profeta mismo que la recibe. Actúa en él como un fuego devorador (Jer 20,8-9), como una fuerza irresistible (Jer 20,8-9), como una luz deslumbradora. Yhwh ha hablado: el profeta ha de dar testimonio de ello. Tal es la experiencia de Amós (Am 3,8); de Jeremías (Jer 20,7-8), de Isaías (Is 8, 11), de Ezequiel (Ez 3,14), de Elías (1 Re 18,46), de Eliseo (2Re 3,15). Palabra de Dios en una palabra humana, la palabra profética participa de su eficacia. No es nunca estéril. Sin embargo, Dios es siempre el Señor y su palabra actúa según sus designios, que él va descubriendo poco a poco, y que son un proyecto de salvación y de vida. Por eso, en todo el AT, Dios tiene paciencia, escucha, se ablanda, perdona. El campo de acción de la palabra profética es la historia; esta palabra es creadora e intérprete de la historia. Porque es en la historia, a través de las intervenciones de Dios, donde el pueblo hebreo tuvo la experiencia de la acción divina en su favor. La fe de Israel se apoya en estos acontecimientos fundadores, y su credo consiste en recitarlos (Dt 26,5-10). La acción de Dios que anuncian los profetas es por partida doble obra de la palabra: primero, porque es la palabra de Yhwh la que suscita y dirige los acontecimientos: "El Señor Dios no hace nada sin que manifieste su plan a sus siervos los profetas" (Am 3,7); para Israel, la historia es un proceso dirigido por Yhwh hacia un término querido por él. Pero el profeta no sólo anuncia la historia, sino que la interpreta; percibe el sentido divino de los acontecimientos y lo notifica a los hombres: interpreta la historia desde el punto de vista de Dios. El acontecimiento y la interpretación son como las dos dimensiones de la única palabra de Dios. La historia de la salvación es una serie de intervenciones divinas interpretadas por el profeta. Así, a través de los acontecimientos del éxodo, interpretados por Moisés, el pueblo hebreo conoció a Yhwh como el Dios vivo, personal, único, omnipotente, fiel, que salva a su pueblo y hace alianza con él con vistas a una obra común de salvación (Dt 6,20-24). De aquí se sigue que Dios, sus atributos, sus designios se revelan no ya de forma abstracta, sino en la historia y por la historia. Hay un progreso en el conocimiento de Dios; pero ese progreso está ligado a unos acontecimientos que la palabra de Dios anuncia, realiza e interpreta por medio de los profetas; es una historia-significante. e) Revelación sapiencial. Aunque la literatura sapiencial del AT pertenece a una corriente de pensamiento internacional (Grecia, Egipto, Babilonia, Fenicia), atestiguada ya en el segundo milenio, esa corriente de pensamiento se transformó muy pronto en Israel en instrumento de revelación. El mismo Dios que ilumina a los profetas se sirvió de la experiencia humana para revelar al hombre a sí mismo (Prov 2,6; 20,27). Is, rael asume la experiencia humana, pero la interpreta y profundiza en ella a la luz de su fe en Yhwh. Más aún, los datos sobre los que se ejerce la reflexión sapiencial pertenecen muchas veces a la revelación: la historia, la ley y los profetas. La sabiduría, como la palabra, salió de la boca del altísimo. También ella finalmente se identifica con la palabra de Dios. El salterio, que se fue formando poco a, poco, a lo largo de la historia, es sobre todo respuesta a la revelación; pero es también revelación, ya que la oración de los hombres, por los sentimientos que expresa, le da a la revelación toda su dimensión. La majestad, el poder, la fidelidad, la santidad de Yhwh reveladas poi los profetas se reflejan en las actitudes del creyente y en la intensidad de su plegaria. Espejo de la revelación, los salmos son también su actualización cotidiana, en el culto del templo. Con la revelación sapiencial se relaciona el tema de la revelación cósmica -es decir, a través de la creación-, que representa una etapa bastante tardía de la revelación inspirada. En efecto, por la historia conoció Israel a Yhwh cuando experimentó en Egipto su fuerza liberadora. La meditación incesante en esta fuerza ilimitada de Yhwh, que utilizaba a su antojo los elementos de la naturaleza para salvar a su pueblo, desembocó, por medio de una maduración orgánica y homogénea, en la creencia en la creación. Israel comprendió que Dios que suscitó a su pueblo de la nada de la esclavitud, suscitó también el cosmos de la nada. Su soberanía es universal: "Con su palabra hizo el Señor los cielos y con el soplo de su boca todo lo que hay en ellos... Porque él lo dijo, y todo fue hecho; él lo ordenó, y todo existió" (Sal 33 6.9). Cuando la palabra se impone a los hombres, se convierte en ley; cuando se impone a las cosas, crea. Como la creación es la cosa dicha por Dios, es también revelación (Job; Prov; Si; Sab; Sal; Rom 1,16). 2) Objeto y carácter de la revelación veterotestamentaria. La revelación del AT tiene rasgos específicos que la distinguen de cualquier otro tipo de conocimiento: a) La revelación es esencialmente interpersonal. Es manifestación de alguien a otro. Yhwh es a la vez el Dios que revela y el Dios revelado; se da a conocer y se hace conocer. Hace alianza con el hombre, primero como un señor con su siervo, luego progresivamente como un padre con su hijo, como un amigo con su amigo, como el esposo con la esposa. La revelación introduce en una comunión con Dios para la salvación del hombre. b) La revelación veterotestamentaria procede de la iniciativa de Dios. No es el hombre el que descubre a Dios: es Yhwh el que se manifiesta cuando quiere, a quien quiere y porque quiere. Yhwh es libertad absoluta. Fue el primero en escoger, prometer, hacer alianza. Y su palabra, que desbarata las ideas humanas y carnales de Israel, hace brillar más aún la libertad de su designio. Esta libertad se manifesta además en la variedad de medios escogidos por él para revelarse: vías de la naturaleza, de la historia, de la experiencia humana; variedad de personalidades elegidas (sacerdotes, sabios, profetas, reyes y aristócratas, aldeanos y pastores); diversidad de modos de comunicación (teofanías, sueños, consultas, visiones, éxtasis, raptos, cte.); diversidad de géneros literarios (oráculos, exhortaciones, autobiografías, descripciones, himnos, poesía, reflexión sapiencia) cte.) c) Lo que da su unidad a la economía de la revelación es la palabra. Las filosofías griegas y las religiones del período helenista tienden a la visión de la divinidad. La religión del AT, por el contrario, es la religión de la palabra escuchada. Este predominio del oír sobre el ver es uno de los rasgos esenciales de la revelación bíblica. Dios le habla al profeta y lo envía a hablar; éste comunica los designios de Dios e invita a los hombres a la obediencia de la fe. Sin embargo, esta palabra inicia en la visión. Si los hombres no penetran todavía en lo más hondo del misterio, tienen ya por la palabra una primera idea de él. Notemos además que la palabra manifiesta, por parte de Dios, un gran respeto a la libertad del hombre. Dios se dirige al hombre, lo interpela,. pero éste sigue siendo libre de adherirse a su palabra o de rechazarla. Finalmente, la palabra, que es el intercambio más espiritual entre los hombres, es también el medio por excelencia de trato espiritual entre Dios y el hombre. El pecado consiste en endurecerse para no oír la palabra. Según se la acoja o no, la revelación se convierte para el hombre en muerte o en vida. d) Pero la finalidad de la revelación es la vida y la salvación del hombre, una alianza con vistas a una comunión. La revelación del AT arranca de la promesa hecha a Abrahán y tiende a su cumplimiento. Para el profeta, el presente no es más que la realización parcial del futuro anunciado, esperado, preparado, pero todavía oculto. Lo que está presente no adquiere todo su peso más que por la promesa, en el pasado, de lo que ocurrirá en el futuro. Cada revelación profética marca un cumplimiento de la palabra, pero al mismo tiempo hace esperar un cumplimiento más decisivo todavía. La historia tiende así hacia la plenitud de los tiempos, que será el cumplimiento del designio de salvación en Cristo y por Cristo. 3) Noción veterotestamentaria de la revelación. La revelación se nos presenta en el AT como la intervención gratuita y libre por la que el Dios santo y oculto -en el terreno de la historia y en relación con los acontecimientos de la historia, interpretados auténticamente por la palabra de Yhwh dirigida a los profetas, según modos de comunicación muy diferentes- se va dando poco a poco a conocer, a sí mismo y el designio de salvación que tiene .que aliarse con Israel y, a través de él, con todas las naciones, para cumplir en la persona de su ungido o mesías la promesa hecha antaño a Abrahán de bendecir en su posteridad a todas las naciones de la tierra. Esta acción es concebida como palabra de Dios que invita al hombre a la fe y a la obediencia: una palabra esencialmente dinámica, que realiza la salvación al mismo tiempo que la anuncia y la promete.
Posted on: Thu, 22 Aug 2013 07:21:31 +0000

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