Lo que haya hecho, vale la pena leerlo Góngora, el Juez Rebelde: "Si a Genaro Góngora le hubieran dicho hace cinco años que iba a ser presidente de la Suprema Corte, se hubiera muerto de risa", comenta Arturo Zaldívar, uno de los discípulos con mayor cercanía al ministro. Es más, "ya había perdido la esperanza de algún día llegar a la Corte": Electo por el resto de los ministros como presidente de la Corte el pasado 4 deenero, Genaro Góngora Pimentel alcanzó el cargo luego de una carrera de más de 30 en los que recorrió todo el escalafón judicial: secretario del pleno, juez de distrito, magistrado y ministro. Sin embargo, hace cinco años Góngora no tenía posibilidades de ocupar un asiento en la sala de la Suprema Corte, debido a que en diversas ocasiones sus sentencias habían ido a contracorriente de las directrices que intentaban imponerle los ministros. Subscribía principios opuestos a los de la Suprema Corte, y los difundía no sólo en el salón de clase y en sus opiniones jurídicas, sino también en los libros Introducción al juicio de amparo y La suspensión en materia administrativa. Fue hasta 1995, con la reforma al Poder Judicial promovida por el presidente Ernesto Zedillo, que Góngora pudo ocupar una oficina en el edificio de Pino Suárez 2. El proyecto elaborado, principalmente, por José Ramón Cossío y Fernando Gómez Mont, dispuso la reestructuración total de la Corte, lo que implicó la remoción de prácticamente todos los ministros. A Góngora no se le conoce nexo con grupo político alguno y, oficialmente, se argumentó que la designación de los nuevos ministros obedeció a su experiencia dentro del ámbito judicial y a sus cualidades académicas y profesionales. Formación pública "Sencillez" es la palabra que se repite en cada entrevista sobre la personalidad de Góngora Pimentel. Como un hombre sencillo lo describen sus compañeros, sus amigos y sus alumnos. De 61 años, Genaro Góngora está casado con Ligia de la Borbolla, abogada del Grupo Alfa, donde lleva casos de carácter fiscal. Contrario a la tendencia en el medio judicial, Góngora no tiene su propio despacho. Vive de y para su trabajo como juez y académico. Sus allegados afirman que cuando no está leyendo, escribe. Se desayuna con frecuencia en el Vips de Altavista, a unas cuadras de su casa en la colonia Florida. Por lo general come en la propia Corte, aunque en alguna ocasión comentó que le gustaba ir al Club de Banqueros, pero luego del fallo sobre el anatocismo, bromeaba, ya no puede asistir. Góngora Pimentel se formó desde la primaria hasta el doctorado en escuelas públicas. Creció en Ensenada, Baja California, donde su padre era comerciante. "Vivían en una casa encantadora, justo pasando la curva que lleva al puerto. Era una casa con vista al mar", cuenta Miguel Acosta Romero, uno de los especialistas en Derecho más reconocidos en México, quien conoció a Góngora en las aulas de la UNAM donde ambos daban clase de Derecho Mercantil, en 1964. Los estudios de bachillerato los cursó en la Preparatoria Federal de Hermosillo, Sonora, ciudad a la cual regresaría 20 años más tarde, para cumplir su encargo como Magistrado del Tribunal Colegiado. Llegó al Distrito Federal cumplidos los 20 años, donde cursó la licenciatura de Derecho de la UNAM. Se tituló con la tesis De la agencia marítima. Posteriormente fue profesor de Derecho Marítimo y asesor jurídico en la Dirección General de la Marina Mercante. Su último empleo, antes de ser nombrado juez de distrito, fue el de vocal secretario de la Comisión Nacional Coordinadora de Puertos. Dentro del Poder Judicial El magistrado Enrique Pérez González cuenta que conoció a Góngora Pimentel en 1971, cuando ambos trabajaban, precisamente, para la Suprema Corte. "Genaro era secretario del pleno y proyectaba para el ministro Aguilar Alvarez. El acercamiento fue instantáneo. Al año siguiente lo hicieron juez de distrito". De su larga amistad con el recién electo presidente de la Corte, Pérez González relata: "Si conoces a Genaro, te das cuenta que su simpatía y entrega son absolutas. Seduce, tiene ángel. "Cuando empezó a ser juez, acudía yo a saludarlo y me tocó un incidente muy curioso: un grupo de personas con un amparo seudo agrario hacía un motín en el juzgado y los agentes de seguridad le impedían la entrada. Genaro dijo que los dejaran pasar. Entraron todos. Genaro, como quien se dirige a un grupo de niños, les habló con tal tranquilidad, con tal dulzura, que el grupo dejó de lado su agresividad y salieron de uno por uno, dándole la mano, agradeciéndole. Genaro les había hablado con sencillez, no con la rigidez del juez y eso maravilla." Respecto de esta postura, el mismo magistrado explica: "Cuando nos hacen jueces, tenemos miedo de la consigna. Somos jóvenes, y un joven con trato suave parece un juez sin autoridad. La idea es ponerte más tieso o mas rígido, y eso impide la comunicación. Genaro nunca usó eso. Al contrario, su arma es su sencillez." El juez rebelde Góngora Pimentel es discípulo y admirador de Guillermo Guzmán Orozco, a quien dentro del mundo judicial se reconoce como uno de los ministros más controvertidos de la historia: "Cuando estuvo en la sala auxiliar, emitió entre 500 y mil votos particulares", que se emiten cuando se está en contra de la opinión mayoritaria. "Si le hubieran hecho caso a Guzmán Orozco, el juicio de amparo ahora sería 20 ó 30 años más avanzado", dice Zaldívar, quien es experto en Derecho Constitucional y amparo, y coordinador de esa comisión en la Barra Mexicana Colegio de Abogados. El magistrado Pérez González señala al respecto de Genaro Góngora que es un seguidor de esta línea: "Para algunos, ser juez es una forma de ganarse la vida, para otros, es una ilusión. La que a mí me encanta es la ilusión de servir al débil frente al poderoso. Y en ésa no hay quien le gane a Guzmán Orozco". Así, la trayectoria de Góngora cuenta con diversos votos particulares, además de resoluciones que se han apartado de los criterios jurídicos prevalecientes en el momento, como las que a continuación se mencionan: El caso del caballo disfrazado. En cierta ocasión, Góngora Pimentel le concedió un amparo a un caballo en contra del Jockey Club de México. El juicio de amparo procede solamente contra actos de autoridad, por eso es extraño que se demande a una Asociación Civil. El caballo había ganado una competencia en el hipódromo, pero se descubrió que el potro no era mexicano, sino estadunidense. Sus dueños lo habían disfrazado pintándole de negro unas manchas blancas que tenía el animal, para hacerlo pasar como un caballo nacional. En su resolución, Góngora asentó: "Esas pruebas convencieron a la asociación civil Jockey Club, que ordenó sanciones: no podría volver a correr en ningún hipódromo y su nombre sería borrado del Stud book. La circunstancia de que se borre el nombre de un caballo del Stud book, significa que no podrá tener descendencia con yeguas de raza inscritas en ese registro; lo cual no deja de ser molesto para los dueños del equino y tal vez para el caballo también". El que haya concedido la suspensión provisional y definitiva contra una asociación civil, causó revuelo en la comunidad jurídica. Pero para Góngora, en ese entonces juez de distrito, bastó la existencia de un decreto presidencial que daba atribuciones al Jockey Club para regular la actividad hípica de México, para declarar que la asociación civil fuese autoridad para los efectos de amparo. Al respecto, el magistrado Pérez González explica: "Genaro no es esclavo de la ley, pero no deja de cumplirla. Cuando revisas sus sentencias, éstas no están fuera de la ley, se ajustan a ella. El interpreta la ley. Para Góngora no hay un problema técnico, hay un problema humano y él encuentra la solución". Aguas Blancas. El voto particular de Góngora como ministro de la Suprema Corte en el caso Aguas Blancas, es otro ejemplo de su rebeldía. Luego de la matanza de 17 campesinos, la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos solicitó a la Corte que investigara los hechos. Sustentó su demanda en el artículo 97 de la Constitución, que dice que la Suprema Corte podrá nombrar una comisión especial para investigar hechos que constituyan una violación grave de alguna garantía individual. Nueve de los 11 ministros consideraron que la Suprema Corte no debería intervenir. Góngora emitió un voto particular en el que afirmó que sí debía de hacerlo, pues "el alto tribunal no debe olvidar su responsabilidad constitucional en hechos que pueden perturbar la estabilidad social". Posteriormente, el presidente de la República pidió a la Corte que investigara. Fue hasta entonces que se hizo cargo del asunto. La investigación de los ministros provocó, finalmente, la salida de Rubén Figueroa de la gubernatura de Guerrero. La apariencia del buen derecho. Como magistrado de circuito, Góngora Pimentel impulsó el primer criterio en este sentido. Ya en la Corte logró que el máximo tribunal acogiera esta tesis. "Esta jurisprudencia es el avance más significativo que ha tenido el amparo en las últimas décadas", considera Arturo Zaldívar. Este precepto establece que si un juez considera que el acto impugnado en el juicio de amparo parece a primera vista "notoriamente anticonstitucional", puede decretar la suspensión, a pesar de que el acto haya sido ejecutado. En principio, la suspensión sólo procede contra actos que no hayan sido consumados. Este criterio permite al juez revertir un acto consumado, sin perjuicio de que posteriormente decida sobre la constitucionalidad del mismo. "Es una verdadera herramienta para el quejoso, y un control efectivo para la autoridad", agrega Zaldívar. Un hombre que sabe llorar "Genaro sabe llorar como hombre", comenta el magistrado Pérez González y agrega: "Tiene un hermano, pero no tiene hijos. Su padre murió hace algunos años. Nunca hablamos de nosotros mismos. No sé por qué no tuvo hijos. La verdad nunca lo hemos comentado". Sin embargo, para Zaldívar el nuevo presidente de la Suprema Corte "sí tiene muchos hijos; varios de ellos estamos aquí presentes, hijos en la cultura, en el saber, en el amor al Derecho, en el amor a México. Por Lorea Canales (17-Ene-1999).
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 22:14:12 +0000
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