Los errores le pertenecen exclusivamente a La Doctora. Perdió la - TopicsExpress



          

Los errores le pertenecen exclusivamente a La Doctora. Perdió la iniciativa. Aunque, en realidad, se la despojaron. Como a una inocente activista primeriza que disputa un centro de estudiantes. No tuvo brújula, ni estrategia. Ni siquiera tuvo buena información. La mala praxis fue total. La pobre se deslizó en la desmesura de humillarlo públicamente a Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Hasta vaciarlo. Extirparle la legitimidad. Devaluarlo. Para tener luego que depender de él. Es precisamente la agresividad de esa diferenciación que lo mantiene a Scioli, en el furor de la debacle, sorprendentemente vivo. En condiciones de heredar la devastación. De quedarse con los restos del naufragio. O del quebranto. Tal vez La Doctora supuso que podía bancarse, a su lado, inmutable, la roca inerte de Boudou, El Descuidista. Como si desde aquel 54 por ciento, de 2011, hasta aquí, no hubiera ocurrido nada. Ninguna mancha, en Rolando. O tal vez creyó en la eficacia del silencio para ningunear la inflación. O el rigor de la desastrosa (falta de) política energética. (¿Es verdad que se volvieron tres barquitos porque no había pelusa para pagarlos? ¿Es verdad que Galuccio se les quiso profugar? Rajarse). Incluso La Doctora tal vez supuso que podía atenuar, sólo con el respaldo de su presencia, con la articulación del lenguaje, el potente festival de los valijazos transmitidos por televisión. El peso del dinero que, en el subsuelo del cristinismo, paradójicamente se pesa. Con semejante adversidad, entre tanta tensión arrebatada, con la geopolítica a la bartola y con los aplaudidores cautivos, La Doctora avanzó en el proyecto de cargarse al Grupo Clarín. Con las bravatas de Moreno y el gesto de pesado de Kicillof. Y con la virulencia de los artículos de la nueva Ley de Mercado de Capitales, que enarbola la Comisión Nacional de Valores. Vanoli Conducción. Con su vulnerabilidad a cuestas, La Doctora justamente se propuso demoler el polo poderoso que simboliza la comunicación. Y que el marido extinto, El Furia, supo utilizar hábilmente -hay que reconocerlo- para imponer su hegemonía. Para gobernar, en la práctica, junto a Moyano, El Charol. El otro pilar. Al que obligó, irresponsablemente, a partir, hacia la oposición. Divorciarse de Clarín, vaya y pase. Bastaba la ilusión de suplirlo con la inutilidad de cuantiosos medios propios, que apenas consolidaban la moral de los convencidos. Pero desprenderse, en simultáneo, de Moyano, significaba sostenerse, en adelante, entre meros pilares presupuestarios. Pero forjados de barro blando. “Buscavidas, buscapinas de Unidos y Organizados”. Grandes ganadores de sueldos de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Facilitaban la tentación del trasvasamiento generacional, aunque representaban, en la práctica, la vía más efectiva para enterrarse. En el descenso. Hasta caer, desde las alturas de la pedantería hegemónica, en El Pozo de Onetti. En la ceguera del desbande altivo, La Doctora atinó a cargarse, también, de manera fundacional y épica, a la Justicia. Para “democratizarla”. Ya que no le habilitaba el apuro del triunfo judicial (curiosamente podía haberlo logrado sólo con respetar a la Corte, sin apretarla). Para completar el ciclo de tropiezos, La Doctora se embarcó en una alucinante negociación con Irán, que no supo explicarle a nadie. Y que fue ridiculizada hasta por los iraníes. En su camino hacia El Pozo de Onetti, La Doctora cayó hasta enredarse en la borrasca de imponer al General Milani, El Depurado en el Ganges. Para incinerarlo. Justamente cuando también abría otro conflicto absurdo, contra sus propios servicios de inteligencia. (¿Es verdad que le puso tarjeta roja al Espía que llega de Abril, sólo porque fue cómplice en las aventuras brevemente donjuanescas del marido?). Una guerrita de final incierto. Sobre todo cuando trascienden los diversos episodios de aprietes memorables. Con cachetazos en algún subsuelo. O cuando crece la indignación, ante la frialdad de algún ajusticiamiento. Programada ejecución. Mero asesinato. ¿El Lauchón? La magnitud de la épica le sirvió a La Doctora para terminar enredada en los operativos de inteligencia más berretas. Asaltos televisados, con silenciador. Para dejarse arrastrar, sola, hacia la calle cerrada de la derrota. Sin salida.
Posted on: Tue, 20 Aug 2013 15:25:18 +0000

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