Los ladrones le meten mano a la noche 15 de noviembre de 2013 a - TopicsExpress



          

Los ladrones le meten mano a la noche 15 de noviembre de 2013 a las 0:51 En toda mi vida nocturna he dado con mis huesos en la comisaría de Policía en dos ocasiones. Y ahí se acaba el morbo, porque mi expediente delictivo permanece inmaculado. La primera vez sirvió para que unos mocosos acabaran humillados en los juzgados por causar daños materiales en media docena de coches aparcados, entre ellos, el mío. Su noche loca me supuso una indemnización ridícula, y el papeleo que tuve que aportar resultó engorroso, pero el placer de ver casi dos años después a los dos vándalos escuchando cabizbajos la reprimenda de la jueza pagó con creces mi indignación todavía latente. La segunda fue el pasado fin de semana, después de cruzarme en mi camino con una rata de las alcantarillas fecales, un grandísimo hijo de perra. Hombre o mujer, no lo sé, solo tengo claro que no vino de cara. Sospecho que se arrimó a mí como una ladilla humana en una zona de paso tumultuosa de mis locales habituales y metió sus sucias manos en mi chaquetón, de bolsillos profundos pero anchos, y hasta el sábado creía que seguros. Encontró un móvil. Podría haber sido la cartera, las llaves de casa o un cepo para alimañas. Pero fue mi teléfono. Ha sido un trastorno conocido por todos, en esta u otras circunstancias, y aunque creo que he logrado salvaguardar mis datos, del todo irrelevantes, y mi intimidad, sobrevalorada, al final el problema ha ido más allá de la incomodidad o de lo material. Fue doloroso escuchar a mi entorno dudar de mi cuidado por las cosas y prejuzgar, casi por decreto y por el hecho de que fuese de noche, que iba fino. “¿No lo dejarías encima de la mesa de algún bar?” No. “¿Se te habrá caído al ir a pagar? Noooo. “Claro, andáis haciendo el bobo con las fotos y los mensajitos…” Que no, coño, que me lo robaron. Me sorprendió la circunspecta frialdad del agente mientras redactaba la denuncia. “¿A qué hora dice usted que fueron los hechos?” Entre las dos y las cuatro de la mañana. Aguantó el tipo, pero sé que por dentro estaba rumiando: “Foi boa…” Ahora escribo con rabia, lo sé, y en caliente hasta me entraron ganas de invadir Polonia, pero una vez superada la ira tuve sentimiento de culpa, que es mucho peor. Compartir mi pena empeoró todo, porque aunque los latrocinios nocturnos vienen de viejo es evidente que se han disparado los casos, que solo engordan las estadísticas de la basura, las que no salen en los periódicos por su escasa entidad. Por cada persona a la que se lo he contado recibí a cambio dos o tres historias similares y recientes, que no consuelan pero que radiografían con precisión la bajeza a la que hemos llegado. Es asqueroso pensar que en un lugar en el que supuestamente te sientes como en casa ya no puedas dejar un ordenador o un bolso colgado de una silla; o que cada vez que te levantas al baño te tengas que llevar la prenda de abrigo porque de otra forma es muy probable que vuele, sea cual sea el perfil social de la clientela que te rodea; y que cuando vas a pagar haya que evitar airear billetes grandes, porque cerca habrá alguien como tú, blanquito y con buen aspecto, que estará atento a tu próximo descuido para meter los dedos donde no debe para cobrarse el cambio. De los paraguas, mejor ni hablamos, porque hemos asumido que en el mundo se ha fabricado uno menos de los que somos, así que si no está el tuyo, te llevas el más parecido y maricón el último. Es de una miseria moral lacerante, pero está ocurriendo en Santiago y en muchas otras ciudades que se presumen tranquilas y seguras. Por eso desde aquí llamo a la desconfianza, a no relajarse nunca, porque es exactamente lo que están esperando de nosotros estos rateros. Y no recibiremos la ayuda ni de la Policía ni de Batman, porque andan patrullando calentitos en el coche pensando en causas mayores, ya saben, perseguir a los que mean fuera del tiesto, a los peligrosos individuos que beben en el banco del parque o a los que aparcan a las dos de la mañana en la parada del autobús. La lección queda aprendida. Me queda el consuelo de que el teléfono estaba en modo vibración, así que por mí se lo puede meter por el recto. Yo iré llamando, a ver si identifico al interfecto por su cara de placer. Buenas noches. Blog recomendado: lifeofastrangerwhostolemyphone.tumblr/
Posted on: Mon, 18 Nov 2013 07:47:24 +0000

Trending Topics



v>

Recently Viewed Topics




© 2015