Los mejores amigos Capítulo XLX “Trato hecho” Por Sonia - TopicsExpress



          

Los mejores amigos Capítulo XLX “Trato hecho” Por Sonia Jordán Después de estar rodeados, los secuestradores se animaron a negociar con la policía. El sargento Martín entabló diálogo con ellos, a cambio de la vida de los gemelos, Abdul debía firmar un contrato millonario, pero no estaba dispuesto a hacerlo. No iba a ceder al chantaje tan fácilmente y ello avivó más la furia de los chinos y el dolor de sus hijos. La policía recibió un paquete con los dedos anular y pulgar, sin saber si pertenecían a uno o a los dos. Abdul ni siquiera parpadeó al verlos. Estaba acostumbrado a la presión y a las amenazas de bandas rivales. Después del poder que había adquirido su hijo como “jeque” y el poder adquisitivo del que gozaban por sus negocios del petróleo, todo eran problemas. Así que optó por sentarse de dentro de un coche patrulla y fumarse tranquilamente un habano. El sargento Martín lo miraba estupefacto, Abdul estaba “más tranquilo que el pupa”. Él en su lugar hubiera estado de los nervios, tenía dos hijos pequeños de tres y seis meses, y por ellos era capaz de perder la cabeza... Pasaban las horas y los ánimos de los chinos se caldeaban, se oían gritos y lamentos. Golpes en puertas y ventanas. La madrugada se tornó dura para el sargento y su equipo, que continuaban plantados en el lugar. Abdul se había quedado plácidamente dormido y roncaba tan alto que le temblaban las orejas, aquello provocó una risa histérica en uno de sus escoltas que consiguió despertarlo y molesto le propinó un manotazo, consiguiendo ridiculizar al joven, que avergonzado bajo la cabeza y se retiró unos metros. En el hotel, Laia no conseguía estarse quieta y Lucas no podía calmarla. Así que aprovechando que Lucas se daba una ducha, salió de la habitación a hurtadillas y ser sin ser vista llegó al hall, allí telefoneó para llamar a un taxi. Que la condujo directa a Arucas. Rosi la esperaba a la puerta de su casa, la distancia con la de Laia era de escasos doscientos metros. Desde la azotea se podían ver los coches patrulla y la cantidad de policías desplegados. Sin miedo a nada, marcó el número de su casa, el teléfono fue descolgado por el jefe que creyendo que era la policía le dijo que en breve les mandaría una extremidad de unos de los gemelos. Laia rota de dolor comenzó a llorar con tal aspaviento que el hombre se estremeció. Ella le suplicó que le daría lo que fuera para salvar la vida de los hermanos, su casa si hacía falta. Aprovechando su debilidad le dijo que ella a cambio de los dos. Y Laia con la voz quebrada respondió: -¡ Trato hecho!-. Y Xio Lin, que así se llamada, le contestó: -¡No comente nada a la policía!¡Entre por la puerta de atrás!-. Rosi la agarró de la mano y se enfadó por lo que acaba de hacer, entregarse sin saber a qué gente y para qué motivos. Laia con los ojos inyectados en sangre y casi a punto de explotar le gritó:-¡No lo entiendes mujer, les debo la vida!. Y salió a toda prisa, el taxista aún la esperaba a la puerta. Laia le pidió que la dejara a una distancia de cincuenta metros, se recogió el pelo dentro de una gorra, se puso gafas de sol y se sacó la camiseta por fuera de los pantalones, se calzó unas zapatillas de deporte y echó a correr despavorida en dirección a la puerta trasera, allí se paró en seco ya que varios policías rodeaban esa parte de la casa. Pero una explosión dentro de la casa los despistó y ella pudo colarse dentro. Una vez dentro, tres de los secuestradores la condujeron a Xio Lin. Le quitaron la gorra, las gafas y la camiseta, dejando al descubierto su busto. Momento en el que aparecieron los dos gemelos. Ya desatados y con orden de proceder a su libertad. Salim al ver aquéllo se lanzó directo a la garganta del jefe, sin que los que allí estaban pudiesen reaccionar, lo dejó K.O. Kardam se hizo con un arma y comenzó a tirotear “sin ton ni son”. La policía al oír los tiros penetró en la casa, ya no había no rastro de los secuestradores, el cuerpo sin vida del jefe yacía en el suelo. Y Kardam, Salim y Laia estaban fundidos en un cálido abrazo. Todos los allí presentes incluido Abdul no pudieron ocultar su alegría. La mejor noche en la vida de los mejores amigos la pasaron sentados en el suelo alrededor de la piscina, bebiendo, riendo y comiendo carne asada. Una aventura más los había sorprendido con un final feliz. Abdul, con delicadeza y sin que nadie se diera cuenta, se fijó en los dedos de las manos de sus hijos. Los tenían todos, ¡menudo alivio sentía!. Eternamente agradecido a Laia, la mujer que había cautivado el corazón de su hijo y lo había enamorado hasta los huesos. Ciertamente había demostrado tener muy buenas cualidades. Nunca había pensado que una mujer fuera capaz de salvar la vida de sus hijos. Ya era hora de cambiar de mentalidad...
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 00:09:47 +0000

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