MADDIE 2PARTE ¿Cómo es posible que una niña de cinco años - TopicsExpress



          

MADDIE 2PARTE ¿Cómo es posible que una niña de cinco años pueda llegar a tal altura para tomar la cámara de fotos? se preguntaba Maia mientras le acariciaba el cabello a su hija. Esa noche, se acostaron las tres juntas, pero una sola dormía, otra lloraba y la otra se regocijaba detrás de un rostro inmóvil. La comunicación matrimonial fue recobrada a la semana y media, pero no eran tan agradables como antes. Cualquier tipo de discusión anterior al día del suceso les había parecido una estupidez, emitían frases cortas y sin sentimientos, principalmente ella, quien ya no le miraba a los ojos. Axel sin embargo, sentía un profundo arrepentimiento, tan intenso que se asemejaba al sentimiento de estarse pudriendo lentamente desde el interior. La única tranquilidad que tenían, era que la insólita rebeldía de Edith había desaparecido. Había sido dos días muy extraños, en los que Edith había mostrado su lado más oscuro, había insultado, agredido y hablado con un vocabulario tan sucio como un chiquero de chanchos, pero por suerte, todo había vuelto a la normalidad, o casi todo. A parte la escasa comunicación, el cambio de dormitorio de Maia hacia el cuarto de su hija y la espantosa cicatriz en el rostro de Axel, había algo más que marcaba el sorpresivo cambio de estilo de vida de la familia y era la profunda y casi enfermiza obsesión de Edith por la muñeca de Amadine Tussaud, iba con ella hasta a la escuela y al llegar pasaba todo el día en su cuarto, en el porche o en la hamaca del sauce llorón hablándole como si fuera una persona viva con oídos de carne. La tarde del día era tan dormida y melancólica como la estación otoñal. Maia estaba sentada en uno de los sofás nuevos leyendo un aburrido libro de inteligencia emocional, Axel estaba dando clases en la escuela, en un par de horas llegaría a casa. En eso, Maia escuchó unos pasitos ligeros, caminar por el pasillo cercano, se sobresaltó banalmente al ver que era su hija acercándose a ella. Creyó que probablemente se aburrió de dibujar con crayolas en su habitación, ...o de hablarle a una muñeca de goma., se dijo. _ Mami –dijo ella recostándose en su regazo, no quiero que duermas más conmigo. A ella le sorprendió la frase de su pequeña. _ ¿Por qué, amor? –Le dijo Recuerda que mamá está enojada con tu papá por lo que has descubierto sobre él ¿Lo recuerdas, amor? Nunca hemos conversado sobre eso. Ella bajó la cabeza para que su mamá le acaricie sus rizos cortos y cerrados. Después, la movió de un lado a otro para negar que existiera recuerdo alguno en su mente. Su madre no lo entendió en absoluto. ¿De verdad no lo recordaba o estaba evadiendo el tema? Justamente, en el libro que tenía en su mano hacía unos minutos había leído un párrafo que afirmaba que ciertas veces la mente era selectiva y para el bien de la persona, a veces suprimía aquellos recuerdos traumáticos para que no nazcan secuelas de ellos, quizás eso era lo que le ocurría a Edith, pero sólo era una de las tantas suposiciones que Maia tenía pendientes por resolver pero que no quería adentrarse, quizás por miedo a enloquecer. _ Está bien, hija. Entonces no hablaremos –le contestó pronunciando con sus dedos los rulos negros de la pequeña. Si te molesto en tu dormitorio entonces no tendré remedio que irme al que está vacío. _ ¿Al de Amadine Tussaud? –Preguntó, nuevamente sorprendiendo a su madre _ Sí, contestó ella. –Suponiendo que Edith había escuchado dicho nombre salir de la boca de su padre Diez minutos después, el trapeador empapaba los pisos empolvados de la habitación vacía. Tendría que esperar a Axel para que la ayude a mover la cama de una plaza que tenía dejada en el fondo, aunque últimamente odiaba la idea de pedirle ayuda o favores. A la noche, mientras la cena se preparaba casi sola, el dormitorio de Amadine, había cobrado vida. El piso estaba tan reluciente como si estuviera nuevo, aunque era necesario cambiar el empapelado de las paredes que le daba un aspecto antiguo y percudido al estar descascarado sobre la madera. El sol cayó rápido y pesado como una gigantesca bola de metal, la luna se mostró llena y dorada. Comieron sin formular una sola palabra, escuchando una inquietante melodía que Edith cantaba con la boca cerrada. De repente, habló: _ Mami, perdóname por echarte de mi habitación. Maddie y yo necesitamos estar solas. Ella también se disculpa por haberte mandado a la habitación de la señora Tussaud. Sus padres la miraron pero no prorrumpieron una sola palabra. Estaban impresionados con la habilidad de su hija en disociar sus pensamientos y repartirlos entre ella y aquél ídolo que parecía haberla hipnotizado desde el momento en que la encontró. Aun así, no dijeron nada; toda oración ficticia de Edith que hacía revivir teatralmente a Maddie, los hacía acordar al momento en que su forma de vida cambió de improvisto. Todavía ninguno pensaba cómo superaría esa dura etapa, ni siquiera lograban resolver cómo mantenerla. _ La cena está deliciosa, cariño. –Dijo Axel sonriéndole a Maia Edith los observó callada, esperando algún tipo de reacción, y la encontró. Maia apartó la vista de sus espaguetis para apuntarla a su esposo, a quien le proyectó una expresión nula. Luego, no pudo contener una carcajada cargada de rabia y para no seguir con el tema, se levantó de la mesa y se fue a su cuarto con prisa. Desde el comedor se escuchó el portazo. _ Disculpa a mamá, pequeña. –Le dijo a Edith pronto me podrá perdonar. Todo el a mundo comete errores, ¿sabes? Y a veces con ellos lastimas a la gente que amas. Eres muy pequeña para entenderlo... pero a alguien se lo debo decir. Sus ojos azules se cristalizaron en lágrimas y uno de ellos soltó una que se resbaló por su mejilla. Tres de la mañana. La casa se volvió muda. Toda la familia descansaba en el mundo onírico, cada uno en su habitación. En eso, Edith, que siempre dormía acompañada, nuevamente quedó sola. Una niña de plástico corría libremente por la caza oscura, cuyos únicos rayos que la iluminaban de forma vaga, eran los de la luna imponente pero aun así, débil e impotente. Algo logró interrumpir el descanso de Maia, era un llamado, una voz: _ Maddie es Amadine... Maddie es Amadine... Maddie es Amadine... ¡Maddie es Amadine! –Sonó fuerte dentro de su cabeza y le causó un sobresalto que la hizo despertarse cubierta en sudor frío Se sentó en su cama de golpe, como si hubiese sido revivida con un desfibrilador. Sentía el corazón latir rápidamente, como el de una rata. Entre la luminosidad opaca de la luna, pudo distinguir fácilmente que la puerta de su habitación estaba abierta. Frunció el ceño y luego su corazón estalló de miedo. Iba a gritar, pero su lengua pareció devolverle el grito a su interior. La muñeca, Maddie, estaba allí, parada a los pies de la cama, congelada pero persistente, como la misma luna. Esto debe ser una broma de Edith, quiso suponer cuando notó que una mano de la muñeca estaba levantada y su dedo índice señalaba precisamente hacia la pared. Como un acto reflejo o por la misma situación de subordinación que le imponía el miedo en ese momento, giró su cabeza hacia donde le señalaba el dedo y descubrió que justo en ése lugar, había una abertura en el empapelado color verde oliva. Frunció el ceño nuevamente, tomó valor y se puso pie. Por algún motivo, su postura ante aquel insólito hecho era firme, quizás era porque nunca le había tenido miedo a este tipo de cosas o tal vez porque una parte de ella, seguía creyendo que estaba dentro del sueño. Respiró hondo y metió la mano en aquel tajo que casi pasa desapercibido para su adormecida visión. Al meter la mano, se percató que en aquel espacio, el papel no estaba pegado y probablemente lo habían hecho a propósito. Finalmente, no fue muy difícil retirar lo que había allí. El color denotaba el paso de los años, en un tiempo fue un sobre blanco e impecable. Olvidándose de que la muñeca estaba detrás de ella, rompió el sello que lo bloqueaba, una fina lámina adhesiva con la palabra Tussaud. Sacó la hoja dura que estaba doblada en cuatro y la leyó: Malaventurado aquél que lea éste mensaje escrito en el pasado, leído en el presente y ocurrido gran parte en el futuro. Los grandes espíritus del Santa África me han prometido una reencarnación. Y yo, fiel cordero, accedí a cambio de tres sacrificios. Según sus predicciones, todos los hechos ocurrirán, siempre y cuando les obedezca en todo, poniendo mi sabiduría por debajo de su poder, tanto es así, que ni siquiera sé por qué ni a quién le escribo estas palabras, pero así me lo han mandado. Ya tengo todo lo necesario para el ritual, he seguido sus pasos al pie de la letra y se que aún después de muerta tendré que terminar con la vida de tres almas mas. Mi cuerpo, será entregado bajo mi absoluta voluntad, pero todos lo entenderán como un suicidio. Los otros dos serán entregados en el futuro, justo antes de reencarnar en carne y sangre en el cuerpo de una de mis víctimas. Hasta ese entonces, no seré Amadine, sino Maddie, la niña de plástico. Maddie... Maddie... Maddie... El nombre retumbó en su cabeza e hizo temblarle las rodillas. Nuevamente se acordó de quién estaba atrás suyo y dio vuelta con violencia. Al descubrir que el espacio que ocupaba Maddie, ahora estaba vacío pegó un gritó chirriante que hizo resonar el vidrio flojo de la ventana. _ Ésa cosa se ha ido. Oh, no... ¡Edith! –gritó Corrió envuelta por un espanto atónito hacia la cocina y tomó el cuchillo que por casualidad creía ella, estaba sobre la encimera más cercana, cuando en realidad la niña de plástico lo había puesto allí. Los ruidos de aquella casa con los pisos de madera, los gritos a altas horas de la noche y las pesadillas inoportunas hicieron que Axel se despierte también con una sacudida alborotada. Maddie es Amadine... Maddie es Amadine... Maddie es Amadine... sonaba en su cabeza. De pronto, sintió que abajo corrían unos pasos apresurados y descalzos. En seguida salió de la cama para ver lo que estaba pasando. _ ¿Dónde estás? –dijo Maia ingresando a la habitación con el cuchillo en la mano ¡No voy a dejar que dañes a mi hija! –gritó Un brazo fuerte le apretó la muñeca y le quitó el cuchillo, ella volvió a gritar, pero Edith no se despertó. _ ¿Qué mierda estás haciendo? –Exclamó en voz baja Axel, tirando el cuchillo lejos del lugar Ella no supo qué contestar, ni tampoco quería. _ Yo... no es lo que parece. –Dijo Axel soltó una carcajada nerviosa. _ Imagínate cómo hubieses reaccionado tú si hubiera dicho eso cuando viste las fotos. –Se acercó más a ella y la penetró con sus ojos furiosos Escúchame bien, si le haces algo a Edith, los vas a lamentar de verdad. –Percibió en el rostro de la mujer una increíble cantidad de miedo y se retiró con la seguridad de que nada más sucedería Cuando se dice que las cosas no pueden estar peor, se vuelven peores. Escuchó a Axel subir las escaleras, mientras ella se dirigía a su cuarto. Vio el tajo agrandado en el empapelado de la pared y metió la mano dentro, pero no había carta alguna. _ ¿Dónde la he metido? –Dijo en voz alta buscando por todos los lugares Se fijó en los rincones, debajo de la cama y hasta en la encimera de la cocina, pero la carta no estaba. Volvió a su cuarto. _ ¿Estoy quedando loca? ¿Todo ha sido un sueño? ¿Me lo he imaginado? La noche transcurrió como si no hubiese pasado nada. El sábado nació soleado y precioso, parecía un día primaveral. Maia creía que lo que había pasado ayer era una especie de sonambulismo mezclado entre el sueño y la vigilia, lo más raro de todo era que nunca le había pasado algo así, nunca podría determinar cuándo había comenzado y cuándo dio fin. La oreja pequeña de Edith estaba pegada en la boca de Maddie. _ ¿Quieres ir a la hamaca? –Le preguntó la niña Está bien, vamos. Corrió alegre con saltitos infantiles hacia allá. Aunque Maia se había obligado a convencerse que lo que había pasado, era una mala jugada de su conciencia, ordenando la cama, ojeaba sigilosamente por los rincones por si encontraba la carta fantasma, pero no la halló por ninguna parte. Axel se estaba haciendo un emparedado para llevar al trabajo, a pesar de que era sábado tenía un horario muy apretado durante la tarde. Mientras untaba mayonesa sobre el fiambre, su atención de desvió cuando encontró justo cerca de sus pies un sobre amarillento sin bloquear. En seguida, lo levantó. Extrañado por haber encontrado algo tan inusual en la cocina de su casa, lo abrió y retiró de su interior el papel grueso doblado en cuatro que al abrirlo supo que se trataba de una carta, escrita en manuscrita con una especie de delineador de ojos de color rojo. Allí mismo, lo comenzó a leer: Amor mío. No te imaginas cómo me gusta escribirte por este medio, este tipo de códigos, el sobre, la carta y el delineador rojo me causan tanto morbo que me éxito en escribirte. Te quiero decir que todo ha salido a la perfección. El idiota de Axel todavía no se pregunta cómo es que una estúpida niñita de cinco años pudo haber tomado tales fotos. La verdad es que me has sorprendido con tus enfoques, por fin lo hemos capturado con las manos en la masa. Él ni siquiera se imagina que tú existes y encima se cree culpable de nuestra situación. Ahora que lo pienso, soy muy buena actriz llorando o quizás son mis increíbles ganas de mandarlo a la mierda que me hace desempeñarme como una actriz eximia. Todo marcha a la perfección. Sólo nos queda esperar que crea que estoy loca y que quiero matar a nuestra estúpida hija para que ambos se larguen de aquí y así nosotros podamos vivir tranquilos en nuestra casa nueva. Pronto te traeré nuevas noticias. Te amo, Maia. El descubrimiento hizo sumergir a Axel en un océano infinito de ira y dolor. Caminó casi corriendo hacia la habitación donde ella estaba, al mismo tiempo que Edith quedaba sola en la hamaca, sin Maddie. Axel se asomó con precisión en la puerta, vio que su esposa buscaba algo casi sin descanso mientras daba una barrida descuidada en el cuarto. _ ¿Buscas esto? –Preguntó levantando el brazo con el sobre en la mano Ella vio el sobre y sintió un ligero palpitar, no sabía si sentirse feliz por el hecho de que no estaba enloqueciendo, o mal por haber descubierto que se habían mudado a la casa indicada. _ Sí –contestó con firmeza, eso es lo que busco. Supongo que ya lo has leído. A Axel le sorprendió la naturalidad y la falta de vergüenza de su mujer, hasta le era difícil diferenciar a esa desconocida con la que había conocido y había jurado amor eterno. _ Supones bien –le contestó. ¿Hasta cuándo pensabas ocultármelo? –dijo expresando rabia en su rostro Ella no respondió, aunque era una situación extraña que se debía conversar seriamente, no era un tema con el que podría entablar una conversación con un esposo infiel. Su orgullo pesaba aún más que todo eso. Sin embargo, una parte de ella estaba comenzando a insistir en dejar todo atrás, por lo menos de forma temporal y comenzar a preocuparse por lo que de verdad importaba: los sucesos paranormales que habían sucedido en la casa desde la llegada y las horrorosas apariciones de la muñeca de Amadine; podría odiarse después, pero primero estaba el bienestar de su hija y eso era algo que le incumbía a los dos, más allá del error y la falta de respeto de Axel hacia la familia. Le tardó considerarlo medio segundo y entonces, se dispuso a hablar. _ Está bien. Disculpa por no habértelo dicho... _ ¿¡Disculpa!? –Interrumpió enloquecido ¿Cómo quieres que te disculpe por una cosa de ésta? Admito que yo me he equivocado en traer una mujer a la casa, pero no se compara con lo que planeas hacer tú. No puedo creer cómo nos has traicionado –sus ojos despidieron dos líneas de lágrimas que cayeron por sus mejillas, una de ellas, se metió dentro del surco rojizo de su cicatriz y se quedó estancada, sin posibilidades de hacer nada y todo por un hombre. _ ¿Qué... qué estás diciendo? –Dijo ella tartamudeando, viendo que Axel se ponía de cabeza gacha para iniciar un lastimado sollozo Con un signo de interrogación dibujado en su rostro, dio dos pasos ágiles hacia delante y le arrebató el sobre de la mano, lo abrió notando que el sello con el apellido Tussaud escrito ya no estaba, lo sacó y leyó aquel extraño mensaje escrito con el delineador que hacía dos días había perdido. Su pecho dio un vuelco tan inmenso que le fundió en una sacudida interna. La letra era casi igual a la suya, pero ella no había escrito eso. _ ¡¿Qué es esto?! Yo no hice esto. –Axel levantó la mirada como un tigre asesino No, amor debes creerme, nos están tendiendo una trampa. ¡Maddie...! La muñeca de Edith en realidad es Amadine que quiere matarnos para completar su sacrificio –se acercó nuevamente hacia él y lo tomó de las mejillas, ¡Por favor, créeme! Él puso la mano en su pecho y la apartó con fuerza. _ ¡No seas ridícula y admite que también eres una adúltera! Fue despedida hacia atrás, pero no con tanta fuerza como para que se produzca el trágico momento que estaban por sufrir. Apoyó la punta del pie derecho y luego su talón para evitar caer al piso. Luego, necesitó apoyar el otro, pero éste no llegó al piso. Su pie se torció de repente al pisar una superficie redonda, parecido a un balón. Su tobillo se rompió con un crujido. El cuerpo de la pobre mujer cayó duro y congelado como un ángulo de noventa grados volviéndose llano. Su cabeza se golpeó con el borde de la cómoda donde guardaba la ropa y un tajo sangriento se dibujó en su sien. Cayó sin vida y a sus pies, estaba inanimado el objeto que había pisado, no era un balón, sino una cabeza: la cabeza de la niña de plástico. Las orbitas oculares de aquel hombre nunca habían sido tan grandes. No podía creer que un simple empujón hubiese podido desencadenar tal tragedia. Sus manos estaban embarradas de un acto homicida. _ No... ¿qué acabo de hacer? –Dijo tomándose con fuerza y locura los cabellos de su cabeza Una vena nerviosa saltó perpendicular a su frente y se levantó sobre su piel traspirada y brillante. _ Maia... espetó sollozando un llanto de vidrio No, no, no, no... agregó en un desespero agitado Yo no lo hice... yo no la maté, ella se tropezó... Sí... se tropezó con el muñeco y se golpeó la cabeza. Lo que decía era cierto, pero ninguna clase de autoridad se lo creería. Hacía poco más de una semana había sido marcado de por vida en su rostro por un cuchillo que Maia había manipulado y no presentó cargos. ¿Por qué no lo hizo?... pensaría la policía ... ¿será que quería hacer justicia con sus propias manos? Se veía sin salida, incapaz de poder actuar o moverse. Quedó mirando espantado el cuerpo muerto de su mujer a los pies de la cómoda, con su cabeza ensangrentada emanando como una cascada grotesca cada vez más y más sangre. Sus ojos, aunque ya no veían nada, estaban completamente abiertos, casi como los de él, mirando fúnebremente lo trágico del destino y lo escuro de la muerte. De pronto, algo lo sacó de aquella nube maligna de la que había sido metido sin querer y lo introdujo otra vez en la nerviosa desesperación. _ ¡Maddie! –gritó Edith desde afuera ingresando a su casa La entrada principal quedaba a solo cuatro metros y una puerta de la escena del crimen. Axel no sabía qué hacer. _ Maddie, ¿Dónde estás? –preguntó entrando Maddie... otra vez se nombraba a la maldita muñeca que había sido testigo del crimen. Axel no la había visto detrás de su esposa hasta después de fallecer. Si tan sólo fuese alguien con vida, la enviaría a la cárcel, porque ambos sabemos que yo no he sido el asesino., se dijo en su interior considerando que estaba al borde de la locura. La vena que había crecido en su frente le deformaba la cara casi tanto como su cicatriz, dentro de ella, corría su sangre homicida furiosa y vertiente como la de la cabeza de Maia. Se dio la vuelta y cerró la puerta de un golpe, ni siquiera se dio cuenta que estaba actuando, hasta parecía verse afuera de él mismo, desconociéndose como persona. Tomó con fuerza el cuerpo de Maia y lo metió bajo la cama. Gotas de su helado sudor cayeron en el ínterin. El puño de su hija golpeó la puerta. _ Mamá, ¿Maddie está allí contigo? –Preguntó desconociendo lo que ocurría detrás de la puerta El atlético estado de Axel lo había beneficiado en aquél momento, sólo tardó unos segundos en esconder el cuerpo de su madre. Luego, movió la cómoda hacia delante para que ésta quede encima del charco de sangre. Respiró hondo y abrió la puerta. Edith lo vio y le causó asco verlo en ese estado. Lucía traspirado, despeinado y agitado. Pero cuando vio que tenía a la muñeca en su mano la tomó rápidamente y se olvidó del tema. Dio media vuelta y se fue de nuevo hacia la hamaca. _ ¿Dónde estabas? –Se le escuchó decir Me dijiste que ibas al baño y terminaste en el cuarto de mamá... La palabra mamá resonó en su mente junto con otra que desde hacía varios minutos evitaba afrontar: Criminal. Pidió faltar al trabajo esa tarde por motivos de salud, confesó que no le importaba el monto de dinero que le descontarían de su sueldo el próximo mes por ello. Lo que haría en el correr del día no lo pensó mucho, estaba demasiado choqueado como para poder realizar sus acciones con claridad. Primero, esperó que su hija se duerma, tan profundamente como acostumbraba a hacerlo. Sacó del fondo de la casa una enorme hoja de plástico grueso, con la que envolvía las vigas y otros elementos que había comprado para la reformación del hogar y la llevó hacia el lugar del crimen. La colocó sobre la cama de una plaza y recostó a su esposa encima, tapándola después con una manta roja. Acto siguiente, la limpieza total e impecable del lugar. Mientras trapeaba no dejaba de pensar en el hecho de que su hija ya no vería más a su madre. No tuvo necesidad de mentirle, por alguna razón no le había preguntado dónde se encontraba su madre que no había visto en todo el resto del día. Cada lágrima que derramaba en el piso, era eliminada con el agua enjabonada que liberaban las cuerdas del trapeador y que se mesclaba con la sangre espesa pegada en los tablones. Cuando terminó, hizo lo más difícil. Mientras todo secaba, envolvió como a un enrollado al cadáver en el plástico y con las puertas de la habitación, de la entrada y de la camioneta abiertas, se transportó con rapidez y sigilo con su mujer en los brazos, rogando a la suerte no encontrarse con Edith despierta. Cuando quiso acordar, estaba en el asiento delantero con la mano en la llave, comenzando a llevar a su esposa al rio más cercano, a unos dos kilómetros de allí. Si la suerte lo acompañaba, no lo atraparían. El rio corre fuerte y desemboca en una cascada de piedras, sabía que era un indigno adiós hacia el cuerpo de su mujer, pero debía elegir entre eso y pasarse toda la vida en la cárcel. La próxima imagen que tenía de sí, era su cuerpo recién bañado, acostado en la cama matrimonial, sin mover un sólo musculo, sin creer lo que acababa de pasar ese día. No supo cuándo se durmió, pero cuando quiso acordar, el sol ya se había asomado por completo desde el frío horizonte. Se desperezó con sus parpados congelados, para él solo habían pasado unos minutos, su cuerpo no tenía muestras de sentirse descansado y necesitaba estarlo para afrontar todas las mentiras que debería formularle a la policía para no ir preso, se tomaría todo el día para pensar bien en eso y a la noche llamaría a las autoridades para anunciar la extraña desaparición de su mujer. Se sentó en la cama y abrió los ojos. Gritó del susto. El reloj casi marcaba las ocho de la mañana, era imposible que Edith ya haya despertado. Justo al lado de su cama, estaba Maddie parada, como si sus pies de plástico estuviesen clavados en el piso a través de la alfombra color roja. En la casa había un silencio que le producía un leve zumbido en sus oídos, luego se escucharon unos pasitos secos que provenían del pasillo. Era Edith. Entró a la habitación con un rostro inentendible, sus ojos lucían apagados y artificiales, como si por ellos hubiese perdido la esencia de su vida. Estaba vestida con su camisón blanco de cama y se veía media perdida. _ ¿Edith? ¿Estás bien, pequeña? –le preguntó su padre, como si en su cabeza no tuviera ningún problema por el que preocuparse. Ella no respondió al instante. Luego, bajó la cabeza hacia Maddie, quién estaba de espaldas a ella. La subió de nuevo y en el instante que iba a comenzar a hablar, le bajaron de sus narinas dos finas y brillantes líneas de sangre que se deslizaron por sus labios y cayeron sobre la cabeza de Maddie, manchando el tul de su vestido de novia. _ Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos. –Dijo y salió corriendo a toda velocidad Su padre se paró inmediatamente y salió en busca de ella. _ ¡Edith!... ¡Edith, vuelve aquí! –le gritó antes de salir del cuarto, pero se detuvo en la puerta y dio un giro de ciento ochenta grados para ver de espaldas a Maddie. Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos... recordó y se estremeció del miedo. CONTINUARA. DON NICANOR
Posted on: Wed, 23 Oct 2013 00:07:20 +0000

Trending Topics



-left:0px; min-height:30px;"> Non-Muslims are also banned in Selangor from using 10 other
How has it come to this? If production crews from networks such as
Niersbach deutet deutsche Bewerbung für EM 2024
scars in all sorts of unexpected places. Like secret
BIRATANGAJE. =========== INDIMI ZIKORESHWA MUBIHUGU

Recently Viewed Topics




© 2015