MI LUGAR EN EL MUNDO Andaba por la vida buscando un lugar donde - TopicsExpress



          

MI LUGAR EN EL MUNDO Andaba por la vida buscando un lugar donde calmar mi sed de distancias. Un lugar donde las canciones más bonitas sólo las cantaran los pájaros y, por supuesto, no existieran jaulas ni trampas. Caminando y caminando crucé el puente de la ruta 6. Allá por donde los vientos no se detienen. Allá donde los árboles ofrecen sus ramas para dejarse acariciar por los soles eternos. Debajo del puente había una anciana calentando en un fuego de leña una pava ennegrecida por las llamas. Estaba dispuesta a tomar mate acompañada de su soledad. Me acerqué lentamente. Logre divisar sus ojos envejecidos mirando un horizonte que solo ella veía. A unos metros pastaban tres ovejas y un par de corderitos de pocos días. Se ve que dormía en un ranchito de chapas y lonas viejas, tan viejas y desgastadas como su ropaje que seguro la anciana misma había construido. La distraje con un "buen día, Doña". No pareció escucharme y repetí el saludo. -buen día, Doña- exclamé con voz más potente. -Ya lo escuché-me dijo-estaba pensando que contestarle-agregó y se quedó en silencio. -¿cómo que contestar?-le dije-se dice lo mismo y me reí. -¿y si para mí no son buenos?-vociferó la anciana. En ese momento me di cuenta que ni yo sabía qué hacía allí bajo el puente de la ruta 6 entablando una charla con una viejecita desconocida y además ermitaña. Di media vuelta y caminé unos pasos para marcharme. -No se vaya, tome un mate, hombre-escuché a mis espaldas. Me acerqué y tomé aquel mate, amargo por supuesto y me quedé en silencio. -¿que anda haciendo por estos lados?-preguntó. Le expliqué lo quería hallar. Bajó la vista y con una especie de bastón hecho con una rama de árbol removía las brasas del fuego, como buscando en el fuego algunas palabras. -¿y creé que lo va a encontrar?-preguntó. -Mire, no es fácil, pero estoy dispuesto a viajar mucho para hacerlo-le contesté. Y era cierto. Mi deseo era hallar ese pueblo distinto, tranquilo. Yo sabía que en esta Argentina debería haber muchos lugares así. La anciana se puso de pie (estaba sentada en un pequeño banquillo de mimbre) y entró en su ranchito. Noté que los años habían mellado sus piernas y arrastraba el paso que se mostraba tembloroso pero seguro. Al rato salió con otro banquillo de mimbre en su mano, siempre sosteniéndose con aquel improvisado bastón de rama chamuscada. -Siéntese, quiero contarle algo-balbuceó-veo que tiene tiempo-agregó. Me senté y alcé la vista mirándola fijamente a sus ojos claros. Alguna vez aquellos ojos habrán deslumbrado a más de un pretendiente, pensé. Me dispuse a escucharla. Entonces la anciana comenzó su relato y dijo con sencillas palabras lo que aquí les cuento en mi idioma. "Hace muchos años, cuando mis ojos veían los colores y las cosas con claridad, supe tener muchísimas ilusiones. El mundo se abría ante mi paso y a cada instante surgían nuevas emociones en mi corazón joven. Una noche de verano dejé la ventana de mi habitación totalmente abierta y observé el cielo estrellado y la luna que brillaba como nunca. Me acosté y cerré los ojos y tuve un sueño. Soñaba que estaba en una verde pradera. Los pastizales eran verdes y casi me cubrían las rodillas. Cerca de mí un predio sembrado de trigo. El oro de las espigas se hamacaba suavemente al compás de una cálida brisa. En el cielo volaban hermosas aves de vívidos colores que se distinguían claramente. Pese al movimiento todo era paz. Mi vista descansaba ante aquel paisaje. Cerca sentía correr el agua pura de un arroyo que al verlo se podían distinguir piedras de mil colores por ser tan cristalino. Me miré en el reflejo y vi mi rostro sereno como pocas veces. Mientras tanto las cotorras canturreaban en los ramales. Una garza blanca alzaba su vuelo majestuoso y unos simpáticos teros se divertían revoloteando en las orillas. En un claro del pastizal se erguía un hermoso aromo que desplegaba amplia y generosamente sus ramas brindando una fresca sombra. A través de sus hojas se filtraban rayos de sol que parecían caricias en mi rostro. Me recosté y miré el cielo y suspiré enamorada de todo aquello. Había flores perfumadas y plantas frutales. En el sueño me dormí y al despertarme estaba en mi habitación como siempre. Pasaron muchísimos años, conocí personas. Tuve, alguna vez, una familia que creció y se fue ramificando. Quedé sola, casi abandonada, pero aquel bello sueño me acompañó muchísimo tiempo. Un día salí a caminar para averiguar si ese paisaje de mi sueño existía realmente. Devoré distancias. Viví en pueblos, trabajé mucho, me desgasté trabajando. Los años se me treparon sobre la espalda y las arrugas invadieron mi piel. Sin embargo, no encontré aquel paisaje de mi sueño. Entonces un día caminé por esta ruta hasta que, cansada de buscar, bajé y me senté debajo de este puente y aquí me tiene”. Tal vez el relato de aquella anciana hubiese seguido, pero nos interrumpió un perrito juguetón que se acercó meneando graciosamente la cola y comenzó a mordisquear los cordones de uno de los zapatos de la mujer que parecía complacida. -Es mi único amigo fiel, porque aquellas-refiriéndose a las ovejas- de vez en cuando se me escapan o se pierden y hay que andar buscándolas-comentó con una increíble sonrisa que le rejuvenecía el rostro. -¿y qué me dice de lo que le conté? -preguntó. Yo incliné la mirada perplejo y me levanté decidido a marcharme. -No sé, no entiendo porque me contó todo esto-le dije. -Usted me dijo que busca su lugar en el mundo y está dispuesto a caminar hasta hallarlo ¿no es así?-Si- le respondí- ¿pero eso que tiene que ver con su sueño y que Usted esté aquí?-le comenté contrariado. -Tiene mucho que ver- me dijo-pero es Usted el que debe averiguarlo y convencerse. “Convencerme”, ¿de qué? –me interrogué a mí mismo-cada vez entiendo menos. Me alejé pensando en el sueño de la anciana y creído que todo había sido una pérdida de tiempo. Subí a la ruta y camine unos cuantos metros. De pronto miré hacia atrás y alcancé a ver que cerca de donde estaba la vieja corría un arroyo que espejaba el cielo. Una garza se alzaba en vuelo imponente y majestuoso. Un aromo era el rey de un llano y allá a lo lejos el trigal maduro resplandecía. Era parte del sueño de la mujer y ella estaba allí. Me volví para avisarle casi emocionado. -¡Oiga, abuela!-grité-¡Usted está viviendo en su viejo sueño! -yo le dije que todo lo que le conté tiene mucho que ver con Usted, amigo-habló con calma-y parece que no se da cuenta. Me quedé perplejo otra vez sin entender nada. Entonces la vieja habló de nuevo. “Tiene razón. Todo lo que soñé está muy cerca de mí. Por buscarlo, desperdicié mañanas de cristal, ojos que me miraron con amor, manos tibias que me daban su amistad fraternal y muchas cosas más. Hoy vieja, sin ganas de caminar, casi sin poder ver mi perro y mis ovejas con esta vista desteñida, me doy cuenta que mi sueño perseguido no me dejó ver que mi lugar en el mundo era mucho más sencillo de encontrar que lo que yo creía. Por eso le dije que toda mi historia tiene algo que ver con Usted.” La anciana bajó su vista y removió los brasas del fuego casi extinguido con una especie de resignación y ya no me volvió a dirigir palabra. Volví a la ruta 6; miré hacia donde el sol da en los ojos, pensé las cosas que había dejado atrás y apuré mi paso. No quería que se me hiciera tarde. Ese día dejé Buenos Aires y volví a mi río, a mis montañas, a los ceibos en flor, a los sauces. A mis seres amados… Ese era mi lugar en el mundo.
Posted on: Mon, 05 Aug 2013 21:22:48 +0000

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