MI SENTIR PERSONAL. Fui buen estudiante, mal marido y peor padre, - TopicsExpress



          

MI SENTIR PERSONAL. Fui buen estudiante, mal marido y peor padre, buen profesional y buen hijo y en mi balance personal a la fecha, en esta vida incierta, inconstante, engañosa difícil, en que el tiempo vuela, pienso que no vine al mundo a ser número en el rebaño. Me encuentro en una soledad atareada, la libertad no la tengo, pero me la imagino y la recuerdo. No tengo mayores compromisos, ni obligaciones que me desvelen. La mayor parte del día estoy solo, toco mi teclado y mi guitarra, escucho música, leo a los que no me aburren en las 30 primeras páginas. Estoy disponible para que me citen a Tribunales, pero no para declarar, llegué a un hastío absoluto con la Justicia, se me olvidó todo y lo que no…, también. Fue lo mismo asumir o dejar establecido los casos en que no tuve injerencia, porque igualmente estaba elegido para ser culpable. En el recuerdo y en la Historia exitosa de la que fuimos arriesgados actores, en la vida compleja que me ha tocado enfrentar, ha sido una profunda experiencia interior, totalmente exclusiva, de hecho no conozco otra, y en mis largas conversaciones conmigo mismo, está llegando el momento de empezar a relajarme, disfrutar a quienes amo y compartir con quienes existe amistad y aprecio. Estoy refugiado en el único alero del que pende el sentimiento emocional de un preso: Su familia, la añoranza sin límites de su casa y de los suyos. Es conveniente tomar distancia de lo que nos molesta, de lo tóxico, de aquellos que siguen envenenados, y que eternizan el odio y el resentimiento. Hasta en prisión no es difícil privilegiar los afectos, la comprensión, una sonrisa, el saber escuchar, y estar disponible para aquellos que nos necesitan y que están peores que uno. Mis oídos centinelas, a toda hora dan audiencia. Nunca le he temido a la muerte, probablemente le temo más a la vida. Me afecta en primera prioridad el dolor de aquellos a quienes me unen lazos de amor, de sangre, de familia y a continuación la de aquellos a quienes les prodigo mi mejor amistad y cariño. Este lugar mantiene una bruma superior que nos cubre. La noche me previene de lo que deberé ejecutar en el día y tengo facultades premonitorias de mis desdichas pero no de mis felicidades. Mientras el sol gobierna los campos y la luna rige los mares, sigo perseguido, pero jamás abatido, siempre cauteloso en este mausoleo de Punta Peuco, que con cinco camaradas fallecidos efectivamente se está convirtiendo en sepultura. Son 23 años en el abismo, encallado en este sepulcro, desvanecidos en la memoria de muchos que estuvieron con nosotros. La salud falta, la edad pesa, el bien ausente se siente, el olvido aniquila, y hasta mi ángel de la guarda a veces me cuesta ubicarlo. Dios ha estado muy fugitivo, pero gracias a Él, sigo aceptando lo inexplicable, sin perder la esperanza ni la fe. Creo que valgo lo que he sufrido. No es fácil que te atiendan y te entiendan. Ya llegará el momento de desconocer a los que me han desconocido. Cuando recupere mi libertad, cuando pueda doblar una esquina, ojalá pueda torcer la calle Nueva Providencia y la Nueva Mayoría, con una multitud que enderece los destinos de nuestra Patria y le haga envainar las uñas al anarquismo desatado existente y en especial a tanta demagogia y mediocridad. En mi desprolija navegación en estos 61 años en este mundo, perdí mi libertad, mis derechos ciudadanos, mi imagen pública, pero gané sinceridad y probé a mis verdaderos amigos. Es curioso que la puerta que me parecía más falsa, haya resultado ser la puerta principal. El regreso a nuestros hogares no provendrá de una ecuación matemática, ni por acción de la ciencia judicial, ni siquiera por la tecnología política o legislativa. ¡Habrá que seguir esperando! Mi forma de ver la vida, mi porfiada manera de pensar, está siempre presente y, seguramente, me sostendrá en su inocencia inatacable hasta el fin de mis días. En estos pensamientos que plasmo en mis habituales escritos, me faltan palabras, pero me sobra sentimiento. En la soledad de mis circunstancias, sin soberbia ni decaimiento, con el alma tranquila, y con la fuerza que recibimos a cada instante de Dios, en este día 11 de Septiembre, con profundo afecto quiero saludarles y hacerles saber que en las circunstancias que la Divina Providencia les tenga reservada a futuro, en lo que a mí se refiere, siempre contarán con un chileno agradecido y de buena memoria. Mi honor de soldado no está en manos de los demás; no está en la opinión pública, ni en la portada de un pasquín, ni en comentarios de personas que no manejan todos los elementos de juicio necesarios para criticar, está en una vida íntegra, digna y al servicio de mi Patria. No acepto descalificaciones livianas de quienes estuvieron detrás de un escritorio, mientras particularmente oía silbar las balas de las armas terroristas a los que tuve la responsabilidad de combatir. El comentario injurioso de mis detractores, es una medicina amarga que me ha fortalecido, me ha permitido superarme y conocerlos mejor. Algo valgo porque nunca dejaré de luchar, no me haré cómplice para destruir al Ejército y jamás seré traidor. Dicen que los vencidos no tienen amigos y yo los tengo y me da mucha tranquilidad que pese a mis circunstancias los he podido conservar. Estoy absuelto en un tribunal más alto y más importante que el de las leyes: en mi conciencia, en mis principios, en mi moral. La privación de mi libertad es sólo la consecuencia del deber cumplido. Sin arrogancia ni decaimiento, con el alma tranquila, con la ayuda de esa mano Divina invisible que todo lo equilibra, que todo lo ve, que todo lo juzga; que todo lo comprende, todo lo perdona y siempre de manera inesperada nos deja su huella, junto a Dios, junto a nuestras queridas familias, en estos 40 años, con profundo afecto he querido saludarles, pedirles Fe, unidad, fuerza, entereza y mucho trabajo por nuestro querido Chile. En estos tiempos que tanto se miente y se ataca al mundo militar, sé que con muchos chilenos, es muy difícil compartir íntegramente el contenido de lo que expreso, pero me reconforta plenamente decirles que soy “pinochetista”. En este 2013, a 40 años del 11 de Septiembre de 1973, más triste que feliz para todos nosotros sin excepción, envío un abrazo fraterno, un saludo para mis camaradas de armas, para mis amigos verdaderos, también para los otros, incluso incluyo a mis detractores y hasta a mis enemigos; dejo a un lado mi arrogancia, mi soberbia, priorizando la tranquilidad de mi alma. A la espera de las canas de la senil prudencia les afirmó: ¡Nada hay dentro de la Patria, superior a la Patria y somos todos chilenos. Álvaro Corbalán Castilla. Teniente Coronel (R) de Ejercito MI SENTIR PERSONAL. Fui buen estudiante, mal marido y peor padre, buen profesional y buen hijo y en mi balance personal a la fecha, en esta vida incierta, inconstante, engañosa difícil, en que el tiempo vuela, pienso que no vine al mundo a ser número en el rebaño. Me encuentro en una soledad atareada, la libertad no la tengo, pero me la imagino y la recuerdo. No tengo mayores compromisos, ni obligaciones que me desvelen. La mayor parte del día estoy solo, toco mi teclado y mi guitarra, escucho música, leo a los que no me aburren en las 30 primeras páginas. Estoy disponible para que me citen a Tribunales, pero no para declarar, llegué a un hastío absoluto con la Justicia, se me olvidó todo y lo que no…, también. Fue lo mismo asumir o dejar establecido los casos en que no tuve injerencia, porque igualmente estaba elegido para ser culpable. En el recuerdo y en la Historia exitosa de la que fuimos arriesgados actores, en la vida compleja que me ha tocado enfrentar, ha sido una profunda experiencia interior, totalmente exclusiva, de hecho no conozco otra, y en mis largas conversaciones conmigo mismo, está llegando el momento de empezar a relajarme, disfrutar a quienes amo y compartir con quienes existe amistad y aprecio. Estoy refugiado en el único alero del que pende el sentimiento emocional de un preso: Su familia, la añoranza sin límites de su casa y de los suyos. Es conveniente tomar distancia de lo que nos molesta, de lo tóxico, de aquellos que siguen envenenados, y que eternizan el odio y el resentimiento. Hasta en prisión no es difícil privilegiar los afectos, la comprensión, una sonrisa, el saber escuchar, y estar disponible para aquellos que nos necesitan y que están peores que uno. Mis oídos centinelas, a toda hora dan audiencia. Nunca le he temido a la muerte, probablemente le temo más a la vida. Me afecta en primera prioridad el dolor de aquellos a quienes me unen lazos de amor, de sangre, de familia y a continuación la de aquellos a quienes les prodigo mi mejor amistad y cariño. Este lugar mantiene una bruma superior que nos cubre. La noche me previene de lo que deberé ejecutar en el día y tengo facultades premonitorias de mis desdichas pero no de mis felicidades. Mientras el sol gobierna los campos y la luna rige los mares, sigo perseguido, pero jamás abatido, siempre cauteloso en este mausoleo de Punta Peuco, que con cinco camaradas fallecidos efectivamente se está convirtiendo en sepultura. Son 23 años en el abismo, encallado en este sepulcro, desvanecidos en la memoria de muchos que estuvieron con nosotros. La salud falta, la edad pesa, el bien ausente se siente, el olvido aniquila, y hasta mi ángel de la guarda a veces me cuesta ubicarlo. Dios ha estado muy fugitivo, pero gracias a Él, sigo aceptando lo inexplicable, sin perder la esperanza ni la fe. Creo que valgo lo que he sufrido. No es fácil que te atiendan y te entiendan. Ya llegará el momento de desconocer a los que me han desconocido. Cuando recupere mi libertad, cuando pueda doblar una esquina, ojalá pueda torcer la calle Nueva Providencia y la Nueva Mayoría, con una multitud que enderece los destinos de nuestra Patria y le haga envainar las uñas al anarquismo desatado existente y en especial a tanta demagogia y mediocridad. En mi desprolija navegación en estos 61 años en este mundo, perdí mi libertad, mis derechos ciudadanos, mi imagen pública, pero gané sinceridad y probé a mis verdaderos amigos. Es curioso que la puerta que me parecía más falsa, haya resultado ser la puerta principal. El regreso a nuestros hogares no provendrá de una ecuación matemática, ni por acción de la ciencia judicial, ni siquiera por la tecnología política o legislativa. ¡Habrá que seguir esperando! Mi forma de ver la vida, mi porfiada manera de pensar, está siempre presente y, seguramente, me sostendrá en su inocencia inatacable hasta el fin de mis días. En estos pensamientos que plasmo en mis habituales escritos, me faltan palabras, pero me sobra sentimiento. En la soledad de mis circunstancias, sin soberbia ni decaimiento, con el alma tranquila, y con la fuerza que recibimos a cada instante de Dios, en este día 11 de Septiembre, con profundo afecto quiero saludarles y hacerles saber que en las circunstancias que la Divina Providencia les tenga reservada a futuro, en lo que a mí se refiere, siempre contarán con un chileno agradecido y de buena memoria. Mi honor de soldado no está en manos de los demás; no está en la opinión pública, ni en la portada de un pasquín, ni en comentarios de personas que no manejan todos los elementos de juicio necesarios para criticar, está en una vida íntegra, digna y al servicio de mi Patria. No acepto descalificaciones livianas de quienes estuvieron detrás de un escritorio, mientras particularmente oía silbar las balas de las armas terroristas a los que tuve la responsabilidad de combatir. El comentario injurioso de mis detractores, es una medicina amarga que me ha fortalecido, me ha permitido superarme y conocerlos mejor. Algo valgo porque nunca dejaré de luchar, no me haré cómplice para destruir al Ejército y jamás seré traidor. Dicen que los vencidos no tienen amigos y yo los tengo y me da mucha tranquilidad que pese a mis circunstancias los he podido conservar. Estoy absuelto en un tribunal más alto y más importante que el de las leyes: en mi conciencia, en mis principios, en mi moral. La privación de mi libertad es sólo la consecuencia del deber cumplido. Sin arrogancia ni decaimiento, con el alma tranquila, con la ayuda de esa mano Divina invisible que todo lo equilibra, que todo lo ve, que todo lo juzga; que todo lo comprende, todo lo perdona y siempre de manera inesperada nos deja su huella, junto a Dios, junto a nuestras queridas familias, en estos 40 años, con profundo afecto he querido saludarles, pedirles Fe, unidad, fuerza, entereza y mucho trabajo por nuestro querido Chile. En estos tiempos que tanto se miente y se ataca al mundo militar, sé que con muchos chilenos, es muy difícil compartir íntegramente el contenido de lo que expreso, pero me reconforta plenamente decirles que soy “pinochetista”. En este 2013, a 40 años del 11 de Septiembre de 1973, más triste que feliz para todos nosotros sin excepción, envío un abrazo fraterno, un saludo para mis camaradas de armas, para mis amigos verdaderos, también para los otros, incluso incluyo a mis detractores y hasta a mis enemigos; dejo a un lado mi arrogancia, mi soberbia, priorizando la tranquilidad de mi alma. A la espera de las canas de la senil prudencia les afirmó: ¡Nada hay dentro de la Patria, superior a la Patria y somos todos chilenos. Álvaro Corbalán Castilla. Teniente Coronel (R) de Ejercito Me gusta · · Dejar de seguir la publicación · Hace 2 horas
Posted on: Mon, 16 Sep 2013 04:09:44 +0000

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