Me gusta pensar que Dios cuida de mi hasta en los pequeños detalles: por atarantada pagué el recibo de teléfono de un desconocido (casi 13.000, no era tanto, pero tampoco no era nada). Resignada luego de que en el banco me dijeran que la transacción no podía cancelarse y que el dueño de la línea era quien me debía devolver el dinero, lo llamé. Don Víctor Julio Ramírez, un maestro de obras de Los Ángeles de San Rafael nunca apareció, pero a través de su hija coordinó todo y hoy mismo me devolvió el dinero. Qué lindo saber que aún hay gente responsable y honrada y que bueno que Dios cruza nuestros caminos.
Posted on: Thu, 22 Aug 2013 00:57:11 +0000
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