Miradas al Sur. UN CONFLICTO INTERMINABLE. Por Agustín Galli. - TopicsExpress



          

Miradas al Sur. UN CONFLICTO INTERMINABLE. Por Agustín Galli. Desde Beirut Geopolítica, análisis y futuros escenarios. En estos días la nueva reunión del G-20 (ver nota aparte) ha tenido como tema estelar el conflicto en Siria. Dos posiciones son omnipresentes: la occidental y de los países del Golfo de castigar al régimen sirio por la supuesta utilización de armas químicas en los suburbios de Damasco; y la de Rusia, que impide evitar esta intervención hasta al menos confirmar que verdaderamente ha sido el gobierno sirio el autor de aquellos actos. Irán es ambiguo y Hezbollah permanece en silencio. Las cuestiones regionales del conflicto que explican tanta hesitación occidental, apoyo de los países del golfo a la oposición y la defensa de los aliados de gobierno sirio son múltiples. La caída del gobierno sirio se vio con temor por parte de los países occidentales e Israel, dada la previsibilidad y estabilidad regional que brindaba Siria al Medio Oriente. Sobre todo viendo una oposición dividida e islamizada. Qatar y Arabia Saudita, los principales auspiciantes de los grupos islamistas en Siria, veían la caída del régimen sirio como un duro golpe para Irán y Hezbollah, sus enemigos regionales y chiítas. Para Irán, perder a su aliado de más de treinta años implicaba la pérdida de su influencia en el levante árabe, y sobre todo el debilitamiento de Hezbollah en el Líbano. Dos años y medio después del comienzo de los “sucesos”, como dicen los sirios, estamos en la peor de las situaciones, ya que parece no haber buenas opciones, a pesar de que lo que conocemos realmente sobre el terreno es limitado. Sí sabemos que hay un real crecimiento de milicias y grupos islamistas, generando temor en las minorías no sunitas, así como un enfrentamiento cada vez más abierto con el Ejército Sirio libre y milicias kurdas. Los apoyos internos y externos del régimen ya no van a variar. La victoria militar de uno u otro de los bandos se impone difícil sin una intervención externa directa. Los Estados Unidos como sus aliados saben que un ataque limitado dañaría el aparato bélico de Bashar Al-Assad, pero no sería suficiente para quebrar al régimen. Al mismo tiempo, si quien tomara Damasco es alguno de los grupos islamistas como Jabhat Al-Nusra o el Estado Islámico de Irak y la Gran Siria, los Estados Unidos tendrían a sólo 60km de la frontera con Israel a movimientos cercanos a Al Qaeda. Si la situación interna y regional en torno de Siria es tan compleja, la decisión de los Estados Unidos de realizar un ataque punitivo resultó sorprendente, dadas las complejidades de la región y las experiencias previas de intervención estadounidense en Irak o el Líbano, sendos fracasos. Pero Obama y los Estados Unidos reaccionan ante la línea roja que se impusieron no por humanismo sino por su credibilidad internacional. Los árabes ya no esperan nada de un presidente de gran verbo, es cierto, pero que no ha hecho nada por el principal conflicto en la región, la causa palestina. En un contexto de fondo de combate entre Irán, su programa nuclear, los países del golfo y occidente, la no intervención americana sería un signo de debilidad frente a sus dos principales aliados en Medio Oriente, Arabia Saudita e Israel. Si Estados Unidos no reacciona frente a la utilización de armas químicas, cómo pensar que lo harían frente a la continuación del programa nuclear iraní. La otra intención de los Estados Unidos sea posiblemente llevar a la mesa de negociaciones a un debilitado régimen sirio, y en situación de obligarlo a abandonar a Bashar Al-Assad. La cuestión es la misma: discutir con qué oposición en un contexto de multiplicación de milicias armadas, sobre todo islamistas. Tras la traumática experiencia de un Iraq que sigue inmerso en el caos y cercano a Irán, qué esperar de una Siria cada vez más dividida de manera sectaria, étnica y regional. Probablemente, un conflicto que se eternice, aunque con actores diferentes. El temor de muchos sirios de ver caer a su país a los infiernos padecidos por sus vecinos El Líbano e Irak, ya es una realidad. Con o sin intervención. “Vi una bandera de Al Qaeda en la base de los rebeldes” Por Pascual Serrano. Público.es El periodista colombiano William Parra, que pasó dos meses en el frente de guerra sirio como enviado especial de Telesur, narra su experiencia y su sorpresa de descubrir que los combatientes a los que apoya Occidente son implacables islamistas fanáticos. Julio y agosto de 2012 fueron uno de los períodos de mayor enfrentamiento entre el Ejército de Bashar al Asad y los rebeldes. Aunque en aquellas fechas la capital, Damasco, estaba tranquila, los combates se desarrollaban en Alepo, donde tropas de los dos bandos se disputaban a tiros cada calle y cada edificio. Fueron fechas –y lo siguen siendo– donde la información que llegaba a Occidente de esa guerra era peor que confusa. Ni el gobierno ni los rebeldes facilitaban el trabajo a los periodistas por lo que las mentiras y las manipulaciones estaban a la orden del día. Para unos, Siria se encontraba bajo la bota de un cruel dictador y un pueblo se había levantado en armas; para otros, mercenarios financiados por potencias extranjeras junto a terroristas islámicos querían derrocar a un presidente que se había mostrado firme frente a Estados Unidos y leal a las luchas palestinas y antiimperialistas. Durante esas fechas, el periodista colombiano William Parra estuvo en Siria al frente de un equipo de televisión de Telesur, el canal público multinacional con sede en Caracas. Durante sus informaciones diarias los periodistas no deben hablar de cómo deben hacer su trabajo o las dificultades que encuentran, deben limitarse a contar y explicar la guerra. Tampoco tienen por costumbre detallar el funcionamiento del resto de medios de comunicación, y mucho menos criticarlos. Pero cuando han abandonado el lugar de los hechos y el debate en torno de lo que es verdad y mentira en la guerra de Siria y el comportamiento de los medios es tan agitado, el testimonio de un periodista honesto que vivió directamente los acontecimientos resulta tan valioso como necesario. –¿Cómo entráis en Siria y cuál es vuestra primera experiencia? –Entramos con un visado de diez días emitido por la embajada siria en Caracas. Después lo renovaría dentro de Siria. Nuestra cobertura comienza con tres días en Damasco. Un equipo integrado por un cámara venezolano, un traductor sirio y yo visitamos un campo de refugiados palestinos, bajo control del Frente Popular de Liberación de Palestina, donde cayeron numerosos morteros procedentes de los rebeldes. El ambiente es hostil, los palestinos han comprobado que poco después de recibir la visita de los periodistas vienen los bombardeos. Es evidente que había muchos espías infiltrados como periodistas. Observamos una estación policial bombardeada pero también muchos civiles, un hombre cuenta que le mataron dos hijos y necesitó que pasaran cinco días para encontrar el momento tranquilo para enterrarlos. –¿Qué periodistas viste en Siria? ¿Percibiste suficiente presencia de medios en el conflicto? –Sinceramente, en Damasco solo vi, ya cuando me iba, un equipo de Televisión Española y a unos japoneses. Y en el lugar donde de verdad se desarrollaban los combates, en Alepo, al británico Robert Fisk. Casi todos estaban y escribían desde Turquía. El asunto funcionaba así. Los rebeldes se entrenaban y refugiaban en Turquía, donde tenían sus bases. Allí tenían a los periodistas, los llevaban de excursión algún rato a Alepo, recogían algún testimonio de algún civil y se volvían a Turquía. Imagina el rigor y libertad del testimonio de ese civil que lo está entrevistando un periodista rodeado de milicianos rebeldes. –¿Simplemente se refugiaban en Turquía o consideras que ese país les estaba ayudando? –Los propios rebeldes nos reconocían que Turquía les daba ayuda y refugio. Incluso les proporcionaba medicamentos y algunos armamentos. –También se decía que algunos periodistas no lo eran o estaban con otra intención que no era la de informar –Te cuento un ejemplo muy elocuente. Estando yo en Siria murió en un tiroteo una periodista japonesa que viajaba en un coche con los rebeldes. Primero se dijo que mataron a cuatro periodistas, luego que se trataba de un muerto y tres desaparecidos. No es fácil comprender cómo en un tiroteo muere uno y tres desaparecen. Al final allí se supo que los “desaparecidos” que iban con la periodista japonesa eran tres generales japoneses. El Ejército sirio reconoció que disparó al vehículo donde viajaban porque formaba parte de un convoy rebelde, al final Japón no montó mayor escándalo y no se habló más del asunto. Si de verdad hubieran muerto cuatro periodistas, como dijeron, se hubiera organizado más lío, de modo que todos prefirieron no remover el tema. En otras ocasiones comprobabas cómo mentían. Recuerdo estar viendo la televisión Al Jazira decir que el ejército sirio estaba bombardeando la zona en la que precisamente nosotros estábamos en ese momento tan tranquilos, allí no pasaba nada. Salía en pantalla un periodista que decía que estaba en Alepo y, a continuación, aparecían unas imágenes muy precarias y movidas, como grabadas con un móvil. Era una cosa absurda: si tenían una cámara adecuada para grabar al periodista hablando, deberían tenerla para captar también las imágenes del bombardeo. En otra ocasión emitieron unas imágenes que decían eran de la llegada de los rebeldes a un barrio donde los civiles les recibían con vítores y aplausos; fuimos allí y no había nada. –¿Te podías mover con facilidad por la zona de conflicto? ¿Cómo se comportaba cada una de las partes? –El ejército nos dejaba pasar porque nuestro medio era de Venezuela, Telesur. El problema era con los rebeldes. No podíamos mostrar ni permisos ni pasaportes venezolanos, ellos consideraban que el gobierno de Venezuela apoyaba al presidente sirio. Sólo yo podía ser aceptado porque mi pasaporte es colombiano, y yo les decía que el gobierno colombiano les apoyaba. El principal problema es que no podíamos enviar las notas desde Alepo, no nos dejaba el gobierno sirio. Debíamos volar a Damasco y lo más peligroso era ir al aeropuerto. En Alepo, en la zona controlada por el gobierno, nos dejaban mover con total libertad para ir donde quisiéramos. Cuando tropezabas con los rebeldes era más peligroso, mataban a cualquier periodista que no fuera desde Turquía. Como ya te dije, nosotros nos libramos porque nos presentábamos como colombianos. Al final, mi cámara venezolano y mi traductor sirio apenas se podían mover y debía ser yo el que más se movía. En una ocasión vi un retén de rebeldes que eran todos libios, degollaron a varios periodistas sirios y a las mujeres les obligaban a ponerse el pañuelo islámico. Lo más peligroso eran los francotiradores rebeldes. En una ocasión estábamos grabando y comenzaron a dispararnos, pasaban las familias con mujeres y niños y les disparaban. Pude comprobar cómo disparan de forma indiscriminada, vi cómo abatían a una mujer y nadie podía acercarse a socorrerla. –¿Cuéntame más de cómo eran los rebeldes? –Eran muy jóvenes, en torno de 18 años, e incluso menores, de 16 años. Nunca vi mujeres. No vi un solo rebelde que no fuese un fundamentalista islámico. –Disculpa que te interrumpa, ¿entonces no hay ningún grupo opositor en Siria que no sea islamista? –Sin duda hay opositores de izquierda, pero ésos no tienen presencia en el bando armado. Cuando tomaban un barrio, sacaban a los niños de los colegios y allí montaban sus bases. En una ocasión visitamos una de sus bases, conocí al que tenía rango de comandante y nos enseñó su armamento, que incluía ametralladoras. Me impresionó ver una bandera de Al Qaeda en una de las salas. Para ellos Al Assad es un infiel. En su discurso no dejaban de pedir el apoyo de Estados Unidos y de Europa. No quería darnos la entrevista, pero le dije que yo era colombiano y que Colombia era amiga de Israel y le pareció bien. También me dijeron que tenían preso a “un perro de Al Assad”, es decir, a un soldado enemigo. Nos llevaron a visitarlo. Nos conducían atravesando viviendas en las que habían perforado las paredes que las dividían. Llegamos a un lugar donde tenían a cuatro detenidos y sacaron a uno de ellos que era evidente que llevaba varios días sin comer y había sido golpeado y torturado. El soldado lo golpeaba y nos decía que le preguntáramos. ¿Pero qué le íbamos a preguntar a ese desgraciado en esas condiciones? ¿Qué nos podía contar que fuera fiable? Nos invitó a quedarnos esa noche en la base, nos enseñó una habitación donde, dijo, se quedaba un equipo de la agencia AFP que les acompañaban a todo. En ese momento no estaban los periodistas y se los esperaba de un momento a otro. Pensé que, en cuanto volvieran, les dirían que Telesur era un medio venezolano y nos matarían, por lo que optamos por despedirnos amablemente. Entrevistamos a algunos civiles que estuvieron en zonas controladas por los rebeldes. Decían que lo primero que les hacían era cortarles la luz y luego les cerraban la panadería del barrio, su principal alimento, si no colaboraban. El discurso de los rebeldes siempre era islámico y predominaban los libios, tunecinos y qataríes. Se trata de grupos muy fraccionados, ellos aspiran a que la OTAN bombardee algo y entonces ellos puedan entrar y repartirse el poder en esa zona. Su modo de actuar en Alepo ha provocado que los partidarios de Al Assad hayan pasado del 60 al 80%, porque veían que bajo el gobierno sirio al menos las diferentes comunidades convivían. –Entonces, ¿me estás contando que unos grupos armados que actúan bajo bandera de Al Qaeda consiguen refugio de un gobierno que pertenece a la OTAN y que tiene como periodistas empotrados a un equipo de una agencia de noticias francesa? –Sí.
Posted on: Mon, 09 Sep 2013 04:58:03 +0000

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