Nadia, mi hija, ha trabajado mucho últimamente. Tiene 9 años. Además de sus horas de cole, asiste al conservatorio. Ambas cosas son nuevas para ella este año, cole y conser. Está haciendo un esfuerzo extra por integrarse: nuevos compañeros, nuevos profesores, nuevo entorno. Ella tiene 31 horas lectivas a la semana y al llegar a casa hace sus deberes y practica su instrumento. En dos semanas no ha visto 1 min de tele y sólo ha podido jugar con algún amigo los sábados. Se acuesta a las 10:45 y apura el tiempo en clase para terminar todos las tareas que puede; aunque la profe siempre manda deberes a casa. Dedica al menos 2 horas diarias a sus deberes (sus profesores nos han dicho que están coordinadas para que los deberes nunca superen la hora y media); y yo diría que lejos de ser lenta, Nadia es bastante espabilada. Le gusta mucho la asignatura de deporte, dice que es como jugar. Ayer en clase de deporte se le olvidó llevar el segundo juego de zapatillas para pisar dentro del pabellón. Durante uno de los juegos que planteó la profesora Nadia pisó con sus deportivas habituales las colchonetas. Fue castigada y regañada duramente, la llevaron a la sala de espera del edificio administrativo. Por allí pasó su tutora que le preguntó qué hacía allí. Nadia empezó a contárselo pero no la dejó terminar. "Mal vamos", dijo. Después pasó su segunda profe y habló con ella. Le dijo que tenía que prestar atención a la asignatura de educación física, no sólo a la música, que era tan importante como el resto de asignaturas. Vi a Nadia para la comida, como siempre. Ella estuvo llorando antes y durante la comida. Me hizo una sola pregunta, papi, ¿para qué sirve estudiar tanto?, nadie me dice nada cuando hago las cosas bien, pero cuando hago una mal, todos me hablan feo. La diferencia entre Nadia y yo es que yo me hice esa pregunta mucho más tarde que ella. Tengo miedo de que pueda llegar a odiar este mundo como yo mismo.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 05:40:03 +0000
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